Inmigrantes, sanciones, Tren de Aragua, aranceles al petróleo y traiciones patrias son las líneas temáticas de ataque contra Venezuela, todas con motor propulsor desde los Estados Unidos. Júzguese si Venezuela no es un país de tremebunda importancia y preocupación para el mundo, especialmente para aquellos que se la quieren apropiar con sus enormes reservas de petróleo y oro, sin ánimo de compartir con nadie. Es como si se dijera, para justificar tantas líneas de ataque contra un pueblo, que quien lo controle gana la guerra.
Y es que el mundo ha estado en perenne guerra desde su fundación. Como se sabe, un permanente trajinar por la vida, el pan, el dinero, el confort, los metales preciosos y, especialmente, los egos atrabiliarios y vanidosos, concretados en imperios. Tal es la historia. Algunos países como China, India, Rusia, Irán, etc., comercian con Venezuela en términos amistosos para hacerse con los rubros de su interés; otros, como Estados Unidos y algunas naciones europeas, lo hacen también, pero en términos de fuerza y propiedad, como si sintieran que el país bolivariano les pertenece y navegaran todavía las aguas de la época de la Conquista.
Acaba Donald Trump de decretar aranceles del 25% contra aquellos que le compren petróleo a Venezuela, logrando amilanar, por ahora, a grandes compradores como China (500 mil barriles diarios) e India (70 mil). Previamente había Trump ordenado el retiro de Chevron del país, abortando una producción de 250 mil barriles diarios. Marco Rubio, el Secretario de Estado estadounidense, por su lado, anda en una gira por el Caribe con el férreo propósito de contener la influencia y comercio de Venezuela en la región, y de aquellos sus aliados, como China y Rusia. Los gringos tienen el franco propósito de destruir Petrocaribe, un mecanismo solidario de ventas venezolanas a sus vecinos.
Se le aplican cientos de sanciones, sus inmigrantes son secuestrados, se le acusa de invasión a Estados Unidos con el Tren de Aragua y la traición política es un lastre en el desarrollo nacional. Sin duda, Venezuela y su modelo socialista ha de ser un país heroico para resistir tanto apedreamiento y generar tanto temor y preocupación. ¿A qué se le teme tan delirantemente? Si el socialismo es un modelo de quiebra segura, ¿por qué combatirlo si lo buscado es arruinar la patria de Simón Bolívar?