Estuve buscando en mi biblioteca un librito mal leído hace años y, hoy rebuscando en mi laberinto orgánico pensante quería releerlo para memorizar algunas ideas que me hacían falta en algo que quería expresar o más bien tratar de calmar un poco la angustia que a veces se nos inflama por algo que nos parece mal y que no va con el proceso que actualmente anda a millón en busca del sí para la reelección del próximo 15F, por lo que me empeñé en localizar el libro: “Lo Pequeño es Hermoso” del economista Fritz Schumacher de estilo evangélico, lleno de afirmaciones acerca de lo que el buen Dios quería para nosotros como parte del mundo, sobre el bien, el mal y cosas más o menos, creo que este hombre era socialista, aunque pensaba que cuando las organizaciones crecen demasiado se deterioran, nada socialista. Y en el afán de hallarlo, no pude, pero me tropecé sin querer con “Tapices de Historia Patria” (5ta edición) de Mario Briceño-Iragorry que tendrá su momento en este correr del tiempo. Lo cierto es que en esa búsqueda del tiempo perdido para disparar líneas en todas las direcciones a ver si una se va de jonrón a favor de la revolución que nos devora la vida y fue así que me trasladé a dos instituciones del estado con una brisa mañanera apasionada de rigor patrio este lunes 26, pensé:

Estoy en la Asamblea Nacional, porque necesito cobrar un chequecito de una ayuda que ha dado el Gobierno Nacional para saldar una deuda de salud de algún familiar enfermo y, mientras llega la hora de su cobro paso por algunas de sus oficinas a saludar a las amigas y amigos escuálidos que allí vegetan y contribuyen con su esfuerzo enmarañado a la confusión y mantenimiento de la 4ta en su apogeo en ese adefesio que se llama la burocracia institucional y que allí germina como la maldad del otro que no la asoma, pero la profesa, y pasado el tiempo de espera que abrieran las oficinas del Banco Industrial de Venezuela por lo menos a las 8 y 30 de la mañana, horario regulado para las actividades de esos entes financieros en toda Venezuela, me consigo que no han abierto todavía para atender al público que, como yo espera para lo que tenga que hacer, dan las 9 de la mañana y aquello sigue como velorio pobre sin café. Noté que la mayoría de los empleados se presentan a las 8 y 40 am y no se puede comenzar a trabajar porque no aparece el vigilante y lo hace a las 9 y 15 am y un empleado que había entrado sale a comprar el desayuno y regresa con una ejecutiva a las 9 y 30 am. Pregunto: ¿Está el brazo financiero de la revolución a la altura de la banca comercial? Respondo: no y si todo esto fuera verdad, ¿se subsanará definitivamente este problema?.

Me vuelvo a perder en este traslado de las angustias cosificadas y ahora visito Banfoandes Banco Universal C.A, en el Estado Nueva Esparta, posiblemente la sucursal de Juangriego, porque quiero un crédito para comprar un camión de barandas rojas para que un compadre mío escuálido altisonante de la Isla como yo, a los cuatro vientos, me lo maneje, por lo que lo explotaré a él y al camión que me da la revolución y en un santiamén, menos de lo que canta el gallo de mi vecino, tengo el crédito y gracias a no sé quién mi camión, ¿y qué me queda? Echarle bastante vivas a la revolución y a Chávez . Pregunto: ¿cómo se evalúan esos créditos, quién da el visto bueno en esos montes adecos, vale recomendaciones y qué papel juegan las Juntas Comunales? Respondo: Suponiendo que se dio el caso expuesto y como ése ¿cuántos no se darán en toda Venezuela?. ¿Acaso tenemos el personal idóneo capacitado para esos menesteres? Desorden a la vista. Por eso me gusta lo pequeño por ser hermoso. Hará falta un halón de orejas para que la cabuya no reviente por lo más delgado.

¿A cuántos chavistas no tienen bailando del tingo al tango por un bendito crédito que de verdad sí necesitan y no se lo dan?.

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