A Ignacio Ramonet sobre su artículo "Las tres crisis"

En su reciente artículo en Le Monde Diplomatique y Rebelión, Ignacio Ramonet enumera tres crisis actualmente; crisis financiera, crisis energética y crisis alimentaria.

Creo que son la misma, admirado Ignacio. Es una misma crisis. Es la crisis del poder económico sobre las poblaciones. Sobre los ciudadanos. Es una única crisis: la crisis que padecen las personas al sufrir los efectos de las inmensas acumulaciones de dinero circulando desde el sector inmobiliario al sector energético, pasando por la industria de la alimentación, con el único objetivo de obtener más beneficios, de engrosar el poder especulativo que esa masa de capital sea capaz de generar.

Efectivamente, tal y como expones en tu artículo, ocurre un deterioro de la economía real, un deterioro que tal vez sería más aproximado denominar aplastamiento de la economía real frente a la economía especulativa.

Hacia los años 80, los controles del capital habían prácticamente desparecido en los países ricos. Más tarde, en los 90, el ascenso del beneficio privado creció abundantemente, gracias al movimiento de capital especulativo, con sumas diarias del mismo que las estimaciones (ya nos gustaría conocer los auténticos valores reales) sitúan en torno a 1,5-2 billones de dólares diarios.

Estas sumas superan absolutamente los recursos de cualquier país europeo de primer orden económico, es decir, la riqueza que sus ciudadanos pueden producir. La economía real y productiva. Actualmente se estima que en la dinámica económica global sólo de un 5% a un 10% de la misma es real. El resto es masa especulativa. Esto lo debe conocer bien el Banco Internacional de Depósitos (una de las instituciones más conservadoras que existen).

El significado fundamental de tales datos es inequívoco: sociedades y países enteros trabajando todos los días han sido reducidos a un papel enteramente marginal frente a pequeños grupos de personas que poseen un dominio completo de la economía mundial.

En la década de los 80 la estructura se modificó adoptando la forma de concentraciones empresariales y actos de absorción. En los años 90 fueron las instituciones financieras las que reprodujeron estos comportamientos conformando grandes monstruos bancarios y moviendo sumas económicas superiores a los productos interiores brutos de muchos países juntos. Frente a esto no existe poder político, no existe institución transnacional con capacidad de intervención, con poder efectivo y real sobre ello.

Durante la década de los 90 la mayor parte de los países abandonaron el control de divisas, con ello dejó de ser necesario obtener la autorización del gobierno de los ciudadanos para cambiar moneda local en moneda extranjera o al revés. Como resultado, el volumen diario global de intercambios de divisas se ha disparado, pasando de 590.000 millones de dólares en 1989 a 1,88 billones en 2.004.

La capacidad de un país de controlar si el capital se mueve hacia dentro de sus fronteras o hacia fuera de ellas permite a su gobierno llevar a cabo políticas monetarias y tributarias para desarrollar el empleo, la economía y las políticas sociales sin temor a que la evasión de capital imposibilite estos programas. El gobierno electo de los ciudadanos ya no tiene poder sobre esto.

En esta coyuntura han situado a las democracias.

En EE.UU. la mitad de la bolsa está en manos del 1% de la población, una serie de personas absolutamente privilegiadas. El otro 50% es propiedad, casi en su totalidad, del 10% de la población; la aristocracia financiera. Y ya todos conocemos como va el mundo y la economía de sus habitantes en contraste con estos abrumadores datos que hace sentir diminutas a naciones enteras.

Todo ello fortalecido y sustentado a su vez por la red internacional de comercio de dinero negro, que se mezcla e invisibiliza cada vez más con la especulación “legítima”, el escenario internacional de paraísos fiscales (por encima de cualquier problemática social de cualquier país) y una evolución en las formas de ocultación que avanza cuanto mayor es la acumulación de dinero.

Las colosales sumas de dinero que son movidas vienen codificadas en contratos de tal complejidad que solo especialistas del “más alto nivel” saben manejar. El conocimiento requerido sitúa a los servicios de lucha contra la evasión y fiscalidad de cualquier país en una posición de acceso imposible: antes de que un sumario de cientos de páginas concluya, la opacidad del dinero ha mutado, detectándose sumas o rastros ridículos en la mayoría de las ocasiones, que nada tienen que ver con el grueso de las cantidades, que escapan de cualquier alcance oficial.

Estimado Ramonet, y en casi las dos últimas décadas el discurso económico oficial de la totalidad de las democracias occidentales, en voz de esos señores político-economistas programados en universidades que nada han tenido que ver con el interés público, ha sido el de las palabras “libre mercado”.

Un libre mercado que ha sido falso: el proteccionismo en los países occidentales, las políticas arancelarias de las economías más fuertes no han hecho otra cosa que todo lo contrario; impedir un escenario en el que la oferta y la demanda contuvieran unos mínimos de igualdad.

Al libre mercado solo han estado expuestas las pequeñas y medianas empresas. Las familias económicas más fuertes no están sujetas a la economía de mercado, son las más protegidas por los Estados. Un ejemplo actual de ello lo tenemos en las ayudas (con dinero público) que, como resultado de la crisis de las hipotecas subprime, están recibiendo las familias bancarias por parte del Banco Central Europeo y la Reserva Federal Estadounidense. El perverso e injusto concepto ha venido denominándose “privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas”, y proporciona una idea adecuada de hasta qué punto estos señores han conseguido que las políticas y medidas económicas materializadas con capital público estén al servicio de las altas esferas.

Como expones en tu artículo referenciado, el Fondo Monetario Internacional estima que, para salir del desastre, el sistema necesitará unos 610.000 millones de euros (o sea, el equivalente a ¡dos veces el presupuesto de Francia!). Y este dinero lo costearemos todos los ciudadanos que pertenecemos a los países que forman parte de ese Fondo Monetario Internacional, si dicho organismo interviene.

Y esto viene siendo así desde hace mucho y en muchos sectores. Noam Chomsky ilustra esta cuestión con otro ejemplo que es especialmente simbólico: Internet; el dinero Público al servicio de los beneficios privados

La idea de la worldwide web procede del Centro Internacional de Investigación de Ginebra. Internet se desarrolló en el Pentágono, en conexión con la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU y varias Universidades. Tras tres décadas de su desarrollo con dinero Público se puso en manos de empresarios como Bill Gates. Y todos podemos hacernos una idea de los beneficios que ello le ha reportado. Tantos que su fortuna personal es considerada como una de las mayores del mundo.

Pero esto del dinero Público al servicio de los beneficios privados viene siendo una constante en el sector de la energía, las finanzas, aeronáutica, compañías navales, I+D+I…y un largo etc. Sectores económicos estratégicos en manos de un “selecto club” a la caza de subvenciones nacionales e internacionales.

¿Y las instituciones políticas democráticas nacionales e internacionales?. Serían muchos los especialistas que coincidirían en afirmar que las bases institucionales sobre las que se sustenta el nuevo orden global son tres: La Declaración Universal de los Derechos Humanos, La Carta de las Naciones Unidas y el sistema Bretton Woods (en lo económico).

Sin embargo, resoluciones de Naciones Unidas en defensa de los Derechos Humanos son incumplidas por países democráticos como EE.UU., Israel (su primer ministro, Ehud Olmert deja el cargo en septiembre por sus escándalos de corrupción), Rusia…

En un ejemplo extremo, todos hemos observado como, en contra de las opiniones públicas de países democráticos y desarrollados, una serie de “halcones” y sus “asociados”, han llevado a cabo una guerra de exterminio en Irak, por ese negocio petrolífero que quieren terminar de controlar dictaduras familiares que dominan la materia prima tras un escaparate árabe que cumple órdenes.

La famosa subsidiaria de Halliburton; Kellogg, Brown and Root (KBR), se había instalado en Irak para prepararle al ejercito toda la logística, seis meses antes de que el Congreso de Estados Unidos diera luz verde al conflicto. ¿Hay peor forma posible de burlarse de una democracia por negocio, que esta?, ¿hay peor quebrantamiento posible de los derechos humanos que matar por lucro, financiando dicha matanza con dinero público?.

Pues el Tribunal Criminal Internacional, como bien sabes estimado Ramonet, no es aceptado por Estados Unidos. A sus “élites” y socios internacionales no les impone justicia nadie. Por encima de las democracias, el poder de la fuerza pagado por los ciudadanos estadounidenses que posibilita el poseer un gasto militar igual a la suma de los gastos militares de todo el resto del mundo, hacen posible autoritarismos de este tipo.

Ahora mismo, por ejemplo, un 80% de la población de los EE.UU. cree que el país “está dirigido y se mueve, acorde con unos pocos grandes intereses que sólo se preocupan por ellos mismos”, sin tener en cuenta el bienestar de la población. Un 95% de la población piensa que el gobierno debería prestar más atención a la opinión pública y no lo hace.

Y en Europa, más concretamente en Italia, se aprueba el 22 de julio una ley hecha a la medida de Silvio Berlusconi que le garantiza inmunidad judicial a él, y a los otros tres cargos más importantes del Estado. Berlusconi quiere que dejen de molestarle las imputaciones por casos de corrupción.

El Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU de 1998 dejaba claro el dato de que un 20% de la humanidad poseía un 84% de la riqueza global. En el año 2000, 225 multimillonarios disponían de una riqueza superior a la poseída por 2.500 millones de personas (47% de la población mundial). Los informes realizados por la ONU posteriores a esta fecha son mucho más sangrientos en lo que a la acumulación de riquezas se refiere. Los datos han empeorado mucho más. El espectáculo se ha quedado sin nombre. Y la tendencia continúa al alza.

La Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) del pasado 5 de junio en Roma sobre la seguridad alimentaria fue incapaz de alcanzar un acuerdo para impulsar la producción alimentaria mundial. Y este mismo Organismo arroja el dato de que existen alimentos para abastecer a la población mundial dos, tres y algunos técnicos afirman que hasta ocho veces.

El acceso universal a los Servicios Sociales básicos podrían lograrse con un 10% del presupuesto militar de EE.UU, o con la cuarta parte de los presupuestos militares anuales de los países en desarrollo.

50 millones de pobres en la Unión Europea. Otros tantos en EE.UU. Y la tendencia continúa al alza. Y eso sin entrar en los datos del Tercer Mundo. Llega un momento en que da pavor hablar de tantos millones de pobres de esta manera.

Terminabas tu artículo con una reflexión: “Va siendo hora de que los ciudadanos digan: ¡Basta!". Reflexión a la que me suscribo absolutamente. Opino que precisamente personas con tu bagaje y trayectoria son las que tienen que terminar de orientar fórmulas para hacer real y efectiva una reacción ciudadana a la altura de las circunstancias.

Fuentes:

Saleh M. Nsouli y Andrea Schaechter, “Challenges of the E-Banking Revolution”, Finance & Development, septiembre de 2002.

Gabriela Galato y Michael Melvin, “Why has FX Trading Surged? Explaining the 2004 Triennial Survey”, BIS Quarterly Review, diciembre 2004.

Tom Abate, “Banking´s Soldiers of Fortune”, San Francisco Chronicle, 7 diciembre 2004.

Ignacio Ramonet, “Las Tres Crisis”. Le monde Diplomatique.

Entrevista de Vicenc Navarro a Noam Chomsky. 13 de mayo de 2008.

El País, 31 de julio de 2008.

Juan Luís Rodríguez es Psicólogo, especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Ex – asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla, y articulista en medios digitales independientes.


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La fuente original de este documento es:
Rebelion (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=71066)



Juan Luis Rodríguez


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