Para los imbéciles y los criminales; para aquellos que no tienen respuestas racionales a los problemas sociales, económicos y políticos de una sociedad; los que son incapaces de llegar hasta el pueblo con un mensaje creíble; los que apelan al odio para defender sus privilegios y ven con horror que los excluidos durante siglos se hagan visibles y ocupen espacio en el debate democrático, lo mejor es recurrir a la última ratio. Es decir, al asesinato. A la eliminación física del adversario político, ideológico, social. A sacar del camino a quien incomoda. Previamente se sataniza al adversario. Se lo convierte en objetivo privilegiado. La historia es pródiga en ejemplos: Mella, Rosa Luxemburgo, Jaurés, el Che, Guiteras, Santucho, Luther King, Gaitán, Gualberto Villarroel, el general Schneider, los Kennedy, Zapata, Sandino, Torrijos, Allende, Lumumba, Mateotti, Company, Quiroga Santa Cruz, Lovera, Jorge Rodríguez, integran la interminable lista de dirigentes políticos o sociales- que despertaron la reacción de los poderosos, cuyas vidas fueron segadas con la siniestra pretensión de que, al eliminar el objeto del odio, desaparecían las ideas que encarnaban. En el fondo creen que matando a la persona que promueve determinada política, se conjura el peligro que ésta representa. La reacción se produce a partir del reconocimiento de que la víctima escogida no puede ser derrotada, o neutralizada, en una confrontación civilizada. Venezuela vive este peligroso momento. En el cual el asesinato de un líder cuenta, como nunca antes ocurrió, con el asentimiento y la disposición de grupos que consideran esta opción como la única válida para acabar con el proceso revolucionario bolivariano. La posición la sustentan con argumentos que mezclan racismo, desprecio social, miedo al cambio y los vestigios de la concepción soreliana sobre la violencia distorsionada por el fascismo.
El blanco es Chávez. El plan es cazarlo y darle muerte. Más de un oligarca probablemente sueñe con colocar la cabeza disecada del Presidente en una pared de su residencia. Porque para esta gente hay que salir de Chávez, convertido en obsesión, como sea. Y como la realidad demuestra que cada día se torna más difícil sacarlo del poder mediante elecciones, golpe militar, huelga general, paro de la industria petrolera, insurrección popular, terrorismo indiscriminado, guerra sucia para lograr su aislamiento en el exterior, campañas de desprestigio personal y familiar, o auspiciando políticas desestabilizadoras desde los centros de poder del imperio -en momentos en que el factor Obama les genera incertidumbre-, no queda más remedio, ni otra alternativa, que acabar físicamente con Chávez. Montarle un atentado con mercenarios, terroristas expertos, sicarios, empleando rifles con mira telescópica, bazucas, cohetes, saboteando el avión presidencial, y otros recursos que utilizan los organismos expertos en la materia, o bien grupos desesperados dispuestos a tirar cualquier parada si las circunstancias lo requieren. Confieso no tener dudas sobre lo que viene. La intuición y la información me lo confirman. Nada disuade a quienes están ganados para esta aventura. El magnicidio los motiva y moviliza nacional e internacionalmente. Lo que ocurra después no les importa: no se pasean por la magnitud del desastre que provocaría el asesinato del Presidente. Porque los comprometidos en semejante absurdo trabajan para el caos sin evaluar las consecuencias. El cinismo con que reaccionan cada vez que se denuncia un intento de magnicidio; la actitud ambigua de medios de comunicación, dirigentes políticos y empresarios; la forma obscena como reclaman pruebas cada vez que el tema es planteado, confirma el compromiso que los ata al criminal designio. La única prueba que pudiera convencerlos sería el cadáver de Chávez. Y ni siquiera eso. Ante tan macabra circunstancia seguramente dirían que su muerte fue obra de facciones enfrentadas del chavismo. Repito: nada los detendrá en el sanguinario propósito que los alienta. Ni siquiera la certeza de que juegan con candela. Con candela de verdad. Porque si a Chávez le pasara algo que se olviden de lo que fue el "bogotazo".
LABERINTO
El nombre
de Ignacio Luis Arcaya, lo que él representó para la dignidad latinoamericana, poco se menciona en estos días de victoria de esta causa -y de Cuba-, y de derrota diplomática y política del imperio norteamericano...
En agosto de 1960
, cuando era más oscuro el panorama regional y agresiva la reacción antipopular, este venezolano ejemplar, jurista, dirigente político, exiliado durante la dictadura de Pérez Jiménez, sacó la cara por Venezuela en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de San José de Costa Rica...
Arcaya no era
comunista ni castrista: era un patriota convencido de que las relaciones entre naciones no se sustentan en la exclusión, los bloqueos y las invasiones, sino sobre principios fundamentales del derecho internacional como la autodeterminación y la no intervención...
Arcaya no vaciló
a la hora de negarse a suscribir la infame y rastrera decisión de condena a Cuba propuesta en la reunión de Costa Rica, urdida por la Casa Blanca con el aval y el impulso de Betancourt desde Miraflores...
Arcaya se rebeló
contra la orden de apoyar la agresión contra el hermano país y renunció al cargo, lo que precipitó el retiro de URD, su partido, del gobierno puntofijista...
El episodio
de Costa Rica fue el paso inicial -el objetivo no era sólo la isla- de una política hemisférica de brutal sojuzgamiento que, dos años después, el 31 de enero de 1962, acordó en Punta del Este la expulsión de Cuba de la OEA y abrió las puertas al más feroz proceso de segregación y represión en América Latina...
Sobran los motivos
para recordar, luego de 49 años, a Ignacio Luis Arcaya, de la misma generación y estirpe del cubano Raúl Roa y el guatemalteco Guillermo Torrielo, centinelas de la verdad y adelantados lúcidos del tiempo que vivimos, cuando se imponen los valores que entonces, en apariencia, eran aplastados y que hoy irrumpe con fuerza incontenible...
Alan García intervino
el Canal Panamericano de Noticias de Perú por sus deudas con el impuesto: silencio total. En Venezuela el Seniat le cobra a Globovisión un mono gigante: escándalo total...
Por cierto
, en Perú masacran y desaparecen a decenas de indígenas que repudian la entrega de sus tierras a empresas extranjeras: silencio total y, por supuesto, la consabida acusación contra Venezuela y Bolivia de estimular el conflicto...
Se le complica
la situación al dueño del Banco involucrado con un canal de televisión en la conspiración.
Cada día le cuesta más tapar los huecos que tiene y depositantes importantes le han retirando grandes sumas de dinero...
Valiente la actitud
de Obama al reconocer la participación de EEUU en el golpe de Irán de 1953. La derecha norteamericana se pone cada día más peligrosa con estas actitudes del Presidente. ¿A dónde será capaz de llegar?...
Luto activo
en el escualidismo por el aumento de los precios del petróleo...
Fueron a Roma
a pedir la bendición para el golpe. La escena recuerda la bendición de las tropas italianas que invadieron Etiopía por el Papa de entonces. O a Franco entrando bajo palio, rodeado de obispos, a las Iglesias. La historia es grotescamente repetitiva...
Huizi Clavier y otros
creen que pueden sorprender al país como lo hicieron en abril de 2002. El eterno cuento del golpe sin golpistas.
jvrangelv@yahoo.es