Cuando una doctrina quiere convencer construye un sistema de ideas riguroso y consistente.
Uno lee a Santo Tomás y no necesita ser creyente para abismarse ante el genio del Doctor Angélico hasta el punto de lamentar no creer en doctrina argumentada con tanta mente. Igual Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Marx, Bello. Les leemos los libracos y sudamos y pataleamos y aplaudimos incluso sin convencernos. En cualquier caso aprendemos a pensar, a persuadir, a disuadir.
¿Cómo es un buen sistema de ideas? Se pueden decir muchas cosas, pero hay una obvia: que sea consistente, lógico, riguroso, etc. Su falsedad puede estar quizás en sus premisas, pero hasta una catedral de ideas puede construirse a partir de principios falsos. Es cuestión del paquete axiomático.
Otra condición sine qua non es tener vergüenza intelectual. Horror ridiculi, es decir, 'horror al ridículo'. Dar la cómica es el peor accidente para un pensador serio. Otra cosa ocurre con los echadores, para quienes el ridículo es su mayor talento. Por eso me envanezco de decir que Roberto Malaver y yo hacemos el programa ComoUstedesPuedenVer para no tener que verlo. Es el disparate mayor que he dicho en mi vida y me pavoneo de no hallar muchos dislates peores. Pero me rindo ante la bufonada de la dirigencia opositora.
No aburriré tu inteligencia con una exposición forzosamente tediosa del hazmerreír intelectual de esa pobre gente neoliberal arruinada después de que estafó a sus seguidores ensalzando la opulencia como Máxima Realización Humana. Y además lo he dicho otras veces.
Tal vez un ejemplo baste. Una persona ridícula sostiene, con petulancia y sin conceder posibilidad de refutación, que la lujuria es pecado nefasto, inmundo y que los que lo cometen merecen execración. Lo hicieron los reverendos Jim Bakker y Jimmy Swaggart. Swaggart lo denunció por acoso sexual y lo hizo renunciar a la jefatura espiritual de una iglesia ahí. Pero luego Swaggart fue fotografiado saliendo de un motel con la propia puta del pueblo que, con el perdón, así se llaman. Renunció también.
Pero veo que de nuevo me equivoco: esos tipos tuvieron vergüenza siquiera una vez. La dirigencia opositora, en cambio, insiste en la cómica del paquetazo que no fue.