Sabemos de
los problemas psicológicos, de origen familiar, que sufre el Presidente
Álvaro Uribe, quien por esa razón siempre ha requerido de una figura
paterna a la cual confiarse íntegramente, dejándole la responsabilidad
de sus más bajas acciones.
Sobre esto
no hay ni siquiera que culparlo, hace parte de su constitución psicológica,
que anida a nivel de su subconsciente y cuya razón es el tratamiento
despótico a que se vió sometido por su padre en la infancia y en la
adolescencia.
De tiempo atrás
Uribe ha tenido que recurrir a un apoyo psicológico profesional y ese
es el origen de su relación con el actual Alto Comisionado de Paz,
el psiquiatra Luis Carlos Restrepo, quien se desempeñó como médico
suyo antes de que Uribe asumiera como Presidente de la República.
Esa figura
protectora, que no sólo la ha buscado conscientemente en la psiquiatría
sino en la sucesión de amigos confidentes y cómplices, tuvo su concreción
inicial en Pedro Juan Moreno, quien rompió con Uribe a poco tiempo
de su mandato presidencial, muriendo misteriosamente en un accidente
de helicóptero, llevándose al sepulcro multitud de secretos, como
la participación de la Gobernación de Antioquia en la masacre de El
Aro, cuando Uribe fungía como gobernador.
Desaparecido
Pedro Juan Moreno, tomó su puesto José Obdulio Gaviria, quien ha asumido
el papel de responsable del manejo subterráneo de la política, que
es parte del manejo que Uribe le da al ejercicio del poder.
No es raro,
entonces, que el ex alcalde de Colombia en Maracaibo, el señor Carlos
Galvis Fajardo, se reportara directamente a José Obdulio para darle
cuenta festiva del triunfo de la oposición en lugares tan importantes
para la conflagración del gobierno colombiano contra Venezuela, como
es el Zulia y su capital, Maracaibo.
Uribe y su
cortesano, José Obdulio, están en lo que están y son coherentes con
todo el manejo soterrado del ejercicio político que sistemáticamente
practican. Lo que es inadmisible es la reacción mayoritaria de la prensa
ante la conversación entre el Fouché de Uribe y su vasallo, el señor
Galvis Fajardo. La consideran “normal” y critican a Chávez por
haber formado una tormenta en un vaso de agua.
En otras épocas
de menos inmoralidad que la forjada y establecida por el gobierno Uribe
Vélez, ese intercambio de dicientes expresiones subversivas de ambos
funcionarios habría causado verdadero escándalo en el país. Pero
es tal la degradación moral en que hemos caído que, expresar claramente
acciones de confabulación contra el gobierno del país vecino, parece
juego de niños y hasta normal gestión administrativa por parte de
las autoridades colombianas.
Es inaudito
que el cónsul colombiano, con desfachatez inaudita, le diga al más
cercano asesor del Presidente Uribe, con quien se regocija por el triunfo
de la oposición y la derrota de “unos personajes muy estratégicos
del otro lado (el chavismo) que perdieron”, que
: “… entonces aquí nosotros tenemos un potencial, ya esta mañana
hablé con ellos y nos vamos a reunir para mirar a tomar unas acciones
(???) y a nivel de gobierno, porque yo estoy pensando en lo que estamos
haciendo allá”. ¿Qué están “haciendo allá” o sea en la
Presidencia de Colombia? Y añade el funcionario de marras: “Yo
solamente necesito es luces suyas
(sic) para cuando usted me diga empiece yo a arrancar”.
¿Arrancar hacia qué?
Al hablar del
alcalde triunfante en Maracaibo, Manuel Rosales y el gobernador del
Zulia, Pablo Pérez, el enlace de José Obdulio en Venezuela dirá:
“Las dos personas son dos muy buenos amigos y pienso que para
el trabajo nuestro allá, debe ser maravilloso”.
¿Cuál es el trabajo “nuestro” allá?