Dos fornidos se enfrentan en una taberna. Los vaqueros se apartan. Pero ¿qué pasa si uno de los recios la coge con un débil? Este probablemente buscará protección en el otro corpulento.
“O están con nosotros o están con el terrorismo”, amenazó el borrachito. El matón del barrio busca por todos lados a quién intimidar, invadir, desestabilizar, desde el Tíbet hasta Osetia del Sur, comprando a los más infames, como los que ha agavillado aquí, tú sabes quiénes, míralos.
El tablero se moviliza. Por primera vez en la historia hay aviones de guerra rusos en nuestro territorio. No vinieron en son de guerra ni a intimidarnos sino a marcar territorio y a explicitar su lealtad.
El problema no es que uno sea enemigo del Imperialismo, sino que el Imperialismo es enemigo de uno. En este último año de su bobo, el aparato industrial-militar imperial tiene excelentes condiciones para acometer cualquiera de sus trifulcas, desde Kosovo hasta el Lago de Maracaibo, pasando por Santa Cruz. Como no hay que reelegir al monigote, puede echar el resto. Mientras puede, pues Barack Obama luce obediente, pero no garantiza nada. Es demasiado retozón y podría haber que matarlo, con la consiguiente inestabilidad en unos Estados Unidos minados por escenarios sociales explosivos en cada barrio y que es peligroso irritar. Más bien les conviene que gane McCain, así no tiene que matar a nadie en su territorio y puede promover alguno de sus remotos genocidios.
Lula ha propuesto una fuerza militar sudamericana. Esa unión no parece inminente pero no imposible y podría precipitarse porque el Brasil necesita que Venezuela le amortigüe el ejército republicano que prometió la epilepsia que vimos en su Convención de “country first” (‘el país primero’).
Las supercomputadoras colombianas no funcionaron más porque concertamos la paz con un Uribe necesitado de consuelo político. Entonces el Imperio resucita el maletín, agita la supuesta inseguridad de los aeropuertos venezolanos y azuza sus frescamente derrotados perros de presa en Bolivia.
No tuvo tiempo de instigar a sus quemadores de chaguaramos de aquí porque quedaron desamparados y caceroleando sin su procónsul. De nuestra movilización dependerá que se estrelle su próxima alevosía.