15 de junio de 2009.- A continuación reproducimos la intervención de Vladimir Acosta en el encuentro "Intelectuales, Democracia y Socialismo":
Bien, en 10 minutos no se puede decir gran cosa, sobretodo para referirse a un proceso tan rico y tan complicado como éste. De los tres temas que están establecidos ahí, me parece que el menos importante es el primero, que los más importantes son el segundo y el tercero; es decir una evaluación crítica y auto-crítica de este proceso y pensar un poco en las cosas que se pueden hacer. Pero lo segundo es pre-requisito a lo tercero; es decir, primero hay que hacer una evaluación crítica para luego pensar en lo que se puede hacer. En consecuencia, yo voy a referirme fundamentalmente a lo que sería una evaluación crítica de este proceso, partiendo de lo que decía hace un poco Juan Carlos Monedero, y que yo comparto, que aquí tiene que haber un espacio para la crítica, tiene que haber una pérdida del temor a hacer la crítica por cualquier descalificación que se haga de lo dicho.
Yo parto, por supuesto, de la idea de todos los extraordinarios logros que se han obtenido aquí en estos diez años. Éste es otro país distinto al país que existía aquí hace diez años, ésta es otra Venezuela, y es verdaderamente extraordinario lo que se ha hecho aquí. Lo digo simplemente como una presentación, pero creo que es absolutamente inútil referirse a eso porque todos lo sabemos, todos lo compartimos y por eso justamente estamos aquí. Yo creo que lo más importante es que en medio de esos logros y asociados a esos logros, hay problemas. Hay problemas y hay algunos problemas que ni siquiera se ven, que se ocultan, o que se lo subestima y son problemas importantes, que a medida que se acumulan se convierten en amenaza contra el avance y la profundización de este proceso, que creo que es lo que todos queremos.
Yo en esos diez minutos o doce minutos, difícilmente puedo detenerme a detallar los problemas, voy hacer fundamentalmente una suerte de enunciado que, luego puede ser profundizado o discutido. Y justamente para aprovechar el tiempo traje algunos pequeños apuntes aquí. Había que empezar, en mi opinión —y éste es un tema que yo he tratado con más detalle en otras oportunidades— viendo lo que son tres problemas claves de este proceso en medio de todos sus logros.
El primero es la falta de una línea política o de un programa político claro. Por supuesto [está] el Socialismo del Siglo XXI, pero el Socialismo del Siglo XXI hasta ahora es una idea muy genérica y tiene que ser así porque es una idea en construcción. Nosotros no tenemos ninguna receta socialista. Y este proceso ha llegado ahí a través justamente de una secuencia de hechos. Al principio, lo que había era fundamentalmente una sensibilidad social, luego se fue asumiendo una posición antiimperialista y finalmente se ha ido asumiendo el Socialismo del Siglo XXI. Pero hay montones de cosas aquí que no están claras, y uno de los hechos que resalta ahí es que la línea política es fundamentalmente lo que el Presidente [Chávez] va descubriendo o estableciendo como línea política. Y eso ya genera un primer problema. Porque ocurre entonces que el segundo problema, que se relaciona con eso —y yo apenas los estoy enunciando— es la falta de una dirección colectiva, cosa a la cual yo me he referido miles de veces.
Por supuesto nadie cuestiona el liderazgo del Presidente Chávez; el Presidente Chávez es el alma, el corazón, el nervio, la fuerza de este proceso, este proceso se identifica plenamente con él, el Presidente trabaja 25 horas diarias por este proceso, dedica su vida y arriesga su vida por este proceso. Nadie cuestiona el liderazgo, pero el Presidente no puede hacerlo todo, ni puede estar en todas partes. Y una de las cosas que requiere un proceso como ese es una dirección colectiva y estamos lejos de tener una dirección colectiva. La relación sigue siendo una relación del Presidente con el pueblo, que lo adora con toda razón la mayoría del pueblo, pero los dirigentes, los líderes, los cuadros o son desconocidos, o son ignorados e incluso son hasta rechazados por la propia población.
Aquí no ha habido la creación de una dirección colectiva que refuerza el liderazgo del Presidente y eso me parece que es fundamental para que las tareas puedan cumplirse mucho mejor y para que un dirigente, teniendo además una línea política, se atreva a opinar antes de que el Presidente Chávez lo diga por que todo está más o menos establecido, una línea general. Eso es la segunda falla, que yo creo que tenemos y repito: las estoy enunciando sin entrar mucho en detalles.
Una tercera falla, un tercer problema es, la ausencia de un partido revolucionario. Aquí no hay un partido revolucionario. El PSUV no es ni siquiera un partido, perdónenme que lo diga. El PSUV de hecho ha sido, por lo menos hasta ahora, un instrumento administrativo y electoral para aplicar la línea política que el Presidente Chávez va estableciendo, no es un partido político todavía. Además, un partido político que se organiza desde arriba, tiene el riesgo de atraer a mucha gente que no es revolucionaria. Hay muchos revolucionarios en el PSUV, pero también hay gente que anda buscando obtener puesto, etcétera, etcétera. Ese es uno de los problemas de fondo que se plantea con el PSUV.
Además no tendría ni siquiera porque haber un sólo partido aquí, podría haber varios partidos y eso generaría una mayor riqueza en las discusiones. Porque un partido más grande y más poderoso genera arrogancia, genera prepotencia, genera malas relaciones con los propios aliados. Esto genera o está relacionado con problemas, en este caso, de burocratismo, de ineficiencia y, a veces, hasta de corrupción sobre los cuales no voy a decir más nada.
Otro aspecto que quiero tocar, que es una suerte de ventaja envenenada que ha tenido este proceso, es decir, una ventaja que tiene aspectos también de desventaja. La política correcta y exitosa que ha llevado a cabo el gobierno bolivariano en estos años, ha permitido, entre otras cosas, salvar la OPEP, recuperar la OPEP, y a través de la OPEP recuperar los precios del petróleo. Cayeron, por supuesto, después de la especulación y la crisis, y están levantándose otra vez. Pero ha sido un esfuerzo enorme del gobierno venezolano por rescatar la OPEP, rescatar los precios del petróleo, y por rescatar la PDVSA, y convertir PDVSA en una empresa verdaderamente nacional, una empresa del pueblo venezolano, y no la empresa de las minorías corruptas, de las transnacionales y enemigas del país que la dominaban antes. El gobierno bolivariano ha logrado controlar las reservas, y rescatar las reservas; ha logrado acabar con la supuesta autonomía del Banco Central de Venezuela, para que sirviera intereses contrarios al país; y ha logrado que la población empiece a pagar impuestos. Estos son tres logros extraordinarios.
Estos tres logros extraordinarios han permitido financiar los grandes proyectos sociales que se vienen llevando acabo, la inversión social, eso que los neoliberales han llamado el gasto social. Es decir, todo que se ha hecho por la salud del pueblo, por la educación, creación de nuevas universidades, por la seguridad social, por la distribución de tierras urbanas y rurales, la construcción y el desarrollo del país; todos estos grandes logros nacen de ahí, y esa es la parte extraordinariamente positiva.
Pero hay un aspecto negativo que as veces se olvida, y es justamente que esto ha permitido que estos logros se obtengan sin tener que tocarle un pelo a la burguesía, sin tener que tocarle un pelo a la clase dominante. Aquí no se han tocado en absoluto las relaciones de producción, no se han tocado. Hay sí una competencia que se va generando, porque el estado va tratando de introducir empresas socialistas, empresas solidarias, etc., etc. Pero eso, en ese contexto, resulta muy difícil que se avance mucho, porque el capitalismo no tiene límites morales. Un capitalista puede robar a su madre para construir una empresa y eso es perfectamente válido en el capitalismo. Después se compra un canal de televisión que lo presenta como buena gente y se olvida todo. El socialismo tiene límites morales: la solidaridad, la ética, la protección de los más débiles y resulta siempre más difícil y más costoso construir socialismo cuando, encima, se tiene un capitalismo super poderoso como el capitalismo que se tiene aquí. el hecho es que la burguesía sigue controlando aquí. La oligarquía venezolana sigue controlando la mayor parte del poder, incluso el poder político. Porque a veces pierden terreno y lo vuelven a recuperar, como ahorita que obtuvieron algunas gobernaciones para destrozar los logros que se habían obtenido con la gestión bolivariana. Pero tienen el poder económico en buena parte, tienen poder ideológico, tienen poder mediático, tienen poder religioso, tienen la educación todavía, a pesar de todo lo que se ha hecho aquí. Entonces, nos encontramos que, esos enemigos, que [son] parte justamente de esta misma sociedad, tienen un poder enorme que no ha sido contrarrestado. Salvo conflictos locales, [porque] es verdad [que] el estado compra empresas; no es exactamente que las nacionaliza, las compra en el mercado y, sin embargo, todavía chillan algunos empresarios de países amigos, porque compra empresas que lo que estaban haciendo era perjudicando al país; ejerce el derecho soberano que le deja hacerlo.
En fin, pero lo que me preocupa más y lo que me parece más importante, es que eso genera una visión equivocada en la población. Genera comodidad, genera facilismo, genera consumismo.
El socialismo es costoso. Costoso no del punto de vista del dinero, costoso del punto de vista del esfuerzo que implica romper con toda la basura que uno tiene en la cabeza porque se la metieron desde niño. Se la metieron: se la metió la iglesia, se la metió la escuela, se la metió la universidad, y se lo metieron los medios de comunicación y se lo siguen metiendo todos los días; han metido todos eses valores individualistas, egoístas mezquinos, antisolidarios; y con todas las ventajas, repito, que tiene el capitalismo que simplemente por haber gobernado siempre, aún estando fuera del poder político, sigue actuando como si estuviera en el poder y lo vemos todos los días: cómo actúan esos empresarios, cómo actúa esta oposición, como si ellos estuvieran en el poder y nuestro gobierno siempre está a la defensiva: dando explicaciones, dando explicaciones y as veces llorando porque los muertos lo ponemos todos nosotros en esa conflictividad; que afortunadamente no ha pasado de cierto límite y esperemos que no pase. Entonces se genera una visión facilista, de que se consigue las cosas sin mucho esfuerzo, de que se consigue los logros sin mucho esfuerzo, y eso, evidentemente, representa un peligro serio para ese proceso.
Aquí hace falta formación ideológica, educación, cuadros. Falta generar una visión constructiva, que se vaya construyendo, a cada paso, ese Socialismo del Siglo XXI sobre la base de entender que eso implica una verdadera revolución en la cabeza de cada uno de nosotros. Incluso los que creemos que somos muy revolucionarios, y as veces se nos olvida que parte de esa basura la tenemos también en la cabeza.
Bien, todavía tengo un tiempito, y con eso digo todo el resto.
Además tenemos otro problema que yo quiero enunciar, porque verdaderamente sería demasiado difícil tratarlo: el problema de los medios. El problema de los medios que son ahorita, no el cuarto poder como decían algunos románticos antes, ni el segundo poder como dice [Ignacio] Ramonet, sino que son el primer poder, el poder único y la expresión de ese poder único.
Y, en un país como el nuestro donde hay poca institucionalidad y la institucionalidad que hay, en buena parte es la institucionalidad podrida del pasado, los medios se han convertido en el espacio de todos: aquí los tribunales son los medios, aquí las universidades son los medios. Aquí todo se hace dentro de los medios y estos son los medios que controlan, fundamentalmente, son los enemigos de este país y los enemigos de este proceso, y son los instrumentos de la dominación imperialista fundamentalmente norteamericana. De tal manera que ahí hay una de las grandes fallas de este proceso: es que nosotros no hemos sido, en diez años, capaces de elaborar una política de medios correcta. Hay, incluso, unos esfuerzos que arrancaron bien, después se han estancado un poco, y no voy a mencionarlos. Y en buena parte de los casos, además, hemos perdido la iniciativa en la parte mediática, de tal manera que casi siempre nos convertimos en antenas de repetición de lo que hacen los medios enemigos para tratar de desmontar algunas de las patrañas que hacen, y se nos va la mayor parte del tiempo en eso. Ese es un problema que habría que discutir también a fondo.
Luego, hay otro problema —lo voy a mencionar, nada más— que es la falta de organizaciones populares revolucionarias. Una revolución como esta está amenazada constantemente por el enemigo y aquí lo que se ha construido, que es sumamente valioso, son los consejos comunales, pero éstos no son exactamente una organización revolucionaria, son una organización institucional. En la zonas pobres, un consejo comunal lo domina probablemente la gente de izquierda, pero un consejo comunal en la Lagunita, si es que lo hay, o en el Cafetal, es difícil que pueda ser un consejo revolucionario. Lo que teníamos que tener nosotros, además de eso, sería organizaciones populares en todas partes, a nivel de los barrios, a nivel de cualquier espacio donde conviva todo el mundo y que puedan ser organismos revolucionarios. Los hemos tenidos y los perdimos, porque justamente los Círculos Bolivarianos fueron un ensayo de eso y desgraciadamente se quedaron en el camino. Pero hace falta que una revolución amenazada como esta tenga como defenderse. No basta la contraloría social, y la información que se descubre, como, por ejemplo, donde estaban los carros de este caballero que los tenían escondidos ahí, alguien seguramente vio un montón de carros, pero eso es circunstancial. Aquí hay conspiraciones, aquí hay amenazas, aquí hay una guerra permanente para destruir ese proceso y el pueblo tiene que estar bien organizado para enfrentarlo.
Y, para terminar, diría que, además, este proceso revolucionario, como todos los procesos revolucionarios, es un proceso heterogéneo. Heterogéneo significa que participan en él corrientes distintas, grupos distintos que tienen visiones distintas y que tienen alcances distintos, que es lo más grave. Sin descalificar a nadie de derechista ni nada parecido, aquí hay gente honesta, valiosa, revolucionaria —como uno quiera llamarla— pero que ve las cosas hasta cierto límite, que se conforman con ciertos logros y que no quieren seguir avanzando. Y se convierten entonces en una suerte de rémora. Porque resulta que hay otros sectores, que son justamente los más revolucionarios, los más pobres, los más perjudicados, los que quieren avanzar más y que están menos organizados, son los más débiles y entonces eso genera una suerte de estira y encoje en el cual hay momentos en que se avanza, momentos en que se retrocede, como pasa en todas las revoluciones, pero sin que se consoliden mucho los logros más radicales. Los logros más radicales no se consolidan suficientemente y entonces hay una amenaza permanente de que posiciones más moderadas, posiciones que no se atreven a avanzar, sean las posiciones que sean más fuertes porque son las que están más organizadas y las que tienen realmente mayor poder.
Para terminar, nosotros tenemos un grave problema: que nuestro proceso revolucionario no tiene un movimiento obrero realmente independiente, clasista y organizado. Y los intentos de organizarlo han terminado por acercar el movimiento obrero a la política del estado, que ni siempre debe ser la política que debe tener el movimiento obrero porque el movimiento obrero puede ir mucho más allá de eso.
Tampoco tenemos un movimiento campesino suficientemente fuerte y un movimiento estudiantil; lo estamos tratando de tener, pero tampoco es suficientemente fuerte. O sea, son debilidades grandes que tienen un proceso, porque no se puede construir el socialismo sin obreros, sin campesinos, sin sectores populares bien organizados que empujen esto hacia situaciones o posiciones más radicales.
Yo no quiero terminar sin decir algo positivo, porque van a creer que estoy llamando a que nos suicidemos. No es eso. Lo que estoy tratando de decir es que en medio de los extraordinarios logros que hemos obtenido aquí, que lo vemos todos los días —y que por eso, repito, no hay necesidad, en diez minutos, de poder dedicarnos a ellos, porque tendríamos que pasar una semana mencionándolos— dentro de esos logros tenemos problemas importantes, tenemos problemas serios y muchas veces aquí no ha habido espacio suficiente para que esta crítica, que es una crítica constructiva para mejorar, para profundizar, se exprese. Me parece excelente que esta reunión sea una oportunidad en que, sin temor a quien esté, la crítica no tiene que ser escondida, no tiene que ser escondida; las críticas se hacen abiertas y justamente por eso es que se puede avanzar. La televisión que esté, el canal que esté, quien esté. Eso es lo que tenemos nosotros que hacer porque hay demasiadas cosas positivas por encima de estas críticas para que nosotros nos asustemos o para que pensemos que tengamos que ocultarlas. Lo que sí es malo es ocultar las críticas por temor y dejar que las cosas que empiezan a dañarse se pudran y que se vuelva demasiado tarde para enfrentarlas.
Enfrentemos estas críticas, critiquemos, y este es el punto de partida para pasar al último aspecto, que es: cómo resolvemos la mayor parte de estos problemas y cómo seguimos avanzando para que esta revolución sea realmente un instrumento para seguir transformando esta sociedad venezolana y para acercarnos a una sociedad justa, a una sociedad soberana, una sociedad libre, una sociedad que no podrá ser otra cosa que no podrá ser otra cosa sino una sociedad socialista.