No hace falta envilecerse para oponerse a un gobierno. Es más, Leo, Andrés Eloy, Gallegos, tantos en nuestra historia, han ganado dignidad oponiéndose a diversos gobiernos. Mandela, Gramsci, Julius Fučík.
Pero aquí se dedican a deshonrarse con un brío autoinmolatorio, como TalCual, por ejemplo, dirigido por un tipo inteligente y culto, que no hace sino degradarse cada día más. Leído el editorial, no hay más nada que valga la pena siquiera hojear ahí. Si es que vale la pena leer el editorial, esa colección de afrentas sin fundamento.
No se entiende. Inventan mentiras garrafales, que rápidamente se les caen. La última fue la del “garrapiño”, una herramienta usada por la Guardia Nacional para retirar barreras. Pues El Nacional inventó que se trataba de la “araña española”, instrumento de tortura que no tiene nada que ver con el garrapiño, pues se trata de una tenaza hecha para arrancar las carnes por parte de la Santa Inquisición de la Religión de Amor que profesa Nitu Pérez Osuna, que fue la más apasionada denunciante del garrapiño. Se les refuta ampliamente la información y se quedan como si nada, listos para la próxima vileza.
El director de TalCual tiene además liderazgo en la mayor parte de la intelectualidad de oposición. ¿Por qué no organiza a esos letrados a fin de que pongan a sudar al gobierno para defenderse de argumentos serios y bien pensados, que los hay? No. Ellos prefieren la calumnia, el engaño brutal, estúpido, mientras más imbécil mejor. Odio en estado puro. Órdenes de la Embajada, claro.
Otro heredó El Nacional, que fue con mucho el mejor periódico de la América Latina y de los mejores del mundo, que uno echaba de menos cuando estaba fuera de Venezuela. Una vez Cabrujas interrumpió un festival de teatro shakespereano en Inglaterra para adelantar su regreso a Venezuela. Le hacía falta El Nacional, dijo. Pocas veces fue tan certero un lema publicitario como este: “Si el domingo no existiera, El Nacional lo hubiera inventado”. No había domingo sin él. Era eso que llaman un periódico de referencia. Uno lo usaba para verificar las informaciones. Ahora es al revés. La única verdad que publica es la fecha y a veces la pongo en duda. Si un día me informa que el Ávila queda al norte de Caracas, me busco un mapa y una brújula para verificarlo, porque hasta cuando dice la verdad me pregunto por qué perversa razón le convino decirla.
Son sadomasoquistas, pero más masos que sados. Sobre todo los que les creen.
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