El pueblo convocado a las urnas electorales del domingo 23 de noviembre de 2008 es un pueblo muy experimentado políticamente.
Es un pueblo que está cumpliendo diez años de proceso revolucionario bolivariano y si tan sólo en esos dos lustros ha visto de todo, imaginemos lo que sabrá si le ponemos los cuarenta años de la democracia adeco-copeyanaa y los diez de la dictadura perezjimenista. Se pudiera pensar que son esos sesenta años de experiencia política acumulada los que se aproximan a votar en estas elecciones Regionales y Municipales.
Si alguna afirmación alcanzaría el respaldo unánime de venezolanas y venezolanos es la de que ya no somos los de antes. De esa pérdida de la inocencia, o para decirlo de otro modo, de esa sistematización de la experiencia colectiva no se regresa jamás.
Durante todo ese tiempo hemos visto vivir y actuar a Aristóbulo Istúriz.
Para quienes hicimos vida en el mundo sindical durante los años setenta y ochenta la figura de Aristóbulo era muy conocida. Dirigente magisterial y constructor de muchos intentos de articulaciones intersindicales clasistas con el resto del movimiento de los trabajadores. Sin embargo, para el conjunto de la población venezolana, Aristóbulo Istúriz se da a conocer el 4 de febrero de 1992. Hasta entonces, fuera del ámbito sindical-magisterial, el resto del pueblo venezolano poco o nada sabía sobre ese diputado suplente por La Causa R que pidió la palabra después del senador Hilarión Cardozo en la sesión conjunta de las Cámaras de Senadores y Diputados al Congreso Nacional convocada extraordinariamente ese mismo día para aprobar la suspensión de garantías constitucionales y condenar el golpe militar rebelde que se había intentado durante la madrugada, y que para antes del mediodía estaba militarmente derrotado.
Para que veamos cuán compleja puede ser la Historia, ese día Aristóbulo entró en ella intentando rematar el pase profundo, permítaseme la imagen futbolística, que había colocado el ex-presidente y senador vitalicio Rafael Caldera, el cual intervino en primer lugar del orden de palabra en aquella insólita sesión que lo catapultó, casi dos años más tarde, a la presidencia de la República de Venezuela para el que sería su segundo mandato. En efecto, la disidencia de Caldera respecto de aquel consenso, y su negativa a votar favorablemente el decreto de suspensión de garantías no por el fondo del mismo, con el que se manifestó de acuerdo, sino por los considerandos que lo apuntalaban de los cuales discrepaba, significaron el respiradero a la desesperanza y la indignación de un pueblo que si bien no apoyó la insurrección militar, entre otras cosas porque la desconocía, porque le resultó totalmente sorpresiva; mucho menos se puede decir que haya salido a defender aquel sistema que algunos irónicos llamaban democracia. De un pueblo que, pegado militantemente a las pantallas de los aparatos de televisión, estaba en plena clase de Historia. La sesión conjunta continuó. La sorpresa por la intervención de Caldera hacía de preámbulo a la previsiblemente iracunda intervención del senador adeco David Morales Bello, a quien se le salió lo inmoral y lo feo cuando no sólo pidió la muerte para los golpistas, sino que además conminó a todos los presentes a definirse por la democracia en esos términos tan respetuosos de la vida y los derechos humanos, todo ello tras llamar golpista a Caldera a través de vericuetos verbales y eufemismos hipócritas. Hilarión Cardozo, tan sorprendido como el que más por la posición de Caldera, diluyó su intervención entre la fidelidad a su líder histórico y la fidelidad a su partido. En el derecho de palabra seguía un maestro de escuela en funciones de diputado y de nombre Aristóbulo Istúriz, quien totalmente poseído de la noción de fecha histórica, ante la inusitada intervención de un Caldera devenido en el Senador del Pueblo, ante la pataleta histérico-fascista de David Morales Bello y la oportunidad producida por la diluida intervención de Hilarión Cardozo, no dudó para marcar, con la brillante intervención que hizo, aquel histórico gol que transformaba la derrota militar de los insurrectos en una victoria política. En un hito de aliento, de esperanza, de no todo está perdido. Diez meses más tarde, en diciembre de 1992, el pueblo de Caracas lo premió con la demoledora victoria electoral en el Municipio Libertador por sobre Claudio Fermín, quien en representación de Acción Democrática se lanzaba a la reelección tras su primer período, por sobre un copeyano que sonó esa vez y no sonó después jamás: Luis Rizek, y por sobre Teodoro Petkoff, en aquel entonces del MAS. A pesar de ir perdiendo en todas las encuestas que se publicaron con profusión para la oportunidad, Aristóbulo Istúriz ganó en forma tan apabullante en toda Caracas, que ni con el mamotreto promiscuo que era el llamado Consejo Supremo Electoral pudieron escamotearle la victoria. La vida le ponía una prueba: ¿Cómo reaccionaría ante aquel sorprendente triunfo? Tenía chance de ponerse fanfarrón, de decir que a él no lo sorprendió la victoria, que lo tenía todo fríamente calculado, pero no. El maestro de escuela aprovechó para dar clase y retrucó aquella sorpresa que le había dado el pueblo de Caracas con las palabras más poéticas de toda su carrera:
“Yo sé que tan sólo he sido un pretexto.” – declaró a la prensa.
Efectivamente. El sabio pueblo de Caracas había agarrado la candidatura dialécticamente contraria a los intereses de Carlos Andrés Pérez para ponerla en la fachada Sur de la plaza Bolívar, haciendo jaque a Miraflores en un abierto “vete de aquí”, como en efecto se tuvo que ir unos meses más tarde, deseando haber tenido otra muerte, y consciente de que era su muerte política.
Por eso es por lo que creo que hay elecciones de gobernadores y alcaldes que en realidad no son eso. Como aquéllas de 1992, y como éstas del 23 de noviembre de 2008.
El gobierno municipal de Aristóbulo Istúriz fue tan bueno, tan satisfactorio para la ciudad de Caracas, que se cuenta la anécdota de acuerdo a la cual el Buró Político de Acción Democrática buscó entenderse con el Ing. José González Lander (qepd), a la sazón Presidente del Metro de Caracas y paradigma nacional de la capacidad gerencial más eficaz y transparente, a fin de ofrecerle la candidatura a la Alcaldía de Caracas de modo de tener una contención fuerte a la, para entonces imbatible, reelección de Aristóbulo. Cuentan que el Ing. González Lander rechazó el ofrecimiento advirtiendo que su candidato era Aristóbulo.
No sólo fue aquella transformación del tarantín burocrático de más de diecisiete direcciones que no dirigían nada, en el instrumento de gobierno ciudadano de cuatro direcciones que Aristóbulo entregó. No sólo fue la contundente transformación de la vida cotidiana que lograron los Gobiernos Parroquiales, las rehabilitaciones de acueductos y sistemas hidráulicos, el deporte escolar. No sólo fue la aparición de aquella Corporación de Servicios Municipales Libertador que agilizó la presencia, sobre todo preventiva, del gobierno municipal en las zonas más difíciles. No fue sólo el enfrentamiento a las temibles mafias de Inmerca, el Mercado de Coche y el resto del sistema de mercados municipales. Por encima de todo eso estaba aquel maestro de escuela transformando cada experiencia en aprendizaje. “La democracia se ejerce entre ciudadanos igualmente informados” -decía. “La información es poder y el poder es como un queso. ¿Qué haremos con el queso? ¿Lo rayamos, para que a algunos les llegue una burusita? No! Lo vaporizamos, lo metemos en un spray y lo rociamos para que todo el mundo, al tener su gota de información, tenga su gota de poder, porque después ya nadie se lo quita” Y cada parroquia con su plan rector, y la Dirección General de Planeamiento Urbano informando a cada parroquia de cuánto era el presupuesto, y cada parroquia diciendo que se tenía y qué no se tenía que hacer con él , y la Corporación de Servicios Municipales Libertador, estableciendo en asambleas populares las rutas de los camiones cisterna y los del Aseo, en fin, el poder del pueblo entrenándose para ser algún día futuro total y definitivo.
La pregunta que todos podrían hacerse es: Si fue tan bueno, ¿por qué perdió contra la candidatura del ex-secretario privado de Carlos Andrés Pérez, Antonio Ledezma?
La respuesta está en la consigna lanzada por Hugo Chávez Frías de “Por ahora por ninguno” para las elecciones de gobernadores y alcaldes de diciembre de 1995. El llamado a la abstención lanzado por el que desde entonces ya era el líder máximo de la Revolución Bolivariana, dejó a Aristóbulo sin su votación natural, la misma que lo había elegido. A pesar de la significativa presencia electoral que obtuvo Aristóbulo, aquel 85 % de abstención entregó el gobierno municipal de Caracas a la maquinaria adeca de Antonio Ledezma.
Todavía recuerdo el silencio de la ciudad aquella noche.
Aprovechemos para despachar a Ledezma recordando algunos aspectos de su conducta como gobernante. La primera acción tomada por él y su gobierno fue derogar la Ordenanza Municipal que creaba los Gobiernos Parroquiales. El asunto tiene más sustancia de lo que parece y viene muy a cuento. La ordenanza Municipal que creaba los Gobiernos Parroquiales era la sistematización de la experiencia vivida durante la gestión de Aristóbulo. Éste había planteado la conveniencia de que una ordenanza municipal no antecediera a la actuación del pueblo organizado, sino que la siguiera, la apuntalara. Así fue. Después de dos años de Asambleas parroquiales semanales en las que se había puesto en marcha los fundamentos del diagnóstico participativo, del presupuesto participativo pero sobre todo se había insistido y discutido mucho sobre la necesidad fundamental que se tenía del Plan Rector de Caracas y en coherencia con éste el Plan rector de cada una de sus Parroquias; se procedió a elaborar un instrumento legal que consagrara legalmente, que apuntalara la experiencia vivida y desarrollada. Se sometió a la discusión de la Cámara Municipal la Ordenanza en cuestión y la fracción adeca votó a favor de ella porque en aquellos días ellos jugaban a ser más ñángaras que los ñángaras, y como aquella ordenanza era bastante ñángara en verdad, les quedaba feo oponerse a ella. Pues bien, para que calibremos la solidez política de los criterios de la gente de Antonio Ledezma, los votos que en noviembre de 1995 aprobaron la ordenanza (antes de las elecciones), en enero de 1996, una vez en posesión del gobierno municipal, como aquella ordenanza les molestaba porque le confería poder al pueblo organizado en el ámbito de la parroquia, entonces la derogaron. Ese es el pseudo-campeón de la descentralización, el que hace gárgaras cotidianamente en los medios de comunicación social como adalid de la descentralización; el que detuvo la transferencia del poder municipal a las parroquias.
Pero cuando más lo recuerdo es cuando me toca ir al Terminal de La Bandera. Tener la experiencia de salir de la estación del Metro La Bandera de noche, bajo la lluvia, y recorrer el trecho que va de la estación del Metro al Terminal enfrentando el tráfico, es algo que habla de desprecio por la gente, por la familia que se desplaza con niños y bultos toreando a los carros, por los ancianos, de desprecio por todos. Recordemos un poco que el asunto es más profundo. Durante la gestión de Aristóbulo, el proyecto del terminal de pasajeros en La Bandera estaba negado por las comunidades de las parroquias El Valle y Coche pues éstas no ignoraban que aquel tapón en su ruta diaria al centro de la ciudad les amargaría la existencia. Estaba negado por la propia Alcaldía en razón de un estudio sobre el terreno que revelaba la existencia de otras instalaciones tanto de HIDROCAPITAL como de PDVSA que hacían de la pretensión de construir en ese lugar una gran imprudencia. El modo como el Terminal del Nuevo Circo había perdido su vida útil no se discutía. Lo que era objeto de una discusión municipal es cuál o cuáles eran los terminales que le hacían falta a Caracas y dónde debían estar ubicados. Pero para Antonio Ledezma poder demostrar lo que él quería, esto es, que él mandaba más que dinamo de gandola, la ocasión era irrepetible y montó su teatro. En una madrugada de triste recordación tomó y demolió el Terminal del Nuevo Circo causándole gran confusión a toda la flota de autobuses y vehículos de transporte interurbano que esa madrugada llegaron a Caracas provenientes de todo el país y al no encontrar abierto su destino habitual, después de dar tumbos locos por el centro tuvieron que depositar a sus pasajeros a la buena de Dios en plena Av. Bolívar. ¡Cómo se ve que no era su abuelita la que tuvo que brincar las defensas de la avenida y atravesar el Parque Vargas cargada con el equipaje! ¡Cómo se nota que no era él ni su familia el que tuvo que lidiar con los muchachos y los bultos dando brincos por el centro! Recuerdo las colosales trancas de ese día y los días subsiguientes, semanas y meses, hasta que la contingencia extrema forzó la situación y se construyó a trancas y barrancas ese terminal de pasajeros que está atravesado para el tráfico urbano y lejano e inhóspito para el peatón que llega cargado y tiene que subir tres pisos a pie para llegar a la plataforma de los autobuses. Ese Ledezma que hoy se proclama baluarte contra el autoritarismo se jactaba en aquel entonces de que para eso se era gobierno, para gobernar, y gobernar era eso, dejar a pasajeros y pasajeras a su suerte, botados en la Av. Bolivar hasta que la ciudad reventara.
Aristóbulo salió de la Alcaldía para su Unidad Educativa en La Quebradita, donde recuperó sus horas de clase. De 1996 a 1998 recorre el país los fines de semana asumiendo sus responsabilidades como miembro de la Dirección de Patria para Todos, partido en el que militaba para entonces. Sin asomo de resentimiento alguno por las implicaciones de Chávez en su derrota electoral en la Alcaldía, conduce al PPT a un apoyo temprano a la candidatura presidencial de éste en diciembre de 1998. En 1999, tras la contundente victoria electoral de Chávez y el Referendo Consultivo para la Asamblea Constituyente, Aristóbulo es elegido con gran cantidad de votos de todo el país a la Asamblea Constituyente en donde se distingue en el trabajo de sistematizar las discusiones que los diversos colectivos políticos, indígenas, de mujeres, ambientalistas, culturales, deportivos están realizando en todo el país para cristalizar en uno de los documentos que ha jalonado recientemente, en forma más significativa, la historia de los pueblos de América Latina: La Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Después de la relegitimación de poderes del 2000, Aristóbulo es llamado al que, sin lugar a dudas, era para él un espacio muy delicado por su particular condición de maestro de escuela: el Ministerio de Educación.
Nadie podrá desconocer jamás que una de las ejecutorias más representativas del Gobierno del Presidente Chávez está en el hecho educativo. En haber hecho el llamado más amplio e incluyente, desde los niños y niñas de pre-escolar a los adultos mayores que olvidaron que una vez supieron leer y escribir, a incorporarse y reincorporarse a su proceso educativo. Al proceso educativo individual, en el nivel que cada quien reconozca que lo dejó. El aumento de la matrícula escolar en las escuelas públicas, lo que significó el freno más contundente al proceso acelerado de privatización que vivía la educación pública; y la puesta en marcha de las misiones educativas Robinson (alfabetización, realfabetización y educación básica hasta sexto grado), Rivas (7°,8° y9° de básica y ciclo diversificado) y Sucre (nivel universitario) , eran la más clara expresión de que el proceso revolucionario bolivariano se afincaba sobre una incorporación al proceso educativo de toda la población en el nivel que fuere. Que la revolución bolivariana implicaba asumir y reasumir el proceso educativo individual sin importar el nivel en que se estuviese ni la edad que se tuviera. Pues bien, el responsable de ejecutar esta directriz del Presidente Chávez fue ese maestro de escuela llamado Aristóbulo Istúriz.
Los resúmenes históricos no pueden detallar. Van a trancos largos sobre las fechas de la historia para llegar a una de ellas que retrata en cuerpo y alma a nuestro personaje: El Golpe de Estado de abril de 2002. Resumamos. El 11 Aristóbulo está en Consejo de Ministros con el Presidente Chávez hasta que se consuma el Golpe y éste es detenido y hecho preso. El 12 de abril Aristóbulo está apoyando la red que se está articulando para establecer y denunciar los asesinatos y demás atropellos a los derechos humanos que la dictadura fascista de Carmona está cometiendo indiscriminadamente pero sobretodo en la parroquia 23 de Enero. El sábado 13 de abril, como no se ha ido del apartamento en la Av. Panteón en el que vive con su familia, como sigue en pleno centro de Caracas, revestido de una autoridad profunda que lo blinda frente a la represión, está lo suficientemente cerca como para darse cuenta antes que nadie de que el sabio pueblo de Caracas, graduado en artes revolucionarias el 19 de abril de 1810, iba a hacer un post-grado intensivo en Contragolpes de amor a punta de pueblo en Miraflores ese 13 de abril de 2002. En unión de dos mujeres que la historia no debe dejar de nombrar, María Urbaneja y Ana Elisa Osorio, para ese entonces ministras de Salud y Ambiente respectivamente, Aristóbulo, encabezando la creciente rebelión popular, entra a mediodía en Miraflores y coordina con la Guardia de Honor, desde siempre en rebeldía, la retoma del Palacio en el que la rancia oligarquía venezolana se preparaba para confirmar el acto de barbarie que habían cometido el día viernes 12, cuando derogaron la Constitución Nacional Bolivariana, la Asamblea Nacional, y el Tribunal Supremo de Justicia. Se da por fin la retoma del palacio que queda bajo el poder del creciente Consejo de Ministros que se está constituyendo, y que hace presos a los asistentes a la coronación de Carmona que no tuvieron tiempo de escapar del cerco del pueblo, como sí lo hicieron Pablo Medina y Patricia Poleo, que bastante tuvieron que correr. A los que quedaron retenidos por el pueblo rebelde (entre los que estaba el que había leído en cadena nacional de Radio y TV el día anterior el decreto que demolía a la República Bolivariana de Venezuela y nombraba presidente a Pedro Carmona) Aristóbulo les habla para decirles que se tranquilicen, que ninguno será agredido y que sus derechos humanos, los mismos que ellos sí estaban violando hasta hacía horas, serían respetados. El domingo 14 a las siete de la mañana, pocas horas después del discurso de Chávez rescatado y reinstalado en la Presidencia, Aristóbulo salió de Miraflores demacrado por las horas sin sueño y molesto con un borrachito que lo quería cargar en hombros hasta la camioneta que se lo iba a llevar para su casa. Todas las vicisitudes de ese período, las que he contado y las que siguieron, el sabotaje petrolero, el referendo revocatorio que terminó confirmatorio de agosto de 2004, el sabotaje a las elecciones parlamentarias del 2005; en fin, en todo momento la palabra de Aristóbulo es orientación, ánimo y transformación de la experiencia en aprendizaje. En la contundente victoria electoral que significó en diciembre de 2006 la reelección de Chávez en la Presidencia de la República, con aumento de la votación tanto en términos absolutos como relativos, la educativa fue una de las cartas más fuertes en el conjunto de la gestión presidencial.
En enero de 2007 Aristóbulo sale del Ministerio de Educación y ni corto ni perezoso, arma un programa de televisión en Vive (En tres tiempos) y participa en otro en Venezolana de Televisión (Dando y dando) para mantener viva, a través de la reflexión política, su pasión por la educación, porque eso es lo que hace en sus programas: dar clase. Asume en forma responsable el llamado del presidente Chávez a conformar el PSUV, lo que significa tomarse el tiempo necesario para discutir al interior del PPT el planteamiento de Chávez y, con el mayor respeto por las posiciones que no estaban de acuerdo con el que era su pensamiento al interior de las diversas instancias del partido en el que militaba, toma su decisión de incorporarse al PSUV. Su abrumadora elección en las primarias internas de este partido como candidato a la Alcaldía Metropolitana de Caracas, que es el segundo puesto en el ranking electoral nacional, da a entender de manera irrefutable que todo lo dicho hasta aquí no es una elucubración personal mía, sino una convicción ampliamente extendida en la población venezolana, pero particularmente en la caraqueña. Aristóbulo Istúriz es un cuadro fundamental de la revolución bolivariana. Por eso decimos que no representa quien quiere sino quien puede y Aristóbulo ciertamente sí puede.
Aristóbulo sí puede representar al pueblo caraqueño que en Libertador lucha por reinstalar las instancias de gobierno y poder popular que permitan la solución de los problemas que sólo el pueblo organizado puede resolver.
Aristóbulo sí puede representar al pueblo caraqueño que en Chacao lucha porque se asuma el problema del crecimiento de la población y la consiguiente necesidad de vivienda como algo que afecta, que toca a la Disneylandia que mantienen acaparada para ellos los señorones de Los Palos Grandes, Altamira y La Castellana, como si en Chacao no hubiese barrios, extensas áreas de edificios residenciales de clase media cuyos hijos, como los hijos de la gente de El Bucaral, o de El Pedregal, tampoco consiguen dónde vivir, como si en Chacao no hubiera necesidades, como si Chacao siguiese siendo, como cuando Irene, un problema de maquillaje.
Aristóbulo sí puede representar al pueblo caraqueño que en Sucre tiene la tarea de reconstruir la esperanza bolivariana, sí puede representar a ese Petare que está como preparándose para enseñarnos qué significa ser bolivarianos de verdad.
Aristóbulo sí puede representar al pueblo caraqueño que en El Hatillo lucha para frenar la mercantilización grosera de la naturaleza, la escandalosa especulación con los terrenos, las agresiones a la capacidad de carga de los espacios urbanos.
Aristóbulo sí puede representar al pueblo caraqueño que en Baruta lucha por impedir que siga imperando la exclusión de los muchos barrios que hay respecto a los recursos del municipio.
Aristóbulo sí puede representarnos porque lo avala una trayectoria en la que está expresado lo mejor de nosotros, lo más hermoso de nuestros sueños.
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