Desde que se toma conciencia de las intringulas del poder y la política, la historia de la lucha de clases, las ideologías y los intereses en disputas en el mundo, pierde la virginidad política y capacidad de asombro al descubrirse casos de corrupción como los Papers Panamá y el más reciente de Odebrecht. La podredumbre develada por esta última empresa brasileña ha suscitado todo un revuelo internacional, porque sus tentáculos alcanzaron a importantes personalidades políticas del continente, y cuyas primeras consecuencias legales ya se observan en Perú.
Un juez de ese país acaba de dictaminar una orden de detención nacional e internacional contra el ex presidente derechista Alejandro Toledo por haber recibido un soborno de 20 millones US$ de la empresa Odebrecht. El escándalo de corrupción había sido destapado por los ejecutivos de la misma constructora que reconocieron ante las autoridades judiciales estadounidenses haber cometido actos de corrupción pagando de cerca de 788 millones US$ en sobornos para obtener contratos en más de 100 proyectos en 12 países, entre ellos Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Panamá, y Venezuela, además de Perú.
La política es el negocio más lucrativo para los representantes del sistema capitalista burgués. En Venezuela, los viejos partidos AD y COPEY, sus hijos de Primero Justicia, Voluntad Popular, pero también los infiltrados de éstos en el partido de gobierno PSUV, se han dedicado al negocio de la política compitiendo por cargos en alcaldías, gobernaciones y ministerios para aprovecharse de las comisiones que ofrecen las empresas privadas nacionales e internacionales por los contratos licitados de obras civiles y/o para desviar fondos públicos directamente hacia sus bolsillos. ¿Quién no recuerda las "célebres" expresiones adeco-copeyana: "no me des, ponme donde hay", "dame el 10%", "adeco roba pero deja robar"?
Si la derecha promueve el capitalismo como sistema económico, político y cultural (el libre mercado, consumismo, el egoísmo y el derecho a la explotación del hombre por el hombre) y por ende, ésta se erige como fieles representantes políticos de las mismas empresas capitalistas dentro del Estado burgués, qué hay de extraño en pensar o creer que estas mismas deseen pagar a sus agentes "honorarios profesionales" por los contratos adquiridos de forma irregular, tal como lo hicieron con Toledo, Capriles Radonsky, la familia Allup, Santos, Uribe, entre otros. La corrupción es la naturaleza propia del sistema que promueve y defiende la derecha en todo el mundo. Razón tenía el Libertador Simón Bolívar cuando igualó a la corrupción con traición a la patria y dijo "talento sin probidad es un azote".
Mientras la derecha se ocupaba de resguardar su falta apariencia de "servidores públicos" frente al pueblo, creó un problema dentro de las mismas estructuras jurídicas del Estado que hoy se sirve en su contra. Este problema pretendió ser resuelto por la derecha en el poder en Rumania, a través de un proyecto de ley que despenalizaba la corrupción, pero una rebelión popular lo impidió.
Los pueblos de la región deben tomar conciencia del digno ejemplo que nos ofrece el pueblo rumano que logró la destitución de su gobierno, sin embargo, allí no acaba todo. La izquierda revolucionaria latinoamericana tiene una nueva oportunidad para retomar las banderas de justicia social y de lucha contra la corrupción, denunciando la naturaleza del enemigo burgués, exigiendo prisión para todos los corruptos que pululan en nuestros Estados burgueses, pero también para hacer entender a nuestros pueblos que la verdadera y más efectiva lucha contra el oprobio de la corrupción sólo será posible bajo las baderas de un genuino proyecto socialista que se plantee la demolición del Estado burgués y del sistema económico capitalista que la reproduce.