América para los americanos

Palabras pronunciadas con motivo de la entrega de la segunda edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora al poeta nadaísta colombiano Jotamario Arbeláez. Roberto Hernández Montoya es presidente del Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), institución que administra el premio mencionado.

No es ni gratuito ni es casual que Nuestra América sea admirada casi exclusivamente por su estética, es decir, por sus poetas, artistas visuales, músicos, narradores, pensadores. Es decir, Nuestra América se ha especializado en la fabulación, la invención, la figuración, la apropiación del mundo a través de una demiurgia particularmente productiva, es decir, un principio creador, propositivo, inventor. Lo estético en Nuestra América tiene carácter estratégico.

Es por ello que para el CELARG es un honor y también un compromiso la tarea de guiar los más prestigiosos premios de novela, poesía y ensayo que se confieren en Nuestra América. Es decir, el CELARG está sembrado plenamente en esta raíz americana, así fue concebido por sus fundadores, así ha seguido existiendo en todas sus etapas. Así se propone seguir viviendo, respaldando lo mejor de su producción estética, desde las actividades iniciales de los jóvenes creadores hasta premios consagratorios como este que nos complace entregar hoy a un compatriota colombiano, el poeta Jotamario Arbeláez.

Y hoy precisamente en medio de esta crisis estructural mundial cuyo tamaño parece que no ha podido ser medido ni por los especialistas más eminentes, no sabemos cuáles caminos pueda tomar la humanidad en esta articulación de la historia que se nos abre por delante. Se nos ha vuelto ineludible aquel tema leninista de «qué hacer».

Porque junto con la quiebra de los bancos se nos viene encima la quiebra de los goznes ideológicos del capitalismo y el imperialismo en su fase neoliberal, es decir en su fase más desvergonzada. La moral burguesa siempre se caracterizó por su hipocresía, pero en su modalidad neoliberal no hizo más que dibujarse de cuerpo entero, tal cual es. Tiene al menos el mérito de la franqueza: el ser humano es una basura moral y eso es precisamente su virtud, porque esa inmundicia ética es la que mueve la codicia que a su vez impulsa los resortes de la productividad. Por esa razón hay que proclamar el primado absoluto del capital sobre el trabajo y hay que complacerles a los burgueses todas las boberías que exijan. El Estado, por supuesto, solo debe intervenir para mimar a los burgueses, si acaso. Y otras mojigangas teóricas de la más baja calidad conceptual.

Pues bien, no sé cómo podrá la humanidad entender estas medidas de salvamento de la banca, usando los dineros de todos, hasta el punto de que quebrar un banco se ha vuelto un negocio precisamente redondo, porque se queda con los depósitos y encima recibe dinero fresco del Estado para seguir en sus trapacerías, seguramente peores, si caben en la imaginación y en el aguante de la gente. Ya empezaron, pues apenas les dieron esos dineros, fueron a derrocharlos en hoteles cinco estrellas y en paracaídas dorados. La crisis bancaria venezolana de los años noventa prefiguraron esta catástrofe casi literalmente. Venezuela una vez más a la vanguardia...

No podrá la humanidad entender estas medidas de salvamento porque no se entiende que la misma doctrina que excluye la intervención del Estado la promueva ahora como única salvación a las dramáticas consecuencias de la no intervención del Estado. No se puede entender eso de que la doctrina que propende a la riqueza ahora produzca quién sabe qué grados de miseria allá mismo en el Norte que se jacta de su opulencia triunfal y que cree que es por envidia de esa opulencia que la humanidad lo odia. Allí mismo en ese «Norte revuelto y brutal que nos desprecia» estamos viendo nacer diariamente diez mil ranchos, favelas, villas miserias, callampas, en plena calle, en forma, por ahora, de tiendas de campaña, durmiendo en automóviles, mientras al lado se pudren las casas confiscadas por los bancos. Y después hablamos de realismo mágico.

Pues bien, amigos de Nuestra América, nos están dejando el campo libre. Libre para quitarnos de encima esta tutela agobiante de la inopia intelectual neoliberal imperial y poder desatar toda nuestra fertilidad americana, para rescatar la frase emblemática de «América para los americanos», porque América somos todos. Para nuestros libertadores América era Nuestra América, pues «América toda existe en nación», como dice nuestro himno. En esa época América no tenía apellidos, que si América del Norte, que si América del Sur, que si América Latina, que si Indoamérica, que si Hispanoamérica, etc. ¡América a secas! Tendríamos que hacer una nueva lectura de la consigna «América para los americanos» de la Doctrina Monroe nos permite invitar a todos, a los americanos sajones incluidos como hermanos, a darnos un abrazo y a recomenzarlo todo bajo el lema de Simón Rodríguez: «O inventamos o erramos».

Si hoy muere el nadaísmo, como ya anunció el poeta Arbeláez, puede ser precisamente para que entonces nos juguemos el todo por el todo.

hernandezmontoya@hotmail.com


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Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.

 roberto.hernandez.montoya@gmail.com      @rhm1947

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