¿Por qué perdimos el referendo?

Ya es noticia que recorre el mundo la derrota de la reforma
constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez. Lo que procede
ahora no es intentar matizar la misma, sino analizar las causas de una
situación que no estaba en los cálculos de quienes militamos en el
proyecto revolucionario, y trabajar duro, muy duro, para revertir lo que
pareciera una tendencia peligrosa para el futuro de la revolución.

Con seguridad algunos afirmarán que dentro de la derrota surgen aspectos
positivos como lo es el que el Consejo Nacional Electoral diera ante los
ojos del mundo una contundente demostración de transparencia y respeto a
la voluntad popular. Esta verdad, sin embargo, es coyuntural y será
lanzada al cesto de la basura en el próximo proceso electoral; pues los
dueños de medios que dirigen la oposición venezolana no abandonarán la
estrategia del chantaje y la descalificación del árbitro como herramienta
de lucha contra el gobierno que preside Hugo Chávez.

El reconocimiento, después de ocho años, de la constitución vigente, por
parte de la oposición, es otro hecho que podría ser definido como un
resultado positivo del proceso refrendario. Sin embargo, tenemos la
certeza de que dicho reconocimiento fue simplemente una estrategia
electoral y que la oposición continuará violando la constitución como
hasta ahora lo ha hecho.

El esfuerzo deberíamos, entonces, dedicarlo a evaluar cuales fueron los
elementos que influyeron en la derrota, como única vía de desarrollar
estrategias destinadas a retomar el camino de la victoria. En este
sentido dedicaremos las próximas líneas a dar nuestro humilde aporte a la
discusión:

Lo primero que tenemos que tener en claro en el análisis es que en la
sociedad venezolana hay diferentes niveles de conciencia revolucionaria,
pero que el voto del compatriota filosóficamente claro tiene el mismo
valor que el de aquel al que la política le tiene sin cuidado. De hecho,
las asambleas del PSUV parecieran indicar que la mayoría de los
aspirantes respaldan al Presidente pero no están dispuestos a participar
activamente en la política y su discusión.

A una buena parte de ese sector le pareció un contrasentido que nos
planteáramos reducir la jornada de trabajo en cuatro horas semanales, al
mismo tiempo que permitiéramos que especuladores y acaparadores le
condenaran a permanecer mucho más de ese tiempo en una cola para obtener
azúcar, leche, pollo, carne, papel higiénico o cualquier otro producto.
No son pocos, por otra parte, los molestos por haber visto mermado su
ingreso familiar como consecuencia de la ineficiencia de un funcionariado
que día a día entrega un torrente de dólares a empresarios privados,
cuyas importaciones son vendidas al pueblo como si los dólares hubiesen
sido adquiridos al precio del mercado negro.

Barrio Adentro, Mercal, La Misiones Róbinson, Ribas y Sucre y otras
brindan, sin lugar a dudas, grandes beneficios al colectivo pero ya no
surten el impacto de un par de años atrás. El pueblo, en justicia, ya las
observa como algo normal y exige nuevas ideas y beneficios que parecieran
no terminan de concretarse.

Como si fuera poco, por causas que el colectivo no termina de entender,
dichas misiones tienen hoy muchos problemas que le restan eficiencia.

Por millares se cuentan los venezolanos que interpretan que el Presidente
ha perdido su contacto con el pueblo y está más dedicado a la política
internacional. Para colmo, parecieran estar convencidos de que en quienes
ha delegado responsabilidades no son lo eficientes y diligentes que
debieran.

En el entendido de que la política internacional es vital para esta
revolución, necesario es encontrar fórmulas para evitar que esa
apreciación del pueblo siga tomando cuerpo.

La campaña comunicacional es hoy más ineficiente que nunca. Sería de
necios el negar que fuimos incapaces de contrarrestar las matrices de
opinión destinadas a sembrar miedo en la población con temas como la
perdida de la propiedad privada y la patria potestad de los hijos.

La violencia de la oposición y el manejo que de ella han hecho los
medios, más allá de convertirse en elemento desestabilizador, ha generado
una angustia en la población que culmina dando la sensación de que se
tiene un gobierno débil que e incapaz de procesar judicialmente a quienes
constantemente violan la ley.

La delincuencia no parece tener freno y la bendita ley de policía
nacional no termina de ser implementada. El manejo que de este problema
ha hecho la oposición ha arrojado resultados positivos para ellos y por
supuesto a afectado la confianza y el respaldo del pueblo al gobierno
revolucionario.

Seguiremos a futuro ahondando en este tema. Por ahora, se nos termina el
espacio.

Culminamos reafirmando nuestra convicción de que estos problemas pueden
ser superados con trabajo y más trabajo y que esta revolución es
indetenible. No será la pérdida de esta batalla la que nos hará perder el
camino.


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Alexis Arellano


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