El pánico embrutece. Por eso hay gente inteligente que cree que van a prohibir el tinte para el cabello.
Montaigne decía que un ejército en pánico puede ser más devastador que uno con la moral alta. El pánico es regido por el cerebro reptil, el seso primitivo que nos gobierna en situaciones de sobresalto.
También se dispara ante amenazas aparentes pero creíbles. En un estadio basta un grito de fuego para que el pánico centellee con su brillo oscuro. Pero aun siendo genuino, el alarido produce estragos a veces peores que el fuego. Por eso hay que entrenarse para no entrar en pánico, como los bomberos, para combatir el desastre y organizar a los demás para que el destrozo no sea peor. Pero la alarma también puede ser falsa, lo que suele acarrear tragedias.
Se llama pánico el terror causado por el dios Pan, el de la flauta, de las patas de macho cabrío, de potencia sexual interminable, amante de las ninfas, dios de la naturaleza y de la fertilidad, que dio a los cristianos la apariencia del Diablo y a la novela y pieza teatral de James Matthew Barrie la figura de Peter Pan. Dios menor, Pan causaba terror a los viajeros cuando se les aparecía por campos y encrucijadas. Por eso no es redundancia decir terror pánico, pues es terror causado por Pan.
Según la mitología, en fin, el terror pánico era una fuerza formidable, descontrolada, irresistible, descomedida, insolente, propiamente la hybris, ‘la desmesura’. Es, como ves, un estado temporal de locura. Pero, temporal y todo, lleva ocho años en abundantes sectores del pueblo opositor de Venezuela.
Pánico hay cuando está en peligro la vida, pero vida no es solo biología; es también cultura, los atributos no naturales que una clase social juzga como universalmente esenciales: auto, pinta, implante mamario, toalla sanitaria, centro comercial, chabacanería televisada.
Debiera haber un programa sanitario para atender a personas que están en estado de pánico ante medidas que ni existen ni existirán, como la incautación de sus hijos y de atributos como los citados, porque nos arriesgamos a que en su locura causen la devastación del país con ellos dentro, como la que intentaron durante el Paro Patronal y porque, aunque no destruyan nada, sufren mucho.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com