El demonio de los detalles de la reforma

Desde el día que insurgió ante el país apoyé al líder revolucionario que se reveló aquel 4-F de 1992. Mucho antes, desde el partido URD, defendí la Revolución Cubana y me integré a los sectores identificados con el antiimperialismo y la doctrina socialista.

El Presidente Hugo Chávez ha dicho más de una vez que “el demonio está en los detalles”. Considero que el avance hacia el socialismo puede extraviarse por ese motivo, en especial ante ciertos aspectos de una reforma constitucional cuyo basamento es la voluntad exclusiva del líder e ideólogo de la revolución bolivariana.

Me preocupan detalles como el “parlamentarismo de calle”, con pretensiones de discusión abierta, en asambleas donde priva la faramalla y la disidencia se considera herejía.

No menos preocupantes son las amenazas presidenciales de retirar sus propuestas si la Asamblea Nacional hiciera cambios de importancia, algo así como: “Devuélvanme mi pelota, que se acabó el partido.” ¿Acaso no es esa la función de la AN?

El demonio está en planteamientos como el del cambio de nombre de la Guardia Nacional, proposición que, acertadamente, fue descartada. Por cierto, tampoco entiendo el detalle de las sanciones contra el diputado Ameliach. En teoría, al menos, el Presidente Chávez es integrante de un batallón del PSUV, partido que todavía no tiene autoridades electas y menos aún una comisión disciplinaria.

Lo que es imposible considerar un detalle es la reelección presidencial, cuestión que, por emocionante que sea, no es más trascendente que la consolidación del socialismo.

Naturalmente habrá quienes opinen que lo uno no puede ocurrir sin lo otro y alegarán que para que se implante el socialismo deberá ser Hugo Chávez, y nadie más, quien detente la Presidencia. Quienes así piensan podrán ser muy “chavistas”, mas no pueden catalogarse como socialistas serios, con suficiente formación ideológica y sentido común para el activismo político.

Los cambios revolucionarios emprendidos desde 1999 han gravitado hacia un socialismo adaptado al inicio del siglo XXI y a nuestras características geográficas, económicas y sociales. Entre estas, algunas se derivan de la tradición republicana propia y las de procesos históricos como la Revolución Mexicana cuyo lema fue: “Sufragio efectivo, no reelección.”

Las reelecciones presidenciales han sido funestas en nuestro medio. Incluso las reelecciones no inmediatas o alternas, como las de CAP y Caldera, resultaron desastrosas para el país.

Con toda sinceridad aceptaré gustosamente el liderazgo del Comandante Chávez frente a este proceso, sin que importe el cargo oficial o la posición que ocupe. Su jefatura es indiscutible y reconocida por amplios sectores de la población, entre ellos los pobres y los partidos de izquierda, incluyendo los ortodoxos del PCV.

Lo que no parece prudente es que la jefatura del gobierno en un régimen socialista moderno se convierta en un monopolio individual, ejercido sin una directiva colegiada en lo político, o en una Presidencia con poderes desmesurados y distantes del equilibrio aconsejable entre las instituciones republicanas.

Es muy probable que la reforma constitucional, cuya trascendencia ameritaba la elección de una Asamblea Constituyente, pase sin correcciones ni enmiendas por la AN. También es factible que la misma se apruebe en un solo paquete mediante un referendo convocado a toda velocidad.

En mi caso las aceptaré con disciplina y sin protestas. Sin embargo hay victorias que, lejos de fortalecer, debilitan.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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