Las demoliciones del fascismo

Las demoliciones del imperialismo, sea europeo o estadounidense, están claramente identificadas con envolturas muy sutiles con las que las personas suelen ser atrapadas y envueltas con una finalidad exclusivamente comercial. Sin embargo, esas demoliciones toman otras formas, brutales y despiadadas, como las que dejaron caer en Japón –en la década del 40 y han seguido alterando la bondad de la madre tierra o pachamama como la llaman en Bolivia y que dañaron a Vietnam, dividieron a Yugoslavia, masacran a Irak y generan llanto y dolor en Afganistán.

Las envolturas sutiles de la agresión imperialista en el mundo tienen confecciones variadas y endulzadas a través de la publicidad, el show Business, los perfumes, el modelaje, la frivolidad de las revistas, el cine y la televisión.

Pero junto a las formas brutales, tales demoliciones tienen como base la mentira, la cual proviene de donde pocos y muchos imaginan.

Si observamos el caso de la religión, aquí en Latinoamérica nuestros antepasados sintieron en carne propia el uso y abuso bajo la mirada permisiva de la religión, es más, una minoría de edad caracterizaba a nuestros antepasados como argumento de valor para esquilmarlo. ¡Y así fue!

La misma fe con variada vestimenta se encargó de eliminar a los nativos del suelo de América del Norte y junto al enfermo poder político-económico, convirtió a esa región en la tierra de la codicia y de la violencia contra las personas y el propio ambiente.

Mientras esto ocurría por estos lares, la modalidad claramente económica de la demolición fascista se abatía sobre las naciones asiáticas y africanas, aunque usando la violencia y la brutalidad de las armas como argumento para convencer. Esto ha dejado naciones agredidas, empobrecidas y cientos de miles de personas muertas.

Estas modalidades económicas, tal vez hastiadas de tanto disfraz, ahora actúan abiertamente vestidas, unas de institucionalidad democrática universal, identificadas con variadísimas siglas y bajo el ojo de quienes se sienten los dueños del imperio y, por otro lado, cuando estás no pueden alcanzar los objetivos que les dictan, entonces surgen las propias fuerzas del fascismo demoledor, uniformadas y vestidas de agresividad y muy bien armadas para intentar hacer valer lo que ellos creen es la gracia que Dios les confirió.

Alguien, en alguno de los tantos videos donde se protesta por los acontecimientos malsanos que unas naciones hacen a otras, dijo algo así como que no tiene nada de saludable vivir ajustado a unas instituciones nacionales y mundiales que pertenecen a una sociedad enferma como la que tenemos hoy. Por eso, todos los latinoamericanos debemos concientizarnos, crear nuestras propias revoluciones –como está ocurriendo- y nuestras propias organizaciones, más democráticas y humanistas, como Unasur y el Alba. Ese debe ser el camino a transitar por las ciudadanas y ciudadanos de nuestro continente sureño.



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Pedro Estacio


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