Justamente, cuando los grupos opositores venezolanos afilaban su daga para clavarla en el corazón de la reforma y asesinar el alma y la conciencia revolucionaria, una brisa suave pasa lenta por los cielos de Caracas. Con ella vienen los ecos de la mediación, hermanos de la paz y la vida, que sin esfuerzo alguno saltaron la verja de Miraflores y entraron sin temor al despacho presidencial. Desde el fondo y en un tono agudo se escuchó una voz que dijo: ¡Adelante, desde hace mucho tiempo los esperaba! De inmediato, como en representación de millones de ecos, en cada rostro imaginario se fue dibujando una sonrisa y con voz entrecortada apenas pudieron responder: Nosotros también te buscamos por todos lados y al fin lo hemos logrado.
Las palabras recobraron vida y el compromiso de avanzar en un acuerdo humanitario llenó de luz el salón. Otra historia era posible, otra historia se iniciaba. Ya casi amanecía y los gritos de paz y libertad empezaron a escucharse por toda América Latina. El viento helado, impregnado de rocío revolucionario comienza la marcha victoriosa y va por todos lados. Desde las cumbres nevadas de Mérida, salieron en intrépido vuelo las imaginarias águilas blancas de Tulio Febres Cordero, iban apuradas rumbo al santuario de Monserrate, ubicado en una montaña cercana a la ciudad de Bogotá, a anunciar que los vientos de paz estaban naciendo.
Tembloroso y con el rostro pálido, Carmona marca el número secreto para dar la noticia. Al igual que el 13 de abril de 2002, todos quedaron petrificados. No lo podían creer. Sudorosos y apresurados uno a uno se van retirando, maldiciendo quizás a los dioses del puntofijismo por no escuchar sus ruegos de volver todos a la cuarta república. El filósofo, en un severo ataque de lucidez vislumbra de inmediato la república federal del gran lago; en tanto, el tal comando de la resistencia, comienza a diseñar su calendario de real resistencia, por lo menos con cálculos hasta el 2027.
Dicen que las águilas imaginarias de Tulio Febres Cordero regresaron de madrugada. Venían cargadas de sueños, con escarchas blancas en sus alas como símbolo de paz. Y de verdad, tal como lo dijo el presidente Chávez después de la reunión en Hato Grande: “Esperábamos una respuesta directa y llegó esta madrugada. No puedo adelantar detalles, porque debemos obrar con mucha calma y paciencia y uno debe buscar un punto en el cual se abran las puertas para la liberación de todos esos compatriotas”.
Y eso fue lo que ocurrió, un abrir de puertas, un abrir de los tranqueros que impiden a diversos sectores colombianos encontrar puntos de encuentros para la paz. Ahora, Marulanda y Raúl Reyes deben ir quitando el alambrado para que Hugo Chávez, el líder revolucionario, el emisario de la paz, logre la misión y pueda abrir de par en par las puertas de Hato Grande. Así crujan las bisagras y se infarten los opositores de aquí y de allá, esas puertas deben permanecer abiertas.
*Politólogo
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