Hécate vieja y sabia

Guerra a las colas

Nueve y media de la mañana: 600 personas "organizadas" en el sótano de un supermercado cercano a una estación de Metro. Al oeste del mismo, cuatro cuadras de personas venidas en su mayoría de zonas populares de Miranda, esperando pasar al sótano. En la acera de enfrente, custodiados por guardaespaldas, un fotógrafo y un equipo de filmación de algún medio extranjero. Al este, unas 250 personas de la tercera edad haciendo la cola "preferencial". En los alrededores, vendedores ambulantes ofreciendo café, cigarros al detal, mangos, cachuchas, paraguas, etc.

Evento extraordinario, no. Fenómeno observable en cualquier comercio, cuando "llegan" productos subsidiados, proporcional al grado de compromiso de los propietarios, la gerencia y los empleados con la guerra, a las facilidades de acceso al local y a la agilidad de las redes dedicadas a trasladar a los revendedores de oficio.

Es posible que las colas no tengan mayor peso económico, como señalara en estos días un importantísimo tecnócrata, pero si tienen un elevadísimo costo político. Hay que estar bien ciego para no verlo.

Internacionalmente, las colas son utilizadas como prueba evidente del sufrimiento de un pueblo víctima de las arbitrariedades y la ineficiencia del "régimen castro – comunista". Localmente, le facilitan a la oposición, organizada y espontánea, un tiempo y un espacio para mantener viva la campaña sucia contra el Presidente Maduro, responsable directo de las mismas, según unos, o sin fuerzas para acabar con ellas, según otros.

Las colas son un instrumento perverso urdido para la burguesía globalizada que tiene asediada a Venezuela, para socavar cultural y psicológicamente la base popular del chavismo. Para desmoralizar al sujeto de la Revolución, al protagonista del más importante de todos los Motores: La Economía Comunal, Social y Socialista. Además, las colas enrarecen el ambiente y profundizan la brecha entre el pueblo colero y trabajadores asalariados desclasados que las identifican con el chavismo, se ufanan de no hacerlas y se quejan por "padecerlas".

El Gobierno no puede seguir esperando, tiene que aprovechar el decreto de Excepción y Emergencia Económica para acabar con este frente estratégicamente planificado. Esperar que las colas desaparezcan por si solas es tapar el sol con un dedo y designar a funcionarios responsables del orden público para que las acompañen, es institucionalizarlas.

Las autoridades, con apoyo de las organizaciones comunales, deben tomar las acciones necesarias para identificar a quienes hacen cola por necesidad y quienes la hacen para obtener dinero fácil, a fin de incluir a las personas del primer grupo en Las Bases de Misiones y los CLAP de sus zonas de residencia y de tomar las medidas que corresponda contra los segundos.

 



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Mariadela Villanueva

Analista y comunicadora. Socialista y chavista. Firme creyente del poder popular

 mariadelav@gmail.com      @mariadvillanuev

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