La reciente actuación del equipo venezolano en los Juegos Olímpicos de Pekín, nos dejan un exquisito aroma de triunfo que debemos agradecer, en primer lugar, a la tenacidad, consistencia y gallardía de hombres y mujeres orgullosos de llevar la sangre patriótica de nuestros Libertadores y de ser modelo y sujetos de esta arcilla, de este barro, donde construimos un país digno, soberano y de justicia social. Negar esta histórica participación sólo es posible en seres que arrojan en bifurcación una abismal ignorancia en la materia y un río de mezquindades propias de pequeños humanos.
El deporte, desde sus inicios modernos, o por lo menos el sueño del Barón de Coubertín, allá por 1896, ha sido una actividad que busca la hermandad, la unidad, la cohesión y solidaridad de los pueblos. De allí que no se explica como algunas mentes, oxidadas por un rancio odio a todos los proyectos del Gobierno Revolucionario del líder Hugo Chávez Frías, apostaban a la derrota de todos los compatriotas, apostaban al fracaso en la obtención de las preseas; disfrutaron la lesión de la tenista yaracuyana Milagros Sequera ganando el partido de avance; capitalizaron sus emociones a los triunfos de otros atletas de otros países, sólo para orear en los medios y contaminar a sus cada vez menos disociados que Venezuela no ganó medallas porque Chávez no sirve como Presidente. “El mundo al revés”, dijera Galeano. Es la irracionalidad convertida en estandarte de vida, en bandera agitada en el mar de la ignorancia, que no permite ni ver ni aceptar una meritoria actuación nacional que no sólo nos hincha sino que nos motiva a continuar con el trabajo de expansión deportiva que seguro nos ayudará a la construcción de la sociedad más vigorosa y segura como todos anhelamos.
Lejos de calientes apasionamientos, podemos analizar en frío que el deporte en Venezuela demostró en Pekín que ha dado pasos agigantados gracias a un apoyo y a un meticuloso seguimiento de la gestión revolucionaria que ha podido brindar una atención certera y un patrocinio que permitió un fogueo y roce internacional que, en principio, logró batir las marcas establecida y colgarse la primera medalla de oro al inscribir 109 atletas que con una constancia admirable batieron sus propias marcas, pulverizaron los guarismos, agenciaron sus mejores tiempos y demostraron supremacía en técnica y fortaleza, para poder conseguir el cupo olímpico que tiene sus propias reglas internacionales. Con esto, era para que en Venezuela hubiésemos hecho una fiesta nacional, es una clara demostración palpable del crecimiento sostenido y horizontal de la calidad del alto rendimiento deportivo. Más aún, entendiendo que la población mundial ha venido en un vertiginoso crecimiento y que la actividad deportiva, para todos sabidos en este mundo globalizado, no se escapa de los límites pecaminosos de la oferta y la demanda. Son cada día muchos más los conglomerados mundiales que están interesados en la práctica de la actividad deportiva y que nosotros hayamos crecido notoriamente de 56 que alcanzaron el triunfo para las pasadas Olimpiadas de Atenas a 109 en los Juegos Olímpicos de Pekín es una muestra del avance que también pudiese ser reflejo de crecimiento del autoestima del venezolano.
Sin embargo, además de este importante paso de madurez competitiva, podemos analizar uno a uno, paso a paso, la participación en cada una de las disciplinas por equipo e individualmente. El caso del volibol masculino nos mostró que somos una selección que dejó de ser cenicienta para convertirse en una fuerte molestia para los países aquilatados en este deporte. Por aquellas cuestiones que uno tiene que ganar y otro que perder la balanza no se nos inclinó con Estados Unidos ni con la propia China, en los dos primeros cotejos. Pero ofrecimos una paridad competitiva que en ocasiones hizo temblar a los propios estadounidenses, quienes terminaron, de forma invicta, colgándose la medalla de oro. Los países pequeños siempre se ven debilitados por los arbitrajes; además conocidos problemas internos de nmadurez, quizás fueron determinantes, además que en nuestro país no existe liga de volibol; pero, su actuación nos avizora que haciendo los ajustes pertinentes, alcanzando mayor madurez técnica y competitiva habrá que buscar costales para traerse las medallas en cualquier competencia internacional. Caso similar con la selección femenina de esta especialidad, aunque fue notorio la diferencia de edades y, a la vuelta de la esquina, cuando nuestras muchachas formen más su contextura muscular habrá equipo nacional para rato.
Hablando de la juventud, así llegó a Pekín nuestra novena de softbol femenino, pecaron de doncellas y otras con gran experiencia lograron dejarlas en el camino, motivándolas a continuar desarrollando dominio y superando las destrezas en todos los aspectos.
En los deportes acuáticos los nadadores no lograron llegar a la final; pero, molieron sus propias marcas, pulverizaron los récord nacionales y bolivarianos, en muestra clara de desarrollo competitivo que nos avizora que en un futuro inmediato serán muchas las alegrías que albergaremos.
El equipo de tiradores rutiló en el rectángulo magnético. Aunque teníamos al esgrimista mejor ubicado en el ranking mundial, Silvio Fernández alcanzó una sexta posición con la espada; meritoria la actuación del equipo de esgrima a escasos puntos detrás de Francia, también se ubicó sexta en el mundo olímpico.
El avance deportivo de Venezuela fue tanto que disciplinas tan etéreas para nosotros como la gimnasia, tuvimos una actuación tan relevante como la de José Luis Fuentes, en el potro con arzones y en los aparatos, logrando entrar en la final de este deporte, una breve falla, un tropiezos inesperado, por aquello que Dios no quiso, nos separó de otra medalla olímpica; por su parte la gimnasta Jessica López, aunque con una modestia admirable nos brindo una actuación que nos enorgullece y nos alimenta la esperanza que vendrá tiempos mejores.
En el combate logramos meter a dos pugilistas en octavos del boxeo: Héctor Manzanilla y Alfonso Blanco que no lograron seguir, pero demostraron pundonor y gallardía propia de muchos boxeadores de esta tierra. El judo avanzó a pasos de vencedores. De tan sólo un triunfo logrado en los pasados juegos de Atenas, el judo ganó ocho combates y, pese a los malos deseos de muchos que se nos oponen, el taewkondo vino a bañarnos de alegría con una medalla de bronce en los pies de Dalia Contreras y una actuación del equipo que estimula a seguir apoyando a nuestros muchachos y muchas de toda la selección nacional. Un “Pig Chagui” o “patada de burro” en un costado de la keniana elevó a la Dalia de Cabudare a la historia del medallero olímpico nacional.
Indudablemente, nuestro deporte avanza, y para esto hay que seguir madurando, el Gobierno Nacional apuesta a toda la selección, seguirán recibiendo todo el apoyo para su desarrollo nacional e internacional y, de seguro, en un inmediato pronto, cosecharemos lo sembrado en manos de una Venezuela próspera y vigorosa que se enrumba a la cima del triunfo pletórica, soberana y digna.
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