Venezuela está perdiendo el Esequibo. Irfaan Ali, presidente de Guyana, se alió con los Estados Unidos y su transnacional petrolera ExxonMobil, una carta que parece determinante en el contexto histórico de los reclamos fronterizos: el enano se sube a los hombros del gigante para combatir. Venezuela, por su lado, país asediado, sancionado, políticamente correcto, insiste en el reclamo formal ante tribunales internacionales, sin atreverse a una acción simétrica de ocupación como la de su adversario.
La situación se torna dramática si se considera que a los Estados Unidos se le va la vida como potencia hegemónica si no asegura nuevas fuentes de petróleo, debiéndose comprender que no reculará en su propósito de obtenerlas, aunque cueste una guerra entre dos países ajenos a su soberanía, lo cual, por cierto, es una consabida costumbre de su aparato de Estado. Que otros peleen en la distancia mientras ellos cargan petróleo, oro u otro rubro precioso, es un cuadro histórico familiar. Actualmente roban petróleo de Irak y Siria.
Ponerse a creer que algún tribunal internacional fallará a favor del país bolivariano es una ingenuidad y una fatal estrategia para hacerse con la razón, la cual, en estos casos, jamás ha sido respetada. El Laudo Arbitral de París (1899), el mismo al que se aferra Guyana y le concede los 160 mil kilómetros cuadrados del Esequibo, es una prueba de ello. Allí hubo una componenda entre los Estados Unidos y el Reino Unido para despojar a Venezuela, según ya es de conocimiento universal. Hay petróleo de por medio, además de diamante, oro, bauxita, manganeso, coltán, cobalto, uranio, silicio, etc.: eso compra voluntades y sostiene imperios.
Venezuela debe atreverse en el plano territorial y dejar la fantasía de confiar en los tratados y la buena fe de “honestos” personeros. Así como tomó la disputada isla de Anacoco y construyó un fuerte militar, debe realizar avances similares sobre la realidad y empezar a poblar ese territorio para arraigar el espíritu bolivariano. La confrontación, francamente, es inevitable y, eventualmente, importará en la contienda el peso venezolano que pueda albergar ese territorio. En todo caso, estaría compensando, simétricamente, los avances reales que sí ha hecho Guyana sobre ese espacio en litigio.