La explotación del miedo pequeño burgués

No hay día en que lo enemigos del Presidente Chávez no dejen de atribuir propósitos comunistas a la gestión del gobierno. No es suficiente el texto de la Constitución Bolivariana con su definición del más amplio pluralismo ideológico y su sólida consagración de la propiedad capitalista y de las relaciones capitalistas de producción. No son suficientes los reiterados discursos del Presidente Chávez y de sus más inmediatos colaboradores sobre la inspiración exclusivamente bolivariana y nacionalista de su pensamiento político.

No importa que la realidad y las ideas los desmientan, la acusación es persistente y agresiva porque permite óptimas ganancias a las tendencias fascistas. La propaganda anticomunista constituye un arma privilegiada en el arsenal de la ultraderecha. Ha sido usada con éxito en todos los confines del mundo, desde Chile hasta Alemania. Su objetivo es explotar los miedos de la clase media y de los sectores más atrasados de la población para manipularlos políticamente a favor de soluciones antidemocráticas.

El fascismo llegó al poder en Alemania porque la clase media fue aterrorizada por la propaganda que describía con atuendos demoníacos a los bolcheviques de Lenin. Los pequeños tenderos y propietarios se arrojaron a los brazos del partido nazi para “salvarse del comunismo” .Al final, de manos de Hitler, los esperaba la barbarie de los campos de exterminio. La guerra civil en España se hizo a nombre de la lucha contra “los rojos”. Al final, llegaron los fusilamientos y el terror de Franco. En Chile se explotó con igual intensidad los miedos del pequeño burgués timorato e ignorante fin de abrir las puertas a Pinochet y a sus secuestradores y asesinos.

En Venezuela no es difícil explotar y manipular los miedos de la pequeña burguesía, en primer lugar porque nuestras capas medias tienen un cercano pasado aldeano y pueblerino que las hace presas fáciles de las viejas concepciones conservadoras y pusilánimes, pero también porque en los últimos cuarenta años hijos y nietos de una inmigración que llegó de Europa con las maletas llenas de profundos prejuicios anticomunistas se integró a la población venezolana de pequeños propietarios y contamina y difunde sus miedos. Ingresó a Venezuela con los temores e incertidumbres que producían el final victorioso de la guerra contra el fascismo y la cercanía del poderoso Ejército Soviético. No ha dejado de formar familias y hogares impregnados del miedo a la revolución.

El castrocomunismo es un espantajo de la década del sesenta, ahora desempolvado para intimidar y confundir. Hace cuarenta años fue enarbolado para someter al país a los intereses de los grupos económicos de Estados Unidos y a la “guerra fría” anticomunista. Una campaña orquestada tergiversa la realidad cubana y crea una visión acomodada para explotar el miedo. No importa que el capitalismo salvaje conduzca a la postración a Argentina, Uruguay y docenas de países o produzca las hambrunas en África o sacrifique la vida de millones de niños o fomente las profundas desigualdades en el mundo. Nada de esta realidad importa, sino fabricar una imagen desfigurada y grotesca para meter miedo a la pequeña burguesía a fin de que, asustada, corra a los brazos del fascismo.


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Guillermo García Ponce


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