Primero queremos dejar sentado que el hecho de que una persona sea
pedante, fea, no nos guste, etc., no confirma que las tesis que expone
sean equivocadas. Quien no rebata esas tesis, y sólo impugne al hombre,
está incurriendo en sofismas, eficaces para ganar torneos de retórica,
pero inútiles en la búsqueda de una Revolución. Veamos.
Todo
hombre lleva una verdad en el alma, a veces la sembró allí la clase
explotadora, entonces, ese hombre es víctima o es victimario.
A
veces la verdad la depositó allí el viento de la emancipación, y ese
hombre necesariamente navega el río de la Revolución.
Cuando la verdad que el hombre porta es respaldada por
acciones que conquistan multitudes, cuando se hace fe de las masas, en
ese momento estamos en presencia de un líder. Pero, puede ser que la
mayoría no lo acompañe, entonces esa verdad esperará nuevos tiempos en
busca de reconocimiento.
Tal es el caso del Libertador, de Martí, de Marx, Fidel,
el Che, y de Chávez, pero también de Fabricio, que murió por defender
su verdad, o de Rosa Luxemburgo. O de Trotsky, siempre fiel a sus
creencias, en un momento el hombre más solitario del planeta, repudiado
por sus enemigos y execrado por los que debían ser sus hermanos.
Similar ejemplo dio Galileo, que defendió sus creencias
hasta lo último, y su grito ¡sin embargo se mueve! aún retumba en oídos
incautos.
Y, por encima de todos, está Cristo, que luchando con su prédica contra un imperio supo dar a la batalla un alto contenido espiritual, y lo refrendó en la Cruz.
A través de la historia, las armas del rebaño contra la verdad incómoda son siempre las mismas: la mentira, la descalificación, la burla, la agresión, la trampita mezquina, son tan poderosas que consiguen que los pueblos yugulen a sus líderes y favorezcan a sus verdugos.
El ejemplo más triste se encuentra en los mismos
orígenes de nuestra civilización: cuando Pilatos somete a votación del
populacho la vida de Cristo, éste es derrotado y condenado a la Cruz.
Fue tan vergonzosa aquella reacción, que el delegado imperial se lavó
las manos.
Nosotros tenemos una verdad, en ella creemos, con ella
hemos vivido por más de cincuenta años. El colectivo Un Grano de Maíz
resume todos los combates revolucionarios librados por esta sociedad en
más de medio siglo, desde la lucha contra Pérez Jiménez hasta el 4 de
Febrero, pasando por las batallas heroicas que lo precedieron. En esa
lucha nada nos es ajeno.
Hemos acertado y también errado, sufrido muchas derrotas
y pocas victorias, pero siempre perseveramos. A esta Revolución no le
pedimos nada, al contrario, agradecemos profundamente la oportunidad que
nos dio de seguir luchando por el sueño, por la utopía que heredamos
del Libertador, de los precursores. Agradecemos al Comandante Chávez que
emergiera del desierto y nos trajera la Esperanza.
Tenemos nuestra Verdad, siempre la proclamaremos, por
ella luchamos y sólo pedimos coraje para morir por ella, si es
necesario.
¡Chávez
es Socialismo!