Se acabó la harina para el pan. Si el mundo fuese el centro de Caracas, donde vive este autor, sin harina se concebiría al mundo entero. La cosa avanza y reflejarla parece pesimismo y hasta insidia. Pero ¿qué? ¿Se deja así? ¿Se calla? ¿No se dice? A las colas para conseguir lo que no hay casi, se suma ahora lo que no hay tangiblemente.
Preguntas: ¿es un sarcasmo de la vida la cosa? El gobierno acaba de idear el plan “gorgojo” para combatir acaparadores y corruptos del alimento del pueblo y, ¡zas!, justo se acaba la harina. Panaderías cerradas. ¿O es un plan malévolo de las panaderías que se suman al “golpe” o es que, en verdad, la harina no se consigue? Hasta que se vaya Maduro…, podría repetir con frución un escualo (la derecha ya no son escuálida en número).
La percepción es dura. La avenida Baralt, centro de Caracas, con colas por un lado y otro, y las panaderías silenciosas, sin pan y un montón de gente lanzando misiles emocionales desde esquina y colas. Las panaderías que nunca cierran, como las licorerías. Son las mismas que siempre han hecho exclamar: ¡Caramba, es que ese portugués no tiene madre que trabaja en un día como hoy cuando todos nos abrazamos en casa! Cerradas. ¡Ah, la crisis! ¡Ah, la guerra!
El juego de no atender los problemas a tiempo (porque eso es juego), más acá de perder la Asamblea Nacional en la elecciones del 6D-2015, suena ahora a fuego, a humo detectado desde no tan lejos. La gente se arremolina en torno de todo: de un pan, de una harina, de una bolsa de leche, del arroz, de una biliosa discusión por cualquier cosa. Las personas pueden estallar en cualquier momento. Es serio el momento, y hay que atender.
Nadie pretende el alarmismo por el alarmismo, pero se huele tensión y pueden soltarse los caballos y generarse una explosión social. Cautela. Pendiente con los factores adversos de la desestabilización interesados en echarle gasolina al asunto. Es frágil la cosa y, por lo menos, podría hacerse el esfuerzo de adelantarse con inteligencia a los desestabilizadores. Andan en eso, cocinan desgracias para el país y, créase, dado un escándalo generado para los efectos, podrían sumar el irascible descontento popular desde las colas.
Ha querido la naturaleza proteger en algo al gobierno porque no ha negado el agua, el agua que duranter estas fechas empieza a escasear por las sequías. Pero no es el agua para tomar, sino para generar electricidad; los embalses secos. Ha habido alertas de bajos niveles, pero no se ha presentado la crisis en tal sentido. Y háblase de ello porque una crisis de agua terminaría de rematar la situación. Ya se sabe, un país que nada en recursos hídricos y petróleo, sin ninguno de los dos: imagen propagandística opositora intolerable. Sin pan, sin agua, sin luz, sin INTERNET, sin real… Usted dirá, don elector.
Si no se presenta la crisis del agua no sabremos a ciencia cierta si el gobierno tomó exitosas previsiones para sortear la eventual escasez, para generar electricidad a partir de otras fuentes no hídricas, sea ya a través de algunos equipos importados desde Cuba, sea ya a través de energía solar o eólica. No es deseable correr el riesgo de averiguarlo, al menos no ahora, precisamente.
Esta instancia de cuidar el agua es imprescindible por razones obvias. Que no haya pan es solventable debido a la alternativa de preparar una arepa, aunque ello con el problema incluido de no conseguir a veces la necesaria harina. Pero si no hay agua, agua para la electricidad, el INTERNET, la TV, la producción laboral… ¡Ay! No se hable del agua potable, la de beber, ya en algunos puntos racionada… El mundo revolucionario conocido se vendría abajo, así como cualquier otro de los que se conozcan. Cambio de época. Lo diría el caldo de cultivo de las iras en las colas, fermento nada bueno para amasar porvenires.