A los estimados amigos y amigas, que gustan de la real-politik les compete este argumento. No a los que se quedan especulando, ensimismados en el fetichismo constitucional. Venezuela, estimados y estimadas, no soporta su estabilidad política (y desde hace mucho tiempo) en la eficacia normativa de la pura legalidad. Obviamente juega un papel, tiene peso específico, pero no es lo determinante en situaciones de “crisis política”. Y lo que se anticipa es la construcción de una situación de crisis.
Hay quienes apuestan por la deslegitimación inducida a través de múltiples medios: por saturación mediático, por inestabilidad económica, por puesta en la calle de “carne de cañón” (¿masa de maniobra?). ¿Quién se estremece ante aquellos que “calculan políticamente” “buscando un muerto”, dicen -¡aunque sea “un muerto”!-? En esto consiste la real-politik de cualquier estrategia basada en la “explotación de las víctimas”, como “saldo político”. Por tanto, el elemento determinante es el balance en el control de recursos de coerción-fuerza y de legitimidad-opinión pública.
Hay muchos vectores de presión estratégicos especulando acerca de los posibles escenarios del próximo referendo aprobatorio sobre la propuesta de enmienda. Y como ya Uslar, elevó a lengua legítima la palabra “pendejo”, yo diría que los que creen que la estabilidad, relativa paz y calma serán consecuencia inmediata de un escenario de derrota de la propuesta del Gobierno; califico a esta opinión de “apendejada”.
Algunos pensarán que soy “víctima” de la guerra psicológica del “militarismo” del “régimen”. Mi respuesta es que no soy sujeto pasivo del “palangrismo”, ni de unidades de medios del “Comando Sur”. ¡Oh, fantasías! Algunos se hincharán de irritación con semejante consideración. Pero analizando los acontecimientos en curso, sus antecedentes inmediatos, marcos de acción, guiones y repertorios simbólicos de los movimientos cuya oferta programática es ser “anti-Chavistas”; y analizando el trasfondo geopolítico nacional e internacional, nadie se chupa el dedo acerca de lo que está en juego. En esto la oposición radical está mucho más esclarecida sobre sus pretensiones de poder: el efecto de deslegitimación de una derrota de la enmienda no es plomo en el ala, es quedarse sin alas, así de sencillo. En la práctica, es un revocatorio. ¿Exageraciones? No se apendejen. Aquí, las pretensiones de poder en juego son de vasto calado y alcance. No se trata de debates jurídicos sobre una enmienda que tocaría aspectos secundarios del proceso político, que si la propuso el PSUV o el PPT, si Chávez o el pueblo.
Si usted, lector o lectora, considera que las consecuencias de cualquier resultado no son trascendentes, que abstenerse es una opción, que irse a la playa, darle la espalda a la realidad, especular sobre las “diferencias ideológicas de izquierda” con la revolución bolivariana, entonces usted esta apendejado. El 11 de abril, una marcha masiva de protesta, en un contexto de la escalada del conflicto, jugó un papel determinante para la neutralización de la represión del estado, estrategia de una minoría activa para sacar a Chávez de Miraflores a punta de guerra de imaginarios (como de hecho lo sacó). Allí, el balance de la movilización de recursos de fuerza (coerción) y de legitimación (opinión pública), traduce lo que acontece en la fluidez social de las situaciones de crisis política. “Iniciativa política”, “sorpresa”, “control de recursos de poder” y “masa de maniobra”. ¿A quién le corresponde el control de estos principios estratégicos?
Uno espera que algunos dirigentes hayan aprendido la lección. Porque el “día después” que me pinta la oposición radical (la que tiene realmente voz y decisión, cuando Chávez luce efectivamente débil), recuerda aquella llamada “revolución libertadora” en Argentina, que en realidad fue una contra-revolución dirigida por la oligarquía conservadora (el trágico anti-peronismo argentino). Por eso, ante la llamada “crítica endógena” de la revolución, simplemente me incluyo en el conjunto de los “anti-anti-chavistas”. Para tal decisión, uno puede hacer un rodeo, recordando al antropólogo Geertz, cuando hablaba del anti-anti-relativismo. Sin necesidad de apuntalar el relativismo, uno simplemente se inclina por el “mal menor”. Obviamente respeto a quienes no estén de acuerdo sobre la estimación del “mal menor”. Pero, cualquier decisión está sometida a una política del síntoma. Y cada quién con el suyo.
Por más que Petkoff nos traiga a pasear al ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, para explicarnos que es una “transición política pacífica”, no me convence esta estratagema. Para mi, la oposición radical no propone sino revancha social y política. No escucho otro argumento en sus actitudes, y no considero relevante las mascaradas. No es momento para apendejamientos, ni de un lado ni del otro, ni en el medio. La real-politik indica que la pérdida de un referendo aprobatorio tiene poderosos efectos de deslegitimación. Cuando uno escucha a un dirigente de la “oposición democrática” que asimila a Chávez con un “cartón de leche” que se echa a la “basura”, que llama a la “revancha” sin ton ni son, reconoce el “grado” de densidad moral e intelectual de la alternativa; es decir, del “anti-chavismo”. Si luego de elaborados “diálogos interiores, se cree que apoyando la enmienda se le da un voto a una “Presidencia Vitalicia”, estamos frente al doblemente apendejado.
Nadie vota por cargos vitalicios, pues allí votar está negado de plano. Vitalicio es un cargo que dura desde que se obtienen hasta el fin de la vida, sin intervención de votación alguna. Entonces, palangristas, no sean pendejos!.