La computadora (y el vacilón de Interpol)

Supuestamente eran tres y no una las máquinas portátiles –marca Toshiba-de Raúl Reyes. Y lo más curioso de todo es que eran blindadas. Por lo que aguantaron las bombas norteamericanas de gran potencia que arrasaron el lugar donde se hallaban. Sin duda un éxito para la empresa fabricante a la que le resultaría regio un slogan publicitario como éste: "Única laptop en el mundo a prueba de bombas".


Decido asesorarme con un viejo amigo. Auténtico genio de la computación. Zamarro él y siempre atento al requerimiento de las amistades. Lo primero que me dice es que cuidado y lo menciono por su nombre. "Tu sabes que tengo parientes en Colombia", comenta enigmático. La advertencia es obvia: no quiere problemas. Pero se muestra dispuesto a ayudar. Le explico que desde que se habla de la computadora incombustible del líder guerrillero me acosa la curiosidad. ¿Es posible que sea a prueba de bombas?.

¿Es o no manipulable? Son las preguntas que me hago.

El amigo me convence que no hay misterio. Y pontifica: "Una de dos, o la computadora sobrevivió el ataque por obra de un milagro, y recuerda -acota con picardía- que los santos hacen milagros; o bien la manipularon".

Pero admitiendo que es la misma, él se prodiga en una serie de explicaciones técnicas que a duras penas entiendo. La operación es sencilla, explica.

Ejemplo: Un especialista que reciba una computadora para ser manipulada debe extraer el disco duro y sacar una copia exacta del disco en uno físicamente igual (copia espejo o "mirror imagen"). El disco original debe almacenarse y el trabajo siguiente hacerlo con la copia, instalando ésta como disco secundario en una computadora distinta a la original para aislar la información copiada. Algo más: todos los archivos del disco duro pueden ser alterados (fecha y horas de creación, modificación o eliminación). Con las herramientas adecuadas se puede escribir cualquier tipo de información en cualquier sitio del disco duro.

La única manera que tiene el dueño original de la máquina, para saber si su disco fue manipulado –en este caso no lo puede hacer porque está muerto–, es comparando el disco original con una copia espejo creada en el momento en que la computadora salió de sus manos. Una vez manipulada la información original, se pueden grabar los cambios en el disco duro que se extrajo al principio. El dueño de la máquina tendría que ser cuidadoso -tampoco puede serlo porque después que uno está muerto no es posible- si quiere detectar posibles cambios en el contenido de su disco.


Y remata mi amigo: "Te aseguro que si la computadora no está en manos de una persona de confianza las 24 horas del día, es imposible garantizar la integridad de la información.

Salvo que busques a Interpol.

Lo cual es fácil mojándole las manos a esa gente". Calla y agrega: "Si quieres te arreglo una computadora con la información que quieras, ejemplo, sobre Uribe. Con la ventaja que no tendría que inventar nada". Y se despide. Después escuché a Ronald Kenneth Nobles –debe ser Nobles Uribe-leyendo el Informe de Interpol, más parecía un funcionario del gobierno colombiano que de un organismo internacional independiente. A partir de hoy, en vez de usar el refrán "más falso que saludo de alcabala", utilizaré el de "más falso que informe de Interpol".


Democracia ayer y hoy

Cuando escribo sobre este tema recuerdo el dicho de que "la verdad del pastel es comérselo". La verdad de la democracia –y de ser demócrata– está en la práctica; no en el discurso.

Quienes son demócratas de verdad se prueban en la realidad. En las chiquiticas. Cuando se desbordan las pasiones y se extreman los enfrentamientos. Los presidentes de la Cuarta República, todos ellos embalsamados en olor de democracia, reaccionaron ante situaciones difíciles con el autoritarismo represivo típico de los dictadores. Sus gobiernos asesinaron, torturaron, persiguieron y exiliaron a más personas que las dictaduras que Venezuela padeció a lo largo de su historia. La comparación estadística es macabramente aplastante en contra de la democracia puntofijista. No lo digo por decirlo. El reciclamiento democrático del que es objeto Rómulo Betancourt, auspiciado por los fieles adoradores que sirvieron con él y por los tránsfugas que se le han sumado, no puede tapar los abusos de todo tipo de que fueron víctimas miles de venezolanos durante su mandato. No se trata sólo de la infame frase que profirió en un momento que algunos le atribuyen al estado de ofuscación en que se hallaba, "disparar primero y averiguar después", que tanta sangre y lagrimas provocó, sino de la concepción punitiva que difundió respecto al ejercicio y particular interpretación del "poder democrático". Fue él quien estimuló la más virulenta ofensiva contra el movimiento popular para garantizarse estabilidad; quien arremetió contra los sindicatos; dividió varias veces a su partido, AD, y prácticamente militarizó con ropaje civil a la política. Betancourt fue el padre de lo que pudiéramos llamar la "democracia pentagonal", estrechamente asociada a la potencia imperial, la que introdujo en el país los procedimientos económicos, sociales y de seguridad más despreciables, concebidos en el laboratorio de la Escuela de Las Américas y los centros de inteligencia transnacionales. La política que emerge del quinquenio betancurista se extendió a los sucesivos periodos constitucionales de la Cuarta República.

Betancourt plantó el árbol que creció en los gobiernos de Leoni, Caldera, Pérez, Herrera, Lusinchi. En ellos hay un hilo conductor que los identifica con lo esencial de tan funesta herencia.

Que no es otra cosa que la segregación social, la persecución política y la desnacionalización del país.

Pero quienes sirvieron a esos gobiernos y sacralizan a los que los dirigieron; los que reivindican supuestas bondades de una democracia corrupta y represora, reaccionan ante cualquier comparación entre aquella experiencia y la que hoy vive Venezuela. Más allá de errores y fallas en el presente, hay una distancia abismal que desnuda la verdad entre los valores que en la actualidad se cultivan y los antivalores del pasado. No quiero reseñar en detalle tales diferencias. Sólo apelo a algo que distingue a la tendencia progresista que hoy se abre paso en Latinoamérica, a la actual concepción acerca del ejercicio de la democracia, de lo que sucedía años atrás. A personajes como Chávez, Morales, Correa, Ortega, los Kirchsner –y hasta Lula y Tavaré– se les acusa de autoritarios y de subestimar valores como el sufragio y los derechos humanos. En mi opinión, más bien se ha dado una revaluación de esos valores. Por ejemplo, la figura constitucional del revocatorio del mandato popular, que se probó en nuestro país y ahora se repite en Bolivia; la vuelta al poder de Ortega en Nicaragua por la vía electoral; los triunfos de Correa, Lula, Tavaré, Lugo, confirman que se ha producido una revitalización de la institución del sufragio que los demócratas puntofijistas prácticamente condujeron a la tumba, y el fortalecimiento de los cambios sociales en libertad y con absoluto respeto de los derechos humanos, antes conculcados. Ahora hay un talante democrático que antes no lo hubo: que sólo existió en los discursos.

jvrangelv@yahoo.es


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

 jvrangelv@yahoo.es      @EspejoJVHOY

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