¿Señores de la sociedad venezolana, qué debo hacer para que me inhabiliten? Soy mayor de edad, padre de familia, blanco, ojos nini, sin medios de fortuna ni por arriba, ni por abajo, jubilado, pobre y por desgracia honesto sin malas mañas, me gusta la dolce vita con o sin tarjetas bancarias, siempre perfumado y nunca he tenido aspiraciones de líder, menos de gobernante en cualquiera de sus ramas. Me gustan todas las mujeres, aspiro algún día tener un harén, eso si me llegan a inhabilitar de lo contrario en el infierno.
Como está de moda eso de las inhabilitaciones y hay muchos “políticos” de por medio, administradores o ¿malos administradores de la cosa pública? Famosos algunos o por los menos, prepotentes y adulantes, facinerosos y arrogantes, guapos y apoyados, poderosos y ruines, odiosos y amorosos, vulgares y dilettantes.
Yo encuadro en alguno de ellos, por lo que tengo opción de aspirar aunque no llegue, no importa, mi gran ilusión es competir, si me dan el comodín también lo acepto, porque soy conformista reformado del presente, pero no más de tres años de castigo de inhábil, que el mañana está a la vuelta de la esquina y los deseos con rango me apuran al futuro que como cualquier humano está lleno de compromisos.
Mis asesores los tengo bien blindados en la punta de la lengua, pues de allí no se me olvidarán ni me los descubrirán si me voy de boca en cualquier medio de la comunicación que, como digno aspirante tengo el sagrado derecho de acuerdo a las leyes y al orden institucional que me protegen como ciudadano bolivariano.
Con la mayor seriedad de mi conciencia me encaramelo con la dulcería que me cubre para registrarme en cualquier partido político, entiéndase de izquierda, derecha o centro, tengo la habilidad suficiente para infiltrarme de camorrero con carné y mandar al que controla para la porra al aferrarme a mi constitución que es mía cuando me apoya de lo contrario me repugna.
Entonces, agradezco de todo corazón al que corazón tiene, que me permita llevar a feliz puerto con o sin argumentos, el fin penúltimo de este mi lema: “Me los llevé por delante como buen inhabilitado, porque el que me inhabilitó bien inhabilitado debió ser”, parece un trabalenguas y como punto de apoyo tendré mis fans de consignas rebuscadas: “Sigue a nuestro líder inhabilitado que por obra y gracia de fuerza mayor ha sido desinhabilitado, camina y no voltees, que te puedes tropezar y como consecuencia, caerás dos veces, y tú no eres Lázaro”.
Amigo, amiga mía, despréndete de tus ideales ceremoniosos y dame la oportunidad de servirle a nuestra patria, pateando los caminos de la libertad sin fin y enarbolando la bandera del progreso continuista, apoyándome con un hermoso sí. ¿Podemos, claro que podemos? Hoy por mí mañana por ti, jamás lo olvides.
Permanezco hincado en ángulo de 45º aferrado al rosario de mi fe con la esperanza que más temprano que tarde me llegue el visto bueno de la resolución que certifique mi nuevo status como aspirante a cambiar de epidermis en la tertulia política como hombre de paz, de unificados principios judiciales y morales.
¡Viva yo, el desinhabilitado! No me confundáis con los corruptos.
estebanrr@cantv.net