Ellos no tienen nada que celebrar

Hay gente que nada tiene que celebrar –nos referimos al 4 de febrero- porque les encanta lo que ellos llaman el sistema democrático, con sus defectos, contra el cual insurgió un grupo de patriotas, militares y civiles, que venían observando y siendo testigos, como miles, del hastío de la ciudadanía ante tanta injusticia, que algunas personas light, seguirán insistiendo que son pequeños defectos, fáciles de subsanar en el tiempo, aunque nunca se diga cuando.

Hubo una insurrección contra los que se vendieron siempre como bendecidos por la santidad transnacional, contra los verdaderos felones del país, contra los que hipotecaron la nación. Es más, fueron tan felones, que aceptaron todas las orientaciones que dieron los gángsters económicos que suelen manejar tales crisis, apoyando con informes dirigidos el otorgamiento de créditos por parte de los organismos mundiales súperconocidos y que ahora andan rondando como vampiros por los lados de Haití, a ver qué sangre le queda a ese pueblo para arrasar con ella.

Quienes predican que mejor es la democracia con defectos que el socialismo, les parece, por ejemplo, que la gran debacle financiera ocurrida con el Banco Latino (en 1994) es una insuperable obra de arte de registro histórico. Ese es el tipo de gente que critica a la revolución bolivariana. Y es bueno citar, para refrescar la memoria de algunos, ciertos párrafos del trabajo periodístico escrito por Hugo Prieto para Siete Días, en septiembre del año 2000. Esto escribió:

“Desde el mismo momento de la intervención (16 de enero de 1994) aparecieron los componentes de una compleja ecuación. Uno de ellos fue el entramado político que rodeaba este hecho. Al recorrer este camino, surgen "los tres reyes magos" (las tres figuras emblemáticas de la crisis: Gustavo Gómez López, José Álvarez Stelling y Orlando Castro), quienes tenían "cuentas pendientes" con el ganador de las elecciones de diciembre de 1993, Rafael Caldera.

Un emisario del Palacio de Miraflores habría movido los hilos para que se cumplieran las instrucciones que le atribuyen al entonces Presidente de la República -quien no habría perdonado a Gómez López el apoyo financiero que prestó a la candidatura de Oswaldo Álvarez Paz, otrora "delfín" y luego adversario de Caldera-. Al accionista principal del desaparecido Banco Consolidado, Álvarez Stelling, le endilgaban una jugada para favorecer los intereses del ex secretario general de Acción Democrática, Luis Alfaro Ucero, y al banquero cubano, Orlando Castro: su apuesta por el hombre fuerte de Bolívar, Andrés Velásquez.

Al acercarse la hora del conteo de los votos y al advertirse el probable triunfo de Rafael Caldera, Álvarez Stelling le habría pedido, a un ex congresista andino de Copei, que le tendiera un puente de acceso a Tinajero; pero el propietario de la quinta y próximo inquilino de Miraflores, al parecer, diría circunspecto: "es demasiado tarde".

La dimensión política de la crisis financiera es un territorio minado que ninguno de sus protagonistas se atreve a pisar, a menos que arriesgue un paso en falso. Tal vez porque los jerarcas que administraron las finanzas públicas -y hasta el propio ex presidente Caldera- son potenciales candidatos a una acción judicial, de acuerdo a lo dispuesto en la Ley de Salvaguarda del Patrimonio Público. ¿Quién promovió al puente de mando a quienes podrían ser responsables de la pérdida de 10 o 15 millardos de dólares?

Los pasivos del liderazgo político, a su vez, podrían reflejarse en el balance de varios bancos. Algunas deudas habrían sido condonadas y las tarjetas de crédito limpiadas. Balances que podrían entregarse con fondo blanco, verde o naranja”.

Por supuesto, no tienen nada que celebrar, quienes han venido aplaudiendo este mundillo, donde ellos no ven corrupción, sino simples defectos del sistema democrático. Esta gente, que nada tiene que celebrar, ignora adrede los beneficios que la revolución entrega a la mayoría ciudadana en materia de salud, educación, dotación de tierras, alimentos a precios solidarios, viviendas, creación de nuevas empresas de gestión socialista, recuperación y dotación de tierras, pensiones decentes a los jubilados del Seguro y pare de contar y, por si fuera poco, asistencia financiera a los ahorristas. Y hay más, solo que como no quieren entender, sino seguir su juego político (que de seguro no es gratis), nada tienen porqué celebrar.



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Pedro Estacio


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