¿Cómo es que estamos conquistando la estratosfera si en tierra hay tanto problema? Argumentos mediocres así causaron que la llegada de gente a la Luna no fuese el inicio de un proceso sino su culminación. Se abandonó así la NASA, hasta el punto de que por alguna sordidez administrativa estalló el Challenger a los 73 segundos de su último lanzamiento.
Argumentar en favor de la grandeza es ya un comienzo de mediocridad. Por eso me voy a dedicar nada más a denostar de esta, sin discutirla mayormente.
He oído argumentos (de algún modo hay que llamarlos) como estos: Chávez lanzó un satélite para regalarlo a los demás países; el satélite sirve para que un hacker cubano espíe las interesantísimas conversaciones de la clase media opositora; el satélite nos queda grande, pues estamos solo para recoger basura y administrar hospitales, como mucho.
Poniendo por delante que ciertamente la basura hay que recogerla y que los hospitales deben funcionar, lo que este último argumento (de algún modo hay que llamarlo) implica es que Venezuela no merece más que labores, valga el juego conceptual, rastreras. Es decir, es un país arrastrado, que solamente debe ocuparse de labores pedestres, palabra peyorativa proveniente de la época en que solo valía quien andaba a caballo, es decir, los caballeros. Pedestres eran los “de a pie” (pie viene del latín pes, pedis), expresión aún vigente.
Este concepto (de algún modo hay que llamarlo) parte de que hay países que por su naturaleza misma merecen lo grande y países mínimos, cuya tarea exclusiva es servir a los grandes hasta que algún día se desarrollen, si pueden. Subdesarrollo implica una condición subhumana que nos condena a la medianía, a la ordinariez, y por ahí a la chabacanería y la balurdez intrínseca.
Cierta clase media, esa que medio se compromete cuando medio le conviene, opina que “este país hay que esconderlo”, que “esto no es un país sino un gentío”, etc. Desprecian radicalmente al país y por contagio odian a quien intenta engrandecerlo.
He allí la histeria de tantos opositores. Porque una cosa es estar en desacuerdo con una política y otra andarse sabaneando una guerra civil de esas que el Imperio azuza y le quedan tan bonitas.