Un sistema social de explotación se sustenta en una fuerte diferenciación de clases, y esta separación de clases tendrá su soporte principal en la valorización espiritual de los dominadores y la desvalorización de los dominados.
De esta manera, los dominadores serán los elegidos para conducir, los que tienen la capacidad, el conocimiento, pero sobre todo la textura espiritual superior.
Y los dominados, serán inferiores, no aptos para gobernar, no aprenden, no tienen conocimientos, ni la pinta, ni la genética necesaria para superarse, tienen una textura espiritual inferior, el cielo no está destinado para ellos, y aquí en la tierra deben ser sumisos, se justifica explotarlos, eso es natural.
Así están organizados todos los sistemas de explotación: los esclavos eran considerados un poco más que animales, se discutía si tenían alma. Los siervos lo mismo. A los indios se les podía matar, se exterminaron sin ningún sentimiento de culpa, eran algo similar a un animal, a un búfalo.
En nuestra era, aunque con una gran dosis de hipocresía, existe este mismo esquema: hay unos “superiores” que vienen desde la colonia siendo “superiores”, son los que alguien con acierto llamó los “amos del valle”, son los oligarcas, sus apellidos son conocidos, sus privilegios exquisitos, su sangre es azul. Son aquellos que se justifican diciendo: “especulamos pero creamos empleo”, lo que equivale a decir “Sin nosotros esto no funciona”.
Frente a estos oligarcas existen unos que sufren el despojo de esta “casta superior”, que para defender sus privilegios asesinó a Bolívar, a Zamora, Fabricio, son los excluidos, los obreros y trabajadores, los campesinos.
En el medio, la clase media, con vanidad de oligarcas y la tragedia de no serlo.
Con la llegada de la Revolución Bolivariana cambió el paisaje, la Revolución devolvió la dignidad, el amor a los despojados, les dijo: “ustedes son seres humanos con las mismas capacidades que cualquiera, la Revolución les dará las mismas posibilidades de desarrollar esas capacidades”.
Esa es la esencia de una Revolución, acabar con los privilegios y dar igual oportunidad de desarrollo a todos.
Pero al hacer esto choca con el principal pilar de la dominación, con su espiritualidad, derrumba el mito de que la existencia de amos y esclavos es natural.
Al chocar con la espiritualidad de la dominación, activa mecanismos inconcientes, es allí en el alma donde se arraiga la justificación de la dominación. Por eso, más tolera un dominador que le quiten sus bienes materiales a que lo priven de su estructura psíquica de “ser superior”. Es así que los monárquicos desplazados de Europa vivían en buhardillas, pero conservando los mismos modales del castillo, con el mismo desprecio por los humildes.
Así se explica el odio de los oligarcas y sus aliados de la clase media contra Chávez y la Revolución , no toleran la pérdida de sus privilegios espirituales, de su superioridad, no toleran que ahora todos sean amados, no hay desprecio, ahora no se justifica explotar a nadie.
Con la espiritualidad oligarca hemos topado, la batalla es definitiva.
¡Chávez es Socialismo!