Resulta que una vez más (para variar) la culpa —o la "falta de"— está en el pueblo. A pesar de ser el principal protagonista de cambios en nuestro proceso, pareciera que el pueblo es siempre muy útil a la hora de las excusas. Diríase, camarada Silva, que en las reflexiones que ha publicado recientemente (http://www.aporrea.org/ideologia/a68411.html) usted olvida, o bien subestima, aquella tan celebrada, citada y recordada sabiduría legendaria del pueblo. Al evocar una urgente formación ideológica del mismo, usted pareciera sugerir de pronto que ya no es tan sabio el soberano. Su artículo supone que, más allá de los errores siempre posibles de la gestión pública, es a una grave falta de formación ideológica que tendríamos que atribuir ciertos contratiempos recientes...
Pero algo ampliamente conocido por todos es que a la sabiduría del pueblo, desde los comienzos mismos de este proceso, le habíamos guardado siempre un lugar de honor dentro del discurso revolucionario. Es más, no sólo nos hemos felicitado suficientemente por la grandeza de esta sabiduría, sino que también nos hemos preocupado en señalar sin complejos su condición innata, intuitiva y natural en los hombres y mujeres de nuestra tierra. Un orgullo, pues, sin pudores para quienes somos testigos de dicha sabiduría en plena acción. Virtuosos ejemplos nos colman con su oportuna resistencia, numerosas manifestaciones de inconfundible buen juicio nos "ilustran" con la precisión de sus respuestas. Sabiduría vivaz, dinámica y crucial para el avance del proceso. Esa misma que protagonizara en forma exclusiva, espontánea y "sin letras" la defensa de nuestra Patria en abril de 2002, y que hiciera posible la gloriosa restitución de nuestro Presidente democráticamente electo.
La misma que hoy podríamos llamar sabiduría autodidacta, formada en lo real (a menudo a golpes de hambre, exclusión e ignominia), y por lo mismo milagrosamente visionaria, vanguardista.
¡Sabiduría Bolivariana!
Por lo cual es inevitable, pues, preguntarse: ¿NO HABRÍA MÁS BIEN QUE COGER CÁTEDRA?
Los líderes... sí, compañero, son importantes —¡sin duda alguna!—, pero hay saberlo: no hay verticalismos que valgan con nuestro pueblo. ¿Que le falta a éste formación ideológica? Tal vez, pero sólo como a un músico al que le faltara aprender el solfeo, es decir, al cual le convendría surtirse de algo que eventualmente vendría a complementar su talento (¡no a substituirlo!).
Lo esencial (que en argot musical venezolano llamamos "guataca"), ya lo tiene. No es con el resto, con lo accesorio, que sabremos lo que es justicia, o que él podrá evitar las notas falsas... Aunque no acostumbremos a decirlo mucho, sabemos que en el fondo lo justo y lo verdadero están siempre más cercanos al sentimiento y a la intuición que al cálculo y a la deducción.
Para usted, las elecciones regionales del 23N son consecuencia de una vulnerabilidad del pueblo en materia ideológica. Pero ese pueblo no es vulnerable en el sentimiento de lo justo, de lo verdadero. No tendrá las herramientas teóricas (que nunca estarían de más), pero ya tiene lo que usted no nombra: lo Esencial.
¿Creeríamos sinceramente que las masas populares están compuestas por imbéciles que no saben diferenciar de qué lado del pan está la mantequilla? Hay que remitirse a la historia, pues sólo ésta está en capacidad darnos lecciones. Y contrariamente a lo que suele creerse, para interpretar a ésta el pueblo necesita de muy pocos —poquísimos— traductores. Tal vez porque es autor en ese terreno...
Su artículo deja entrever, eso sí, todo un lenguaje. Obviamente usted da muestras de buena voluntad, pero también de simpatía por conceptos como "formación de masas", "adoctrinamiento", "ideologización de cuadros". Permítame señalar, compatriota, que se trata de un lenguaje muy básico (atención, no me refiero al grado de sofisticación formal del mismo), el cual constituye un "código político" extremadamente simplista para ser aplicado al género humano en toda su dimensión. Las cosas no son tan fáciles (sobre todo desde el punto de vista de la "gestión"), y las revoluciones no son ni pueden ser asuntos tan simples, al mismo tiempo que los verdaderos revolucionarios no son ni podrán nunca convertirse en metafóricos soldaditos de plomo.
Hay que parar, primero, de querer seguirle dando lecciones al pueblo. Es el colmo de la inmodestia. Una arrogancia que bien pudiera recordarnos las "elites conductoras" de Leo Strauss, inspirador del nefasto neconservatismo norteamericano. Y luego hay que cambiar el lenguaje. No hay que dejar que éste asfixie y confunda al proceso con fórmulas genéricas, inadaptadas a partir de contextos y finalidades exógenas. El lenguaje actual, de plena vigencia en nuestras filas, es empero inadecuado pues refleja (o describe) las prácticas del capitalismo.
Es el capitalismo quien está llamado a "formar masas" (para el consumo, para la explotación, o simplemente para el matadero). Es quien "adoctrina" (sobre todo a través de los medios, manipulando la mente del colectivo, abusándola, inculcándole valores). Quien "ideologiza cuadros" (o esbirros de la gestión, profanadores seriales del mundo, tarifadores del alma).
Son efectivamente las categorías y los métodos idóneos para a tales fines. Los nuestros no pueden ser iguales, pues no tenemos los mismos fines. De lo contrario, estaríamos simplemente compitiendo...
("No se llega por las mismas vías a lugares distintos")
La línea que demarca netamente la separación entre el pueblo revolucionario y la derecha fascista no ha sido "emborronada", como usted dice, por falta de una "ideologización de las masas". No, la deuda con el pueblo bolivariano no son esas Escuelas de Formación Socialista que usted tanto extraña. No sigamos tratando de ignorante ni echándole la culpa al que todo lo aguanta. Esa línea de demarcación es sólo percibida hoy en día como difusa por quienes han subestimado, desde sus posiciones de poder, el nivel de exigencia de la población revolucionaria, y ha sido, en todo caso, más afectada por una falta de afecto y de atención de parte de los empoderados públicos que por una injerencia directa de la oposición. Lo que pasa es que el chavista sólo cree en el amor, y no le meten gato por liebre, venga de donde venga.
Aquí tocamos fondo.
Son los niveles profundos, no epidérmicos de la revolución.
Saludos del pueblo.