Una de las diferencias fundamentales entre una ciudad liberalista y otra socialista es la que tiene que ver con la cuestión del espacio público.
Mientras que en
una ciudad liberalista el espacio público es reducido al mínimo para
dar paso a una óptica privada, en una ciudad socialista éste es
respetado y acompañado.
Ello se ve reflejado no solamente en el tema del latifundismo urbano,
sino también en aquellos espacios públicos que todavía siguen siendo
tales: plazas, avenidas, parques.
Son
tan excluyentes dos campos de golf en el mero centro de una ciudad como
Caracas, como aquellas plazas, avenidas o parques sumergidos en la más
profunda oscuridad.
En ambos casos se trata de una exclusión directa de la mayoría de los ciudadanos caraqueños de sus espacios públicos.
El
resultado es dramático: los campos de golf terminan siendo lugares
céntricos, verdes y tranquilos para el disfrute de una grosera minoría
en la cual se gasta el agua de la ciudad para mantenerlos verdes, y
mucha electricidad en sus cercas para mantenerlos exclusivos, es decir,
excluyentes.
Pero, por otra parte, también muchas plazas, avenidas y parques de
nuestra ciudad, se mantienen en las manos de una minoría de
delincuentes que, aprovechando la ausencia total de luz, hacen suyo lo
que debería ser de todos.
Para subsanar el gravísimo problema del latifundio urbano se requiere
una fuerte voluntad política que aplique las leyes en pro de todos.
Para subsanar la ausencia de espacios públicos que excluyen a los ciudadanos se requiere simplemente de LUZ.
Mientras que el proceso de justa expropiación presupone una cierta
complejidad, hacer de las plazas, avenidas y parques, lugares de todos,
requiere simplemente de servicio eléctrico.
Dicho de manera todavía más tajante, no hay ciudad socialista donde no haya iluminación.
Los terratenientes urbanos comparten por ello con los delincuentes una
misma intuición: el negocio está en excluir a la mayoría de los
espacios públicos, unos a través de cercas de electricidad, otros a
través de la ausencia del servicio eléctrico de iluminación.
Por todo ello es fácil concluir que donde no hay luz, no hay
socialismo. Utilicemos pues nuestra electricidad no más para proteger
los campos de golf, signo y símbolo del triunfo del neoliberalismo en
nuestra ciudad, sino más bien para iluminar nuestros espacios urbanos
convirtiendo finalmente lo que es de algunos, en un patrimonio de todos
los caraqueños.
(*)Ph.D.
Vicepresidente Instituto de Estudios Avanzados (IDEA-MPPCTII)
Director del Centro de Investigaciones Teóricas (CENIT-IDEA)
http://perezpirela.blogspot.com/
http://www.idea.gob.ve/
maperezpirela@gmail.com