Hace poco expresaba por este mismo medio (ver http://www.aporrea.org/actualid ad/a37225.html)
mi sorpresa por las recientes y (a mi juicio) sorprendentes
declaraciones de nuestro apreciado compatriota Luis Britto García sobre
la doble nacionalidad, la cual es un derecho avalado por
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Nuestro
escritor, a través de su artículo "Por qué se insulta a los
venezolanos" (ver: http://www.aporrea.org/actualid ad/a37085.html)
se opone firmemente a la doble nacionalidad y considera este derecho
constitucional la causa de muchos de nuestros pesares en materia de
lealtad patriótica.
Si
bien la posición de Luis Britto frente a este tópico no deja de
sorprender, lo cierto es que la misma tiene mucho que ver con el
horrendo insulto de que fuimos objeto recientemente por parte de una
presentadora de TV y su invitada italiana, el cual causó una fuerte
indignación en el pueblo bolivariano y propició seguramente reacciones
intempestivas en más de uno de nuestros intelectuales. Allí fuimos
abiertamente insultados en lo más profundo de nuestra humanidad como
venezolanos, como Nación, llegando incluso a evocarse la supuesta
existencia de una irremediable puerilidad en nuestros orígenes raciales!
(Si acaso usted no lo ha visto, pinche aquí: http://www.dailymotion.com /related/3918276/video/x2c23f _racismo-de-senora-italiana-en -telev/1).
Se
trata de una joya que sin duda pasará a la historia como un documento
fehaciente y emblemático del enorme desprecio que nos reserva una
cierta minoría extranjera residente en nuestro país, retrógrada
y persistente en su voluntad colonialista. Una casta antisocial,
explotadora, sin el menor interés por la cultura del país que los
acogió (nótese qué mal habla castellano la señora italiana después de
40 años en nuestro suelo!), y que está aupada -lo cual es mucho más
grave- por una minoría de venezolanos descendientes directos de
europeos que se siente por encima del país y lo desprecia con igual (si
no peor) arrogancia de los ingratos inmigrantes a quienes la italiana
del programa representa. Se trata de venezolanos no distintos de los
que Bolívar, en su tiempo, se apiadara al ofrecerles una última
oportunidad en su histórico "Decreto de guerra a muerte".
"Y
vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de
las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y
lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de
que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad e
ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de
vuestros crímenes, han podido induciros a ellos."
¡Qué inmenso era Bolívar!
En
nuestros días, es lógico que al tipo de atrocidades que discurre tan
libremente por el país queramos ponerle un fin inmediato, definitivo.
Los altos valores, sin embargo, que brotan del humanismo y sientan las
bases de nuestro naciente socialismo no conocen de atajos...
Luis
Britto García, aventurado a la negación precipitada de un derecho
reconocido y avalado por muchas naciones, hubiera hecho
mejor advirtiendo que es allí, precisamente, donde no podemos, a pesar
de la rabia que puedan provocarnos ciertos escenarios, producir como
respuesta un exabrupto.
Al burro no se le devuelve patada.
Estigmatizar,
diabolizar la doble nacionalidad, sobre todo a causa de personas tan
retrógradas, racistas y amorales, sería darles la razón. Y luego
estaríamos también haciendo pagar justos por pecadores, en su intacta
moral, a la población restante de dignos portadores de la doble
nacionalidad.
La
disciplina intelectual requerida en todo momento por parte del pensador
revolucionario supone un rigor que aún frente a los peores embates de
nuestro adversario debe poder mantener incólume y en toda su amplitud
nuestra línea de pensamiento y reflexión.
Especulo
(y nada quiero tanto como creer) que Luis Britto García, uno de los más
valiosos intelectuales que jamás haya dado el país, ha sido en
realidad víctima de un efímero arrebato de noble y justificada ira al
proponer en su artículo la abolición de la doble nacionalidad como una
de las soluciones al problema de la deserción antipatriótica. Es el
tipo de error en que se incurre cuando la pasión invade el reino del
derecho y el terreno de las leyes. Nada justifica apropiarse o valerse
de los propios argumentos del fascismo, de la derecha xenófoba, ni
siquiera actuando en defensa propia...
Porque no se pueden utilizar para la propia defensa las armas de una lucha que no es la nuestra!
La
lucha del fascismo es una lucha que sesga libertades, la nuestra las
recupera y restituye. La doble nacionalidad es un derecho histórico de
ciertos individuos y no supone en absoluto, ni per se, una doble moral.
Es un derecho que no interfiere con la lealtad más pura, que es aquella
brindada a los solos principios que la merecen y que no son propios ni
exclusivos de ninguna Nación: los principios universales del humanismo.
Porque de forma no sólo oportuna, sino eterna, la lógica más elemental nos informa que aquello que es común a varios países no puede ser una razón de antagonismo entre ellos.
Qué
más quisiera el pueblo ofendido que poder hacerles pagar su ofensa,
ahora mismo, de alguna manera, a aquellos miserables inmigrantes y
venezolanos apátridas que profesan abiertamente tan descomunal
infra-estima por sus semejantes. El pueblo, consciente y
revolucionario, no puede sin embargo fantasear con un despojo de
libertades ni abogar por un proteccionismo sectario que prive a otros
del derecho a la doble nacionalidad, condenando por omisión a aquellos
para quienes éste es un producto natural de sus vidas justas.
La
doble nacionalidad responde a un principio universalista
y revolucionario que reconoce dignamente la realidad del emigrante y de
su descendencia en el mundo. Constitucionalmente se presenta, en
nuestro país como en muchos otros, bajo la forma de un derecho
inalienable el cual sólo puede perderse mediante la renuncia voluntaria
del detentor.
No
es posible encontrar contradicción en la fidelidad simultánea a dos
naciones, a no ser que se trate de la contradicción que quisiéramos
encontrar en la propia historia de la vida del emigrante. Entonces
habría que obviar las razones que conllevan al hecho migratorio mismo y
prohibir tanto la emigración como la inmigración. Sólo así podríamos
ser consecuentes con el argumento según el cual existirían
contradicciones en la simultánea lealtad a dos naciones: eliminando al
emigrante...
La
lealtad a la patria es una actitud individual y colectiva relativa a
nuestra de identidad cultural, pero también a valores que pueden
trascender tanto el país de origen como el de acojo. El derecho a la
doble nacionalidad está basado en que el mundo es un territorio libre y
en que las naciones y los pueblos deben serlo también.
Claro
que ello no implica que debamos despenalizar, bajo ninguna
circunstancia, el abuso ni el irrespeto. Sin embargo, toda punición
debe ser posterior a la infracción, no anterior a la misma, lo cual
equivaldría a censura.
No
es porque en Venezuela tengamos mucha dificultad en llevar a cabo la
aplicación de los castigos contemplados en nuestras leyes por lo que
debamos terminar prefiriendo un endurecimiento las mismas,
desnaturalizándolas y haciéndolas reaccionarias. Habernos acostumbrado
a vivir con la impunidad merodeando entre nosotros no nos da derecho a
esa opción. Ir, además, en ese sentido tendría poquísima credibilidad
desde un punto de vista práctico, pues no es con una reforma de las
leyes que incrementaría nuestra capacidad de atrapar a los delincuentes
que las infringen...
Las
libertades no se otorgan, son derechos. No son decretadas, sólo se
protegen mediante leyes. Estas leyes son, ellas mismas, expresión de
esas libertades.
En
el fondo, son nuestras libertades quienes se protegen a sí mismas. Las
leyes son sólo los instrumentos de esa protección. Instrumentos que hay
que utilizar...
Tal
como la vida, cuyo objetivo es la vida misma, así mismo la libertad es
su propio soldado. Cuando es reprimida, ésta se rebela inexorablemente.
¡Está condenada a triunfar!
Es,
pues, mediante la ejecución de nuestros mandatos constitucionales, los
cuales son justos, que debemos hacer frente a los innumerables delitos
de que somos víctima, no a través de la adecuación negligente de
nuestra excelente Constitución al comodismo de nuestra ineficacia para
hacerla respetar.
El
episodio del atropello moral transmitido por Televen es un delito
hiperclaro contra la virtud de nuestro pueblo y viola el respeto a él
garantizado en nuestra Constitución. En vez de proponer cambiar ésta a
causa del abuso de unos cuantos, como quisiera hacerlo Luis Britto
García, y con ello caer en el fascismo negando la doble nacionalidad,
nuestro deber es hacer respetar nuestra Constitución.
Honorarla!
El
hecho no es siquiera de una complejidad jurídica extraordinaria,
simplemente deben abrirse las averiguaciones al respecto. Es ridículo
evadir, en cambio, esa responsabilidad constitucional tan básica y
querer sustituirla por una enmienda... constitucional!
Lo
dicho en estos párrafos es apenas es un punto de partida para
comprender la esencia y tradición del verdadero pensamiento
izquierdista, revolucionario. Se necesitan dos cosas principalmente
para mantener la llama: un asentamiento franco -para evitar derivar en
rumbos erráticos- en los fundamentos del humanismo (teoría), y una
resolución expedita en la defensa real de los preceptos manejados
(praxis).
Notemos,
mientras tanto, que en Francia y en Alemania (países de los cuales
desciende la macabra conductora del programa Balance) los productores
de tal emisión hubieran sido llamados inmediatamente a la corte por
bastante menos. A ese tipo de gente sólo les queda países como el
nuestro para poner en práctica su verdadera libertad de expresión.