La oposición existente en el país, obligada por los hechos a batirse en el terreno democrático --siempre, por supuesto, con su plan B bajo la manga--, es un modelo de fijación borbónica, la condición irremediable con que alguna vez tratara de estigmatizar a la izquierda un conocido ex integrante de la misma. Se reconoce que no es uniforme en su composición, pero, a la hora de la verdad, en la acción sí lo es, no obstante su entreacuchillamiento. Porque quien fija la pauta es invariablemente el sector de extrema derecha, que semiocultó su fascismo bajo la máscara de la “democracia” puntofijista, y porque quienes pudieren desear el juego limpio han demostrado carecer de voluntad o de capacidad para abrirse camino. Veamos, pues, a esa oposición como un todo y recordemos algunos botones de muestra de su accionar.
El primer lugar lo ocupa su violencia, golpes de Estado y petrolero, guarimbas, campañas alienantes de odio, difamación, demonización y toda esa panoplia, a la que no haremos referencia para limitarnos ahora a su participación “democrática” (necesitaremos utilizar muchas comillas).
Lo central en este aspecto es su oposicionismo, vale decir, actúa por reacción, ataca de modo automático cada planteamiento, orientación, disposición o política del Presidente, cada hecho gubernamental, producto legislativo o movimiento institucional en el marco revolucionario, sin conocimiento o análisis previo ni racionalidad, y luego lucubra las justificaciones sobre base de medias verdades y mentiras goebbelsianas: se trata, en otro plano pero con la misma intención, de la continuidad de la “doctrina” betancourista de disparar primero y averiguar después. Es ésa su “política”, carece de planteamiento positivo o de propuesta orgánica, apenas se le conoce un intento con aquella tarjetica negra del filósofo de las peras y el horno, un intento a su medida. Es, por lo tanto, dependiente de la palabra del Gobierno, especialmente de la presidencial.
La balumba falsaria le proporcionó un miniéxito el 2 de diciembre y eso la engalló hasta la arrogancia exaltada, al extremo de persuadirse de que el 23 de noviembre teñiría de fascismo el mapa. Lo de fascismo no es impertinencia, es un suma y sigue: donde conquistaron gobernaciones arremetieron contra las misiones, los cooperantes cubanos, los trabajadores de base y los militantes psuvistas. Lo último fue lo del “footwomanista” (no patea balones) Pérez Vivas, en San Cristóbal. Y ahora están en lo de la enmienda. Todo contra Chávez, todo contra la verdad y todo con la arrogancia de quienes no aprenden ni olvidan.
El planteamiento inicial del Presidente fue referido al artículo 230: le cayeron encima porque supuestamente quería el poder para él solo, amén de otras presunciones.
Replanteó la cuestión, tras reflexionar a fondo, extendiendo la propuesta a todos los cargos electivos y asumiendo lo que estimó como un error: lo llenan de improperios y se inflan, sin la menor idea de lo que significa la autocrítica como valor humano y revolucionario. Y prosiguen con las mentiras, pues no tienen verdad alguna que esgrimir. Por ello me permito reiterar:
1: “La enmienda altera la estructura fundamental de la Constitución”: No, la armoniza con su reconocimiento de la soberanía popular, la cual no es limitable por nadie. ¿Quién tiene potestad para decirle al pueblo “hasta aquí puedes elegir”? Sus facultades son ilimitadas.
2: “Bolívar condena la continuación de la autoridad en un mismo individuo”: Sí, cuando se ejerce sin consultar ni someterse al pueblo; no, cuando está sometida a “repetidas elecciones”, lo que en nuestro caso es proverbial e incluye el referendo revocatorio.
3: “Chávez quiere elegirse indefinidamente”: No, él reclama, por un lado, el derecho del pueblo de elegir cuantas veces quiera a un gobernante en quien confíe; y por otro, el de cualquier funcionario electo a postularse y competir con otro u otros candidatos.
4: “Se pierde la alternabilidad”: No, porque la alternabilidad se mide por períodos y elecciones y eso está aquí garantizado.
5: “Chávez es autócrata y dictador”: Diez años del gobierno más democrático de nuestra historia desmienten eso terminantemente. En cambio, los cuarenta de ellos significaron exclusión social abrumadora, miseria, analfabetismo, educación retaceada, carencia de atención médica y miles de presos y asesinados políticos. A lo que tienen terror es a la soberanía plena del pueblo.