¡He ahí el dilema!. Cuando son candidatos, son una cosa, pero cuando el pueblo los hace gobernantes, se convierten en otra cosa rarísima, es como si al mismo tiempo dentro de si estuvieran dos personas diferentes. Algo así como el protagonista de la tira cómica del “Dr. Merengue”. En campaña sonríen, hablan hasta el cansancio, abrazan a todos sin distingo de ninguna clase, son verdaderamente unos seres humanos dignos de admirar, más sin embargo, cuando el elector les da el empleo, desaparece el encanto, ya no son personas bondadosas y menos aún humildes, entonces se convierten en seres apartados del colectivo, se encierran en un nicho o se elevan en un pedestal casi inalcanzables donde al pueblo llano se le imposibilita llegar.
Algunos políticos olvidan que el tiempo pasa y que más temprano que tarde, el plazo del mandato cedido por el pueblo tiene su término y que entonces, tendrá que volver a pasar por ahí a buscar el apoyo de quien posiblemente fue su elector en la contienda que le revistió de autoridad; es ahí donde aparece el caradurismo de quienes han vuelto a poner los pies sobre el planeta tierra, entonces mucha gente vuelve a toparse con seres agradables y solidarios a quienes los músculos de la sonrisa les ha vuelto a funcionar haciéndose accesibles y haciendo visibles a quienes por mucho tiempo habían invisibilizado de su presencia.
Lo cercos de los guarda espaldas desaparecen en tiempos de elecciones, por eso bueno sería que todo el tiempo los gobernantes estuvieran en plena campaña, para que esa odiosa figura del guarda espalda desapareciera del argot político. ¿Qué importante sería que los anillos de los familiares de los gobernantes igualmente se esfumaran de la gestión de la autoridad que el soberano ha electo? Porque no hay razón que sujetos a los que el pueblo no ha investido de mandato, metan o pretenda meter sus narices en los asuntos del gobierno (léase en la gestión pública), por el solo hecho de ser familias del gobernante; perversión que conocemos como nepotismo y que históricamente le ha hecho mucho daño a los gobiernos indistintamente del nivel o de la tendencia ideológica del sistema de gobierno.
Otra red casi maldita, para no calificarla por su nombre, que hace daño irreparable a cualquier gestión pública, han sido en muchos de los casos, los llamados contratistas que contaminan, que corrompen con sus diezmos a mandatarios que de la noche a la mañana comienzan a mostrar un ritmo de vida que no se compadece con el ingreso real que devengan como funcionarios públicos, de allí que lo recomendable en mi criterio, es que quienes no tenga por lo menos una pizca de vocación de servicio, no deberían meterse en esto de la política, porque el hecho político en su verdadera dimensión es entrega, solidaridad, y trabajo hacía el semejante, y por lo tanto de ninguna manera puede ser una actividad para comerciantes, porque entonces seguramente esa personas que no son buenos políticos, sino comerciantes de la política, se perjudican a si mismo como a sus familias y a las organizaciones de las que se valen y por supuesto le hacen daño a la política verdadera. Ah…pero a demás de éllo, la mentira, la manipulación, la demagogia y la falta de vergüenza de muchos falsos políticos, igualmente le han hecho inmenso mal a la actividad política; de allí las opiniones adversas que grandes sectores de la sociedad mantienen respecto de la políticas y los políticos indistintamente del color de sus banderas o ideologías que profesen. (Si usted está dentro de este perfil, recomiendo no meterse en la política y menos aún de político
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