El cielo de América Latina parece despejarse, poco a poco. Su encapotamiento se disuelve lentamente, como la neblina cuando comienza a recibir los rayos de la luz de la mañana. Siglos de miseria, de hambre, de ignorancia, de servir de lomo de carga, chapoteando en la inmundicia, en aguas negras, ranchos y favelas, como una pesadilla infernal que se corta en momento pico de terror y comienza un agitado despertar. Millones de miserables, sin amor y sin Dios terreno, comienzan a desentumecerse, a abrir los ojos, pero desgraciadamente no para mirar los encantos de la vida, sino a un enemigo cruel, dispuesto a jugarse la existencia, si es necesario, con tal de que nada cambie, de que se mantenga el mismo manantial del cual ha abrevado su insaciable sed de poder y de bienestar. Es lo que está comenzando a ocurrir en Latinoamérica y muy en particular, por ser vanguardia, en Venezuela.
La lucha está comenzando, pero no es fácil derrotar unas clases que han usufructuado en exclusividad las riquezas de nuestros países por décadas o siglos y que muchos, entre ellas, carecen de toda contención moral, de aseo intelectual, hasta el punto de declarar impúdicamente que hay que asesinar al Presidente de la República y de haber arriesgado fortunas para volver a obtener el poder, por medio de la violencia. Inversión que recuperarían del fisco nacional mediante el robo y los privilegios.
Pero las fuerzas populares y la Fuerza Armada unidas no son derrotables y es lo que está planteado en Venezuela en los distintos escenarios que podemos analizar, tomando en cuenta la voluntad popular por expresarse en el próximo Referéndum Revocatorio, en cualquiera de las siguientes situaciones:
Primera: La oposición no puede lograr las dos millones cuatrocientas mil firmas que exige el artículo 72 de la Constitución vigente. En este caso se tratará de boicotear el referéndum, utilizando los medios de información a su alcance y la alcahuetería de muchos organismos internacionales, como la famosa SIP, cuya moral recuerda los trágicos amores de Calisto y Melibea y otros que defienden los derechos humanos y la democracia, siempre y cuando sean plantas de su propio huerto.
Como la oposición aceptó el referéndum porque no pudo consumar el golpe de Estado, que era y es su verdadera intención, con la firma quedara estampada, con huellas digitales, la verdadera voluntad del firmante.
Segunda: La oposición pierde el referéndum porque no logra la cantidad de votos que supere los obtenidos por el Presidente en la votación cuando fue elegido. Esta situación podría no producirse, porque para el momento de las votaciones ya se conocerán anticipadamente los resultados y serían boicoteadas, con ayuda mediática, de la OEA, de las comisiones de los derechos humanos, de los voceros de las grandes potencias, y por supuesto, de la inmaculada SIP.
Tercera: De perderse el referéndum, el Tribunal Supremo de Justicia tendría que dictaminar si el Presidente actual puede ser nuevamente candidato. La Constitución vigente no lo prohíbe, expresa o tácitamente, como tampoco lo establece en el caso de falta absoluta por renuncia, según lo pautado en el artículo 233, y que desde hace tiempo ha podido decidir el Presidente para contarse y acabar con el intento de caos que ha pretendido llevar a cabo la oposición. Fui siempre partidario de esta salida constitucional, pues permitía una confrontación de candidatos. En los sistemas parlamentarios es común la renuncia del gobierno y del parlamento a fin de ratificar o cambiar sus integrantes. Además, un viejo aforismo romano, fundamento aún del derecho moderno, sostiene: todo lo no prohibido o estipulado por la ley, puede hacerse. Si ese fuera el caso, sería interesante descubrir que haya un venezolano capaz de creer que en unas elecciones entre el Presidente y otro candidato, con nombre y apellido, este pueda triunfar. En primer lugar los treinta días que establece la Constitución para celebrar las nuevas elecciones, no es tiempo suficiente para que los candidatos de la oposición se saquen los ojos, los unos a los otros. Hoy existen decenas de aspirantes. Y en segundo lugar, cuesta creer, dada las manifestaciones de incapacidad demostradas por la oposición, como el fascista golpe de Estado de abril, la criminal huelga petrolera, el lock -out, el ridículo referéndum consultivo, la festiva bufonada de Altamira, etc, que la situación pueda cambiar si los personajes y las ideas - si es que ha existido alguna- son los mismos.
Cuarta: Si el Tribunal Supremo de Justicia dictaminara, por libre albedrío, que el Presidente no puede ser candidato, en este caso podría serlo, el actual Vicepresidente, por el resto del periodo, con el apoyo de Chávez, y éste ser elegido por los dos periodos sucesivos, por cuanto el revocado no se contaría.
Quinta: Chávez es un fenómeno político de estos tiempos, de la madurez de unos países sufridos y humillados, del despertar de los pueblos, dispuestos a tomar en sus manos su destino o ¿ es que acaso el despertar de Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia, y la actual ebullición de otros pueblos son meras coincidencias?. Ni siquiera el asesinato del Presidente, anhelo de muchos de la oposición, - incluyendo a intelectuales - por repugnante y depravado que parezca, puede cambiar el curso de la historia que ya tomó el país en sus manos. Ni siquiera la mortandad que ocasionaría tal ruindad lo lograría. La oposición no tiene mas alternativas que el boicot del revocatorio.
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Lisboa, octubre de 2003