El 19 de abril: un movimiento cívico-militar

Algunos voceros de la derecha venezolana (Ugalde, Caballero, Baltazar Porras) han calificado lo ocurrido el 19 de abril de 1810 como un movimiento estrictamente civil. Según ellos, en aquellos actos participaron exclusivamente hombres provenientes del mundo universitario, del clero, del cabildo, del comercio, y hacendados, pero militares, ninguno. Estos últimos no estuvieron presentes en los sucesos, no se les vio por ningún lado, no tomaron parte en ninguna actividad ese día. Todo fue obra de ciudadanos sin armas, sostienen los susodichos. De manera que en estricto sentido, siguiendo tal manera de pensar, Emparan no fue destituido como máxima autoridad española de la capitanía general de Venezuela; no, las cosas no ocurrieron así, él fue convencido de renunciar, luego de escuchar los argumentos discursivos de los criollos; estos utilizaron la pura persuasión, la pura retórica, la simple palabra; allí no se vio ningún sable levantado por algún hombre uniformado. Los batallones estaban en ese momento en sus cuarteles desayunando o entretenidos jugando a los dados. Tal es la versión idílica de los acontecimientos ocurridos en Caracas hace doscientos años, que estos emisarios de la derecha reaccionaria quieren vendernos, falseando sin duda la realidad pues, destronar a un funcionario  de la categoría de Emparan, quien en ese momento detentaba los cargos de Jefe político de la provincia de Caracas y jefe militar de la Capitanía General de Venezuela, era una acción que no podía realizarse exitosamente sin la participación directa de hombres armados sumados al movimiento. Para ejecutar ese Golpe de Estado, pues así es como debemos calificar los sucesos de ese día, fueron ganados tanto milicianos como oficiales del ejército. En tal conjura estuvieron comprometidos los batallones situados en los cuarteles de la Casa de la Misericordia, San Carlos, San Jacinto, de la Prevención, de Caballería, del Parque y de Milicias. Los conspiradores mantenían contacto con los oficiales que comandaban estos cuarteles desde hacía tiempo. De manera que cuando llegó la hora de actuar aquellos “instruyeron de lo combinado a los oficiales, asegurándose de su indispensable cooperación, especialmente de los jefes de las tropas que figurarían en las ceremonias del día” (Andrés Ponte. La revolución de Caracas y sus próceres, Caracas, 1960; 97). Por ese concierto es que la guardia situada en la plaza central de Caracas, que estaba ahí para, entre otras cosas, rendir honores al Capitán General ese día jueves santos jubiloso, no procedió en contra de Francisco Salias cuando éste comete el atrevimiento de tomar del brazo a Emparan para impedir su ingreso a la catedral e intimarlo a retornar a la casa consistorial; el jefe de esta guardia, capitán don Luis Ponte, comprometido con los criollos mantuanos en la ejecución del golpe, impidió con una orden suya la reacción de la compañía. 

Pero es que por lo demás, al 19 de abril hay que mirarlo de conjunto, como parte de un proceso de largo aliento, tal como fue la guerra de independencia venezolana, extendida en el territorio nacional hasta 1823 y cuyo punto de arranque fueron, ni más ni menos, los sucesos de abril. Es decir, aquel movimiento del jueves santos se transformó inmediatamente en una gran conflagración bélica cuyos actores fueron obviamente los hombres de armas, los mantuanos del Golpe de Estado, ahora uniformados con prendas militares y con armas en sus manos, obligados por las circunstancias a abandonar su condición civil, de la misma forma que lo hizo el pueblo llano, pardos, negros e indios, convertidos ahora en el ejército popular libertador. De manera pues que lo verdadero y cierto es reconocer que el día 19 de abril de 1810 tuvo lugar un Golpe cívico-militar, derivado luego en un gran conflicto bélico, que culminó con la victoria obtenida por los libertadores sobre los colonialistas españoles y con la creación de la República de Colombia. En ese trayecto los hombres y mujeres de a pie pasaron a ser los hombres de armas, pues tal conversión era imprescindible para conseguir el objetivo: la instalación en territorio venezolano de una república soberana, habitada por ciudadanos dignos, y defendida por un ejército constituido por los hombres del pueblo. En síntesis, la República de Colombia, matriz de la República de Venezuela, fue creación heroica del glorioso ejército libertador, del pueblo armado y de los criollos revolucionarios, gatilladores de la mecha encendida hace doscientos en Caracas, con el Golpe de Estado ejecutado en contra del gobernador español Vicente Emparan.

Siglanz53@yahoo.es



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Sigfrido Lanz Delgado


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