Resulta incomprensible que el presidente Chávez, el mismo que manejó situaciones como la del golpe de estado de abril del 2002, la Plaza Altamira, el paro petrolero, las guarimbas, el referendo revocatorio y la Batalla de Santa Inés, tenga hoy tan precario análisis sobre la derrota electoral del domingo 02 de diciembre.
No sabemos de dónde sacó el presidente que la totalidad de los 7,3 millones de votos chavistas de diciembre del 2006, son de revolucionarios anti-imperialistas con conciencia de clase, lo cual resulta ser una afirmación fuera de lugar para un analista social como lo es él. Utilizar una premisa falsa para analizar un fenómeno histórico cualquiera, inexorablemente nos conduce a una conclusión totalmente equivocada. Por ello debemos alertar al presidente Chávez de este craso error que está cometiendo, ya que de seguir en el mismo pudiera hacernos perder el rumbo de la revolución que él mismo dirige, parafraseando sus propias palabras emitidas el jueves pasado.
El fenómeno electoral de diciembre de 1998 reflejó algo más que una simple victoria electoral. Por primera vez los sectores excluidos y exprimidos por el capitalismo salvaje, vieron en la figura del presidente Chávez la posibilidad de reivindicar derechos elementales de todo ser humano. Los millones de venezolanos que se volcaron a votar por él ciertamente no lo hicieron por el socialismo, sino por el derecho a un empleo digno, el derecho a la escuela, el derecho a la salud y el derecho a la vida. Chávez con su discurso de plena empatía con los sectores populares logró en sus primeros meses de gobierno lo que no pudo ningún dirigente de nuestra izquierda durante décadas, es decir, llevar un mensaje donde el pueblo más humilde era el centro de su discurso y de su accionar político. Ahora los pobres se sentían reivindicados por un gobierno que ya no los reprimía, que implementaba el Plan Bolívar 2000 para hacer obras sociales en los barrios, y atendía urgencias médicas de los pobres llevándolos inclusive fuera del país para su atención. Ahora se hacía una nueva constitución no entre cuatro paredes de oficinas lujosas de abogados de la oligarquía, sino que se le consultaba al pueblo de su disposición a una constituyente y después se le volvió a consultar para la aprobación del documento final de lo que hoy es nuestra Constitución. El pueblo se sentía participando de las grandes decisiones del país, hecho que históricamente nunca se había registrado. Ello pudiera explicar la reacción de ese pueblo el 12 y 13 de abril del 2002- a costa de arriesgar su propia vida-, a pesar de que todavía en ese momento el gobierno no había implementado sus principales programas sociales.
Durante el paro empresarial y petrolero, las masas populares sintieron en carne propia la embestida de la clase dominante, de la gran burguesía en perfecta coordinación con el capital internacional. Los sectores más débiles de la sociedad fueron los que más sufrieron por la ofensiva oligárquica, pero aprendieron también de ello. Se sumergieron- posiblemente sin darse cuenta- en un discurso anti-capitalista donde identificaron a sus enemigos inmediatos, esos mismos que le habían hecho un daño terrible durante el paro: los sectores empresariales, la burocracia sindical, la meritocracia ligada a las transnacionales, los partidos políticos tradicionales y los medios de comunicación privados. El nivel de conciencia de nuestro pueblo durante el paro petrolero dio un verdadero salto cualitativo, aunque hay que precisar que el discurso anti-capitalista y anti-oligárquico en el que comenzaba a sumergirse nuestro pueblo, todavía no tenía conexión conciente con el planteamiento de una sociedad socialista.
Durante el referendo revocatorio del 2004, el movimiento popular puso en tensión todas sus energías. Estaban en juego no sólo los programas sociales del gobierno- implementados con fuerza desde el primer trimestre del 2003-, sino también algo que a nuestro parecer lució más importante: Chávez ha sido el único presidente que le ha dado un lugar digno y especial a los excluidos de siempre. El pueblo se siente reconocido por las leyes, por el gobierno, reclama por sus derechos y no le responden con balas como ocurría en la IV República. Y ese movimiento popular, todavía sin conexión con el socialismo, logró defender sus intereses a capa y espada, y ganar muy holgadamente un histórico referendo que al final se convirtió en aprobatorio.
Llegamos a las elecciones presidenciales del 2006 donde el movimiento chavista logró su máxima victoria electoral: casi dos de cada tres votos fue para el presidente Chávez. Por otro lado, el presidente realizó una campaña electoral donde su consigna principal fue la del socialismo del siglo XXI y eso le dio a la victoria electoral una connotación cualitativa que no debe dejarse pasar como desapercibida, sin embargo, también hay que decir que el presidente Chávez se refirió a un socialismo que no logró describir muy bien a los 7,3 millones de votantes chavistas: socialismo son las misiones; socialismo es la entrega de casas a los más pobres; socialismo es la creación de una empresa de producción social; socialismo es la distribución de alimentos a precios subsidiados. Y nosotros nos preguntamos, ¿es eso realmente socialismo? ¿Es eso lo que el chavista de a pié percibe como socialismo? Es posible, porque en el momento en que la Reforma Constitucional propuesta al pueblo toca puntos distintos a éstos como las diversas formas de propiedad, o la nueva geometría del poder, entonces surge una duda razonable porque inmediatamente viene la ofensiva mediática del gran capital donde se nos dice que se nos va a quitar nuestra vivienda, o que nuestros hijos no podrán heredar nuestras propiedades, que los gobernadores y alcaldes ahora serán elegidos a dedo por el dictador, o que ese mismo dictador nos va a quitar la patria potestad sobre nuestros hijos. ¿Y la contra-propaganda de la revolución? Muy bien gracias, dando tumbos y errando en forma recurrente. Ahí sí debería buscar culpables, presidente Chávez, como en muchos de sus colaboradores que los agarraron con los pantalones abajo con el acaparamiento y desabastecimiento inducido por los grandes grupos económicos distribuidores de alimentos, en perfecta coordinación con la campaña mediática sobre el socialismo cubano que se piensa implantar, con tarjeta de racionamiento y todo.
Nos hizo mucho daño también el exceso de confianza y, sobre todo, el exceso de confianza transmitido por usted. En plena campaña usted se fue varios días para Chile, otros tantos días para Francia e Irán, y estaba chingo por irse a las selvas colombianas a hablar con Marulanda, como si este fuera un Lenín resucitado. No señor presidente, los tres millones de votos chavistas que se quedaron en sus casas- y que no se unieron a los 4,4 millones que votaron a favor de la Reforma- no son los responsables de la no victoria. Busquemos más bien entre los que tenemos responsabilidades de trabajar diariamente con el pueblo, entre los que teníamos la tarea de entusiasmar y enamorar con la reforma constitucional a esos tres millones de chavistas. Busquemos entre los que tenían la responsabilidad de apoyarnos durante la campaña con una política comunicacional demoledora de mentiras, y que al final resultó ser todo un fracaso. Finalmente, señor presidente, busquemos responsables entre su entorno y colaboradores que quedaron obnubilados ante una campaña siniestra y mentirosa de la más rancia derecha económica y política, campaña que por lo demás era más que previsible.
Por ahora no pudimos, como usted muy bien lo dijo. Corrijamos nuestros errores y sigamos construyendo la nueva sociedad en ese batallar diario sin descanso. Preparémonos para nuevas batallas hermosas, y no demos tregua hasta alcanzar esa sociedad justa por la que tantos compatriotas han ofrendado su vida.
bujandab52@hotmail.com