El capitalismo, como sistema económico predominante en gran parte del mundo, ha demostrado ser capaz de enfrentarse y derrotar a quienes se le han opuesto y derrotarlos, sin tomas en cuenta el aspecto moral o ético de su supremacía. Esto lo ha hecho con sus enemigos internos como externos. Resiliente ante diversas crisis, sin embargo no está exento de enfrentar hoy por hoy desafíos significativos ya que a lo largo de las últimas décadas, hemos sido testigos de desigualdades crecientes en los Estados Unidos, pobreza inmensa en la mayor parte del mundo y un deterioro ambiental progresivo, situaciones que exigen intervenciones efectivas las cuales no se divisan.
A pesar de esto, el capitalismo parece no tener un competidor claro que pueda ofrecer esa alternativa viable y contar con la aceptación mayoritaria.
Una de las razones por las cuales no ha emergido un sistema alternativo sólido es que producto de sus derrotas las ideologías y los partidos de izquierda que han intentado ofrecer respuestas, como el socialismo o el comunismo, han sido en gran medida desacreditadas por sus fallos en la práctica, especialmente en el siglo XX. Esas derrotas pueden ser explicadas en parte por carecer de liderazgos eficaces para resolver de una forma superior los problemas propios de cada país y también por perder el liderazgo intelectual que propusiera los caminos posibles como modelos teóricos ampliamente difundidos y compartidos y por lo tanto no poder defenderse de los ataques sin tregua del imperialismo.
Los errores y fallas propios de la gobernanza, sin debate intelectual profundo sobre la construcción del socialismo y su gobierno, dió la condición de presentarse sin defensas ideológicas y políticas suficientes para enfrentar la campaña de descredito y autoritarismo, que difundida a nivel mundial por los medios de comunicación permitió que pueblos y países identificaran al socialismo con dictadura y opresión. Todo eso ha llevado a muchas personas y países a asociar cualquier crítica socialista al capitalismo como la perdida de la libertad y entregarse a sistemas fallidos.
Además, el capitalismo ha demostrado capacidad para generar riqueza y capital, presentando a muchas de sus ciudades como un emporio de bienestar, que hacen creer como accesible a todo el que se lo proponga. Con esta expansión del capital logró evolucionar y generar cambios, pero claro ocultando sus inmensas fallas que hoy lo tienen en el borde del farallón de la crisis.
Otro factor a considerar es la globalización. El capitalismo ha logrado expandirse a nivel mundial, integrando economías y culturas diversas, aunque solo con ciertos factores, porque como Marx dijo, el capitalismo globaliza el consumo pero no la producción. Hoy la mayor parte de los países se ve despoblada de industrias y otros activos productivos que son el motor de las sociedades modernas. Inclusive China con su modelo favorece el consumo de productos chinos, pero no la producción de los pueblos, por lo que no hay que considerarla como una opción liberadora, sino otra forma de imperialismo. Su lema es te ayudo en la forma que me conviene, si gano dinero. No es lo opuesto al capitalismo.
Por último, la falta de un liderazgo claro y una visión cohesiva para un movimiento alternativo también juega un papel importante. Los movimientos sociales que critican el capitalismo a menudo carecen de una agenda unificada, dificultando la creación de un sistema alternativo. En lugar de esto, se presentan con propuestas fragmentadas que, aunque valiosas, no logran articular una visión alternativa convincente y práctica y menos conformar un modelo alternativo, el cual según creo es solo el modelo socialista.
Pero todo lo que existe lo mueve las contradicciones, y el capitalismo también las presenta y generaran potenciales antítesis, aunque tal vez todavía no han alcanzado el punto en el que se articulen en una alternativa masiva y coherente.
Surge la idea de si el capitalismo llegado a una etapa de su evolución, en que será su propia antítesis, la cual puede representarla Donald Trump. Con Trump y fenómenos similares, parece que el capitalismo entra en una especie de "crisis interna" donde sus propias dinámicas generan contradicciones visibles entre ellos, como la política proteccionista que choca contra la esencia siempre creciente del capital o sus políticas que benefician a las élites económicas que exacerban las desigualdades, alimentando protestas que, aunque no sean anticapitalistas en esencia, cuestionan de hecho, sus fundamentos.
En esta etapa "sin anti-tesis" que lo sustituya es como si el sistema estuviera peleando consigo mismo, adaptándose y resistiéndose al mismo tiempo. El capitalismo intentando sobrevivir está creando una "violencia secundaria" no creativa que lo puede destruir, acentuando su decadencia, aunque no surja su opuesto.