A lo largo de los siglos, ha sido frecuente la escasez de visión de parte de los jerarcas de la Iglesia Católica. Tomemos tan sólo algunos ejemplos de esta frustrante incapacidad de olfatear los tiempos nuevos. ¿Cuánto tiempo duraron en la Iglesia la aceptación de la esclavitud, el colonialismo, la inferioridad de la mujer y de las razas de color; el rechazo a la ciencia y sus conclusiones más evidentes; la prohibición de leer la Biblia (y por eso, la cultura del latín, en vez de la celebración en idiomas modernos) o el rechazo a la modernidad? Podemos añadir un largo etcétera que pone claramente de relieve la capacidad de errar de las jerarquías eclesiásticas, incluyendo a la mayoría de los papas del siglo XX.
Frecuentemente, papas y obispos suelen llegar más tarde que el común de los mortales a las conclusiones (económicas, políticas, sociales, culturales y aun religiosas) que la historia logra hacer patentes sin su ayuda.
Es ampliamente conocida la falta de visión que tuvo la Iglesia en América Latina en el momento en el que se fraguaban las independencias: Los obispos españoles en sedes del nuevo continente no entendían que el proceso de independencia política podía tener santas y justas razones. Sólo entendían que las independencias se hacían contra los Reyes Católicos, y por eso, el Vaticano de aquel entonces se opuso a la liberación latinoamericana con todas las armas espirituales posibles, en especial la excomunión pronunciada contra los jefes de las revoluciones.
Después de varias décadas, entre gallos y medianoche, los papas procuraron retirar discretamente estas condenas extremas. Definitivamente, el juicio de los hombres, así sean hombres de Dios, no suele ser idéntico al juicio de Dios, y ni siquiera de la historia.
Me vienen a la mente estas notas pesimistas cuando veo a mi Iglesia jerárquica repetir en Venezuela los mismísimos errores de otros tiempos. La mezquindad de nuestros obispos está haciendo daños para rato. Me hace pensar en los estragos causados por la insensibilidad social y política de los obispos europeos a lo largo de los siglos XIX y XX. Es de temer que los efectos en pérdida de credibilidad sean duraderos.
Sacerdote de Petare