Ahora que comienza la lucha por modificar el artículo 230 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y alcanzar con ello la postulación y reelección del Comandante Hugo Chávez a la Presidencia de la República, la oposición manipula frases emitidas en el Discurso de Angostura, pronunciado por nuestro Libertador el 15 de febrero de 1819 y evitar con ello la victoria popular que se avecina.
Esto nos advierte que la guerra mediática ha de ser cruenta y que lo ideológico será arma fundamental para enfrentarlos. ¿Estamos preparados para enfrentarlos? Antes de emitir alguna respuesta, estamos obligados a ver más allá del frente partidista o de las alianzas que nos acompañan y reflejarnos en el discurso del Comandante Hugo Chávez, quien no pocas veces se ve enfrentando los errores que hemos cometido, casi en un repetir histórico –pasó con Simón Bolívar-, o círculo vicioso de nuestras miserias.
Sin embargo, quisiera reseñar antes un párrafo del libro “Notas sobre organización política” de Alfredo Maneiro publicado en el año 1971. Cito: “Ciertas estructuras partidistas desarrollan un espíritu de secta tan marcado, que sustituyen de tal manera la disciplina con la obediencia, vician a sus afiliados con un juego tan complicado de jerarquías, gradaciones, amiguismos, arbitrariedades, etc., y, sobre todo, crean tales dificultades a la confrontación libre de opiniones, que la lucha interna sólo puede expresarse a través de zancadillas, corrillos, pactos ominosos y manejos oscuros. Estructuras así terminan por producir a un militante condicionado, de mediocres aspiraciones y cuya audacia, valor y espíritu crítico se resuelve, a menudo, en una racionalización forzada de las verdades, valores e intereses del partido.
En realidad, abundan modelos organizativos que, no importa sus reclamos ideológicos, devienen modelos en escala reducida del mismo sistema a cuya destrucción dicen aspirar.
En realidad, existen organizaciones revolucionarias que parecen sólo preparadas para adueñarse del aparato del Estado existente con el objeto de ponerlo en marcha para sus propios fines”.
Chávez ha sido nuestro crítico más pertinaz y, no obstante, seguimos actuando como los herederos de la colonia, aquellos ilustrísimos legisladores que, en Angostura, veían en Bolívar una amenaza a sus intereses o, por decir lo menos, un subversivo que no se ajustaba a los tiempos post-independentistas.
Chávez, en medio de ese devenir histórico, es interpretado de acuerdo a los intereses de la oligarquía, de los políticos de oficio o de quienes viven ajustando medias verdades para frenar el proceso revolucionario.
Quizás, de allí esa soledad ante la ovación ignorante del destino que se construye con tanto esfuerzo y la paciencia crística que demuestra ante los desatinos. Citamos a Bolívar en Angostura 1819: “Para sacar de este caos nuestra naciente República, todas nuestras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo; la composición del gobierno en un todo; la legislación en un todo, y el espíritu nacional en un todo.
Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa” El enfrentarlos, a los sediciosos, a los golpistas y a quienes pervierten el proceso revolucionario –he aquí mi respuesta-, pasa por la concientización de la masa, por la enseñanza adecuada a los cuadros, a la militancia y al pueblo en general de valores inherentes al discurso presidencial, que no son más que nuestra raíz bolivariana y la solvencia moral socialista. La unidad no es perfecta –eso lo sabemos-, pero sí es ideológicamente compatible al futuro que nos proyecta a diario el Comandante Chávez.
Al reconocer nuestros errores y revertirlos en conciencia crítica, estamos abonando el camino para fortalecer el partido y transferirle el poder al pueblo.
De lo contrario, nos enfrentaremos a profundas contradicciones, irreconciliables la mayoría, aún cuando estemos sometidos a reglas del juego político que se fracturan ante las circunstancias históricas en que se emplean. Pregunto: ¿Es que acaso no estamos construyendo un modelo nuevo que exige cierta libertad ante el dogmatismo? Volvemos al discurso de Bolívar en Angostura 1819: “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición.
La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia” La IV República fue tan nociva como alienante y, sin embargo, aún persisten en el pueblo sus mecanismos de esclavitud.
De hecho, está claro que estos mecanismos siguen siendo utilizados por los laboratorios mediáticos para que permanezca en el colectivo el síndrome de la “memoria de cristal”.
Si esto no fuera cierto, mucho tendríamos que explicarnos al escuchar a sectores de clase media que han sido favorecidos por la revolución, dudar del carácter humanista, solidario e igualitario que persigue el proyecto bolivariano y mantener posturas francamente fascistas que perturbarían su vida diaria. ¿Qué hemos errado? ¡Sí! No podemos negarlo.
Pero, los errores –en líneas generales-, han estado localizado en individuos, en ambiciones personalistas, en sectores que lograron colarse en la avalancha del triunfo histórico del año 1998 y, ¿por qué no?, en la permisividad ingenua de creer que se podían enmendar ante el colectivo. Sin embargo, lejos de cargar con los errores y aceptarlos como un sino permanente, estamos comprometidos a no permitir que se repitan e impulsar una suerte de audacia mezcla de voluntarismo y rebeldía que comprometa al pueblo por encima de nuestras debilidades.
De nuevo cito el Discurso de Angostura 1819: “No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera.
Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela, que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra transformación” La enmienda, pues, no es un simple artículo ha modificarse.
La enmienda en el artículo 230 es la encrucijada entre la Revolución o la Contrarrevolución. La enmienda es la esperanza de consolidar el proceso que nació el 27 de febrero de 1989, con la sangre de los excluidos, con la sangre de un pueblo arrecho que se creció por encima de la muerte y anunció el clarín de la victoria. Alfredo Maneiro lo anunciaba antes de su muerte en 1982. Cito: “Solo un cambio profundo y revolucionario de la actual estructura de la sociedad venezolana puede crear las condiciones para interesar a nuestro pueblo en una empresa nacionalista de gran envergadura” Hoy, 26 años después, lo enunciado por Maneiro brilla y se convierte en bastión de la Revolución Bolivariana. La enmienda nos compromete para asegurar el camino que llevamos andado.
Pero, necesitamos hacer de esta batalla para la enmienda del artículo 230 un objetivo vital, necesidad urgente, émulo de la Batalla de Carabobo, que sea imposible de derrotar, pues, en el caso hipotético que la canalla llegara a frenarla, de inmediato el fascismo intensificaría en cuatro años la conspiración que prepare a la oligarquía para un golpe de Estado. Preparémonos entonces para la victoria, desechando cualquier vestigio de derrota. No olvidemos que nos acompañan los espíritus libertarios de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez. Preparémonos para echar a un lado cualquier vestigio personalista o interés ajeno a las necesidades populares.
Preparémonos a acompañar al Comandante Chávez en su duro trajinar; que su soledad sea nuestra o que su soledad ya no sea soledad, porque nuestra compañía no deriva en intereses particulares. Preparémonos a ser combatientes, guerrilleros de la verdad, milicia de la esperanza y recordemos a Ernesto Che Guevara: “Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión, hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de los cuarteles y aún dentro de los mismos; atacarlo dondequiera que se encuentre, hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite... Crear dos, tres, muchos Vietnam”