Expulsión de ideas (o pensamientos de alto riesgo)

La ambigüedad ideológica en la cual patina el proceso no es más que el resultado del avance de la derecha endógena que ha hecho metástasis. Cada ente, cada elemento que ha surgido al calor de los cambios revolucionarios ha sido infestado de los casi populares neo adecos, boliburgueses, pomalacos o como usted quiera llamarlos, que simple y llanamente son personas de carne y hueso que luego de asirse del poder que tuvieron sus antecesores puntofijistas, han devenido en truculentos especimenes estructuralmente capitalistas, envueltos en parafernalia revolucionaria.

Hablando con el autor de mis días, hemos coincidido en como pasamos de un estamento político a otro (de la cuarta a la quinta república) que si bien desató profundas transformaciones en los distintos ámbitos de la vida nacional, en algún momento algunos de sus impulsadores, desistieron en la erradicación de vicios trastocados en cultura, de usanzas barnizadas de modales y de truculencias aceptadas como principios. O simplemente revelaron su identidad secreta. Somos tan humanos.

Si usted lo piensa bien, el poder político real está en manos militares y de un grupo civil muy selecto cuyo principal crédito para sustentarlo es haber sido protagonista de una u otra forma en las explosiones sociales de las últimas tres décadas. Como corolario, en diez años de revolución el poder popular no ha sido transferido a su verdadero y legítimo dueño. Crearon fama y sucumbieron ante Morfeo ¿Es acaso temerario decirlo? Si nos callan con expulsiones, hablarán las piedras.

Esta derecha endógena (no estoy muy de acuerdo con el término “endógena”, pues derecha es una sola y siempre he sabido donde está) cunde doquiera (Ministros, Viceministros, presidentes de institutos autónomos, gobernadores, alcaldes, etc.) y han conformado una “elite socialista” que ha traicionado al pueblo. Ya basta de idioteces: HAN TRAICIONADO AL PUEBLO.

Prueba irrefutable de ello es lo sucedido con la propuesta de reforma constitucional. La derecha enquistada en la revolución hizo contrapeso político para evitar que se acuñara dicha transferencia. Impidió que el poder constituyente inundara el coto cerrado del poder constituido, su territorio de caza, ayudados por las paroxísticas viudas mediáticas.

Hoy sucede lo mismo con el partido. Aun no nace pero ya tiene cazadores de brujas; no están definidos siquiera sus estatutos pero ya cuenta con inquisidores. ¿Cómo no ver con escepticismo su conformación si se le da a un gobernador el poder de decidir sin consulta quien está y quien no? ¿Por qué ha sido premiado ese gobernador con ese poder de decisión, si es la cabeza política de un estado donde perdimos el referéndum? ¿Por qué no han sido expulsados los funcionarios que presionaron en los batallones e impusieron a voceros y delegados, si fueron hechos públicos y notorios? ¿Es aceptable un chiste -tan malo que no provoca risa sino burlas- como respuesta a la denuncia?

Existe otro elemento que perturba la conformación del proceso revolucionario y es la distorsión comunicacional entre el Presidente y el Pueblo. Sonará duro pero es real: El liderazgo del Comandante es indiscutible, sin embargo se le ha endilgado el don de la ubicuidad. Se ha pretendido que el presidente lo sabe todo y está en todas partes. Bajo ese esquema se ha venido conformando una comunicación de una sola vía que es entorpecida constantemente, insertando ruido a la voz del Pueblo. Casi aceptamos que si él no está, nada funciona, nada avanza. Con excepciones, la prevaricación campea a diferentes niveles gubernamentales. Cuando el Pueblo trata de comunicarlo, la información se desvía, se acalla o se disuelve en los “anillos de poder” que cercan al Líder.

El Comandante podrá estar conciente de eso, pero los enemigos internos del proceso también. Ese endiosamiento ha sido capitalizado por ellos de tal manera que aunque son fustigados constantemente en sus alocuciones por su ineficiencia, falta de ética y compromiso, hacen caso omiso sencillamente porque no temen represalias. De allí surge el llamado Chavismo sin Chávez.

Peor. En cuanto han asimilado que el tigre no es tan bravo como lo pintan y que pueden desfalcar el erario público impunemente, se sienten cual reyes. En cuanto atisban que pueden tener doble vida, socialista y capitalista, se produce una levedad en su voluntad y compromiso hacia el Pueblo, tildado como “Chavismo Light” por la oposición. Las hienas oligárquicas huelen a un “Chavista light” a leguas y viceversa; allí comienza el devaneo perverso que termina en entregas furtivas tras las talanqueras del proceso.

La revolución, como he dicho en principio, ha avanzado y ha transformado el País. Ha estremecido la superestructura conformada durante el siglo pasado y ha propiciado un cambio político indiscutible. Pero la arremetida de las fieras oligárquica e imperial no ha sido menos contundente. Hemos permitido que el enemigo restañe sus heridas y el perdón -para variar- fue seguido de traiciones, de nuevas osadías golpistas y desestabilizadoras. A la sazón y como resultado indeseable de tales ejemplos, la nueva burguesía revolucionaria interpreta que dos ideologías contrapuestas pueden congeniar en una especie de oximorón filosófico. Tal alquimia es posible cuando se maneja el poder con doble intención. “Hasta aquí soy revolucionario, de ahí hacia allá mi familia, mi mujer y yo somos pitiyanquis”. He dicho que debemos tener el coraje de extirparnos nuestras propias pústulas, so pena de fenecer llagados.

Hasta el año 1.999, el Poder Popular solo pudo expresarse como estallido social pues los caminos democráticos solo se abrían para el show de la guanábana electoral cada cinco años y luego se cerraba. Si bien ahora existen entes comunitarios y hasta Ministerios para su desarrollo, no terminamos de echar abajo la superestructura.

Pero hay más. Existen debilidades ideológicas profundas sobre el socialismo del siglo XXI. Lo que es antítesis de la revolución es tildado de “incongruencia” dentro de los esquemas de trabajo del congreso fundacional del PSUV. Este síndrome que sí puede catalogarse como endógeno se evidencia en la vacuidad de propuestas de la dirigencia y en lo que el mismo líder ha llamado, un “engatillamiento del pueblo”.

El resultado es desorganización. No hablo de personas sentadas alrededor de una mesa discutiendo sobre el último Aló Presidente. Se trata de conciencia, de autodeterminación y de la conformación del partido. No es la invención del agua tibia, de hecho parafraseo a la luminosa polaca Rosa. Pero la vigorización de esta trilogía es fundamental para el reemplazo de esa elite. Para que de una vez por todas la toma del poder por parte del pueblo sea real y efectiva. Ese es el objetivo fundamental de La Revolución.

Se acerca la más crucial de las batallas electorales. Observo lo siguiente: Los candidatos los escoge Chávez o las bases del partido. Pero la elite ya tiene a los delegados cual cobayas de laboratorio, encerraditos para ponerle las bridas y las gríngolas. Los batallones y circunscripciones tienen que llamar a sus delegados para decirles que la voz del Pueblo es la que manda, no el cogollo neo adeco.

Mientras damos prioridad a lo urgente y no a lo importante, mientras permitimos que esa elite nos agreda con sus ínfulas de revolucionarios de primera, mientras asistimos impávidos a la arremetida discrecional de funámbulos gatopardianos, se nos cierran los espacios claves para erigir el Poder Popular. Ese torrente de miasmas quiere con su empuje desenlazar las manos de los dos caminantes imprescindibles para el avance revolucionario: El Comandante y el Pueblo.

Porque todo el mundo aquí sabe que solo el Pueblo salva al Pueblo, solo el Pueblo salva a Chávez.

pladel@cantv.net



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Plácido R. Delgado


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