¿El poder por el poder?

Regularmente se tiende a identificar el poder con la noción de fuerza y/o autoridad, tanto en lo público-gubernamental como en lo privado-personal, por lo que es frecuente relacionarlo con  el desempeño de cargos en cualquier estructura burocrática y la toma de decisiones por algunos para afectar hasta la vida personal de quienes sufrimos los atropellos del poder institucionalizado bajo el abuso del poder unipersonal. Esto no es otra cosa sino aplicar la fuerza físico-legal sobre el débil, usando el poder como mecanismo para la preservación de los privilegios de unos sobre los derechos de la mayoría.

No obstante pocos relacionamos el concepto de poder con la acción colectiva y la capacidad para transformar la realidad concreta. Es decir, el poder como mecanismo para la emancipación de las mayorías salvaguardando sus derechos fundamentales. El poder para cambiar procurando liberar las fuerzas colectivas creadoras; el poder de estar informados/as y participar equitativamente en las decisiones que afectan la cotidianidad; el poder para eliminar los privilegios de unos cuantos en favor de la felicidad colectiva. Esta es otra concepción del poder, poco usada pero muy necesaria en tiempos de cambios.

Por eso el poder es al mismo tiempo amado y odiado, ambicionado y rechazado, esperado y temido... todo a la vez, dada su condición dialéctica y naturaleza contradictoria, propia de las relaciones sociales.

Cuando asumimos la noción del poder-autoridad, cualquiera que sea nuestra posición (detentores ó receptores) será siempre necesario hacer uso de la fuerza, bien para ejercerlo o para defenderse de él, pues esta noción se superpone a los intereses del colectivo, quien por lógica reacción humana-social, emprenderá el contraataque para sustituir al poderoso o para equilibrar sus acciones. Se emprende una lucha sin cuartel, pero también sin proyecto pues no importa qué vendrá después, sino qué hacer en el aquí y en el ahora. Es una lucha cuyo ortodoxo propósito,  el poder por el poder, termina convirtiéndose en efímero…

Mientras que la noción de poder-transformador desde su misma esencia se opone al poder por el poder, asumiendo la autoridad más como obligación social derivada de lo moral y ético e impulsora de los cambios que el colectivo reclama en la mejora de su calidad de vida. Es un poder sustentado no en el posicionamiento momentáneo, sino en el reconocimiento de lo que debe hacerse en procura de satisfacer las necesidades colectivas, conocimiento que siempre deriva del saber colectivo, de los aportes y participación de quienes sienten las necesidades. El poder así visto auto elimina lo individual-momentáneo y da paso al poder colectivo, al poder popular: al poder permanente. No debe confundirse con falta de autoridad o desgobierno. Se trata de co-gobierno y ejercicio de la autoridad compartida, en función al incremento de la conciencia colectiva formada en torno al sentido de pertenencia y pertinencia social. No es sólo un gobierno de todos, sino para todos y con todos, según los distintos niveles de compromiso y responsabilidad asumida por cada cual. Lo otro sería la anarquía, donde la libertad es confundida con el libertinaje.

Ni tan calvo ni con dos pelucas, dice el maestro pueblo…

Por eso es que el tránsito hacia la sociedad socialista es temido, rechazado y hasta odiado tanto por la derecha que desea retomar el poder, como por los neorrevolucionarios que hoy detentan cargos y quieren mantener a toda costa. Por eso la Reforma Constitucional planteada en el 2007 no era conveniente para estos hambrientos de poder, pues en la misma se planteaba una mayor transferencia de poder al pueblo. Es el poder constitucional-constituyente utilizado para transformar integralmente la sociedad mediante un nuevo modelo de organización social, con un nuevo contrato social en que el ciudadano organizado en Consejos Comunales, y éstos en ciudades comunales, reducen el poder a los Alcaldes, Gobernadores y cualquier otra forma institucional del Estado burgués que aún pervive.

Igual ocurre en nuestras instituciones públicas, con mucho énfasis en las universitarias, donde artilugios como la “autonomía de cátedra” disfrazan la más grande anarquía de la sociedad. Es hasta risible escuchar a algunos profesores de renombradas universidades autónomas hablando de democracia y libertad de expresión, cuando ellos mantienen las más férreas dictaduras en “sus” cátedras. Asimismo hablan de abuso de poder cuando profanan el más sublime de los poderes: el conocimiento, para dominar y doblegar abusivamente cualquier punto de vista de sus estudiantes contrario a sus intereses.

Es también el caso de quienes amparados en el gremialismo universitario de cualquier sector, ejercen solapadamente el poder que garantiza su propia anarquía para incumplir sus obligaciones, imponiendo directivos que complacen sus caprichos dado el compromiso asumido en agradecimiento por haberlos llevado al poder-autoridad. Son verdaderos gestores del “poder por el poder”, pues jamás asumen cargos ni responsabilidades, ni aportan a la transformación socio-institucional, ni siquiera a su propio crecimiento personal-profesional, sino que manejan los hilos del poder colocando testaferros y chantajeables que, cual marionetas, se mueven según sus intereses y lineamientos emitidos tras bastidores. Así aprendieron en la sociedad burguesa cuarto-republicana, así pretenden mantenerse en la nueva República, bajo el gatopardismo de pedir el cambio para que todo siga igual…

Pero el despertar del colectivo concientemente formado e informado y el avance del maestro pueblo, se imponen con un poder más avasallante: el poder de la razón transformadora…y ese poder sí es permanente.

albanozam@yahoo.com



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Albano Zambrano

Economista Agrícola. Profesor de la UPT ?Argelia Laya?

 albanozam@hotmail.com

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