Se nos presenta el equilibrio como sinónimo de democracia. Con la excusa del reconocimiento del otro se evade la lucha de clases. Las diferencias se falsifican como simple diferencias de estilo. La consigna reina es: “todos”. Así, Venezuela somos “todos”, Socialismo somos “todos”, la cultura somos “todos”, “todos” somos científicos, “todos” somos poetas, “todos” somos “todos”, “todos” somos iguales.
De esta manera conseguimos sembrar en la sociedad la sensación de una falsa unanimidad que esconde el pacto oligarca. Veamos.
Tomando como excusa esta búsqueda del equilibrio, se justifica que el enemigo oligarca vaya a las televisoras de la Revolución, también que los dirigentes revolucionarios vayan a los canales golpistas. Tomando como excusa el equilibrio se justifica que no se ataque a los valores oligarcas, sino a lo sumo a algún oligarca trasnochado por allí.
Y así, poquito a poquito, han sembrado la idea de que la democracia es esta convivencia de “todos”, que ahora “somos iguales”: tanto el oligarca que se apodera de las riquezas sociales, como el excluido de siempre ¿Y si todos somos iguales, por qué pelean los humildes, los excluidos? ¿Si todos buscamos el bien de la sociedad, entonces, contra quién pelean los humildes?
Siendo así, no hay razón para luchar por una nueva sociedad, lo que se impone es el pacto. De esta forma consiguen castrar al Socialismo y lo convierten en una retórica, o en un buen gobierno, que hace cosas, obras, pero no cambia a la sociedad.
¿De dónde sale la propuesta de equilibrio, a qué realidad responde, qué intereses refleja?
Este equilibrio que se nos propone todos los días, es hijo directo del híbrido que se ha venido desarrollando en lo económico. Se nos dice que el capitalismo no es malo, lo que hay son malos capitalistas, que los nuestros, los existentes, como Lorenzo el de la Polar, y los que ahora formamos, como los “empresarios socialistas” o las empresas de producción social, son buenos. Que la Propiedad Social de los medios de producción sólo es importante (por ahora) en las empresas básicas.
Esta realidad económica reclama sus correspondientes:
En lo social, una colaboración de clases que sea una manera de controlar los conflictos, de morigerar la lucha.
Y en lo político, un gobierno que se limite a administrar los intereses de la oligarquía, a transferir la Propiedad Social al campo capitalista, que se alinee con el capitalismo globalizado, en resumen, que de la espalda a los humildes y las facilidades a los oligarcas, los nuevos y los viejos.
Concluimos entonces, que el llamado equilibrio, que por lo demás es inviable porque no puede haber equilibrio entre los desposeídos y los apropiadores de la riqueza social, ese equilibrio es una inteligentísima trampa para castrar el ímpetu revolucionario.
La Revolución debe sacudirse de esta emboscada, seguir su profundización, desechar la ilusión de falsos equilibrios y falsas democracias, convencida de que la verdadera democracia, la verdadera paz y el verdadero equilibrio, sólo son posibles con la justicia Socialista.
¡Chávez es Socialismo!