A menos que retroceda el tiempo a 1999 – y pretendamos, como Chávez, comenzar en Venezuela una revolución pacífica-, convocar una constituyente ahora, habiendo corrido el tiempo necesario (perdido el tiempo) para afianzarla, es un acto de idiotez. Después de diecisiete años ya deberíamos haber alcanzado ese punto de no retorno. Pero, en solo cuatro años, desde el asesinato del comandante hasta hoy desbaratamos todos los logros más importantes en trece, donde habíamos logrado avanzar a favor del socialismo y la consciencia revolucionaria.
La responsabilidad, el entusiasmo revolucionario y la conciencia del deber social.
Asumir la responsabilidad de la insurrección militar del 92 fue el primer acto revolucionario de Hugo Chávez. Un país de políticos acostumbrados a hacer todo de manera solapada o en la sombras vieron en este gesto militar y humano algo excepcional. Y de hecho lo fue; lo sería aún en otro país y en otras circunstancias. Asumir responsabilidad por nuestros actos no es lo propio de la modernidad, del capitalismo, de la sociedad burguesa que vive de la mentira y de las apariencias. Asumir la responsabilidad de nuestros actos es en sí una acción irreverente que deja al descubierto la mentira, y este hecho fue el detonante principal de la revolución de Chávez.
De ese breve momento nació el entusiasmo por Chávez y la esperanza de un cambio verdadero. Ese carnaval del 1999 todos los niños se disfrazaron de Chávez, fue algo espontáneo y muy significativo. Y Chávez pudo, hasta su trágica muerte, sostener ese entusiasmo, porque encarnó la esperanza de cambiar el orden de las cosas, la promesa viva de conquistar un país distinto, más justo, amoroso y de iguales.
La solidaridad se expandió como deber de todo chavista como una norma social, las manifestaciones no necesitaron de tantos equipos de parlantes y cancioncitas; el entusiasmo convocaba a las masas, las personas se saludaban y felicitaban, la alegría era una epifanía.
Al comandante le fue muy duro sostener la esperanza y el entusiasmo entre la población frente a tanta ineptitud, a los casos de corrupción y el burocratismo. Sin embargo nosotros creemos que el peor de todos esos males fue el de los aduladores que iban claramente contra corriente de la revolución, quienes conscientemente conspiraron desde dentro para que las cosas no funcionaran como debían.
Las empresas socialistas; los Fundos Zamoranos; las Comunas; expropiaciones y misiones sociales.
A raíz de las expropiaciones de empresas abandonadas (conspiradoras) Chávez organizó las empresas socialistas, administradas por el Estado. Insistió en hacer de cada una escuela para la formación y organización del socialismo. Este aspecto tan importante para una revolución no se respetó en muchos casos. Quienes estuvieron signados a esa tarea no lo consideraron fundamental. Lo mismo pasaría con los Fundos Zamoranos, otro ensayo de socialismo, de economía socialista y de organización social socialista. Otra vez los responsables políticos de estos ensayos, en el alto nivel y menos alto, tampoco dieron la talla de la elevación de esta responsabilidad. Chávez siempre estuvo solo en esto. Las expropiaciones fueron “calumniadas” por la ineptitud de un ministro, de un dirigente, de un burócrata “¿Para qué expropiar tierras ociosas? ¿Para ésto?”, decían con desprecio hasta los mismos partidarios de Chávez, esquivando sus propias responsabilidades. Casi nadie, después de Chávez aquel 28 de febrero de 1992, ha asumido sus responsabilidades respecto al socialismo, a las políticas socialistas maduradas y ensayadas por Hugo Chávez. Fue rodeado de técnicos conspiradores, de traidores; fue engañado por sus propios ministros y asesores.
A todo esto, solo sobrevivieron las misiones sociales; porque fueron apoyadas por Cuba y los cubanos. La Misión vivienda Venezuela; por los acuerdos firmados con los Chinos, los Bielorrusos, Rusos e Iraníes, y por su naturaleza “efectista” la cual compra fácilmente el apoyo de la población, sobre todo en un país lleno de elecciones y necesidades.
Pero lo fundamental, la tarea de construir consciencia del deber social y socialista se hizo a un lado, se impuso la comodidad del burócrata pequeñoburgués, del dirigente pequeñoburgués, del político pequeñoburgués. Los socialistas quedaron solo de palabritas, de discursos, como hasta ahora.
Oscar Schémel, para muestra un botón.
Es así como una de los candidatos a la constituyente por el sector empresarial se permite ofrecer a su “electorado” todo lo contrario que quiso Chávez para nuestro país y para la región. Este señor se llama Oscar Schémel: él promete reafirmar el respeto a la propiedad privada (¿Latifundios, Empresas abandonadas? No lo aclara bien); revisar las expropiaciones; revisar los controles económicos ¿De qué habla Oscar Schémel?: Oscar Schémel habla de liberalismo y de socialdemocracia, de reformismo, del cual siempre nos precavió Hugo Chávez. Una constituyente para retroceder cuarenta o más años, para elegir una constitución en una elección de segundo grado, (En esto la Fiscal tiene toda la razón, esta constituyente, además es retrógrada) por un grupo de dirigentes y empresarios que cuentan con la fuerza de la manipulación ¡Qué cosa tan buena!
Nadie se ha detenido en pensar en los debates sobre los temas y aspectos que se quieren discutir y cambiar de la constitución, pero son tan diversos que en las pequeñas “síntesis” de dichos temas se impondrán los más pícaros, como Germán Escarrá, como Oscar Schémel, o Diosdado, o Delcy Rodríguez o Cilia Flores, que no es precisamente una “primera combatiente” y menos inocente de felonía. La constituyente les ha servido entre tanto para prometer una revolución radical y de esta manera embaucar a los chavistas, que son capaces de restearse a fondo por todo frente a los desmanes de la derecha fascista, del lado de afuera de la revolución. La constituyente les ha servido para prometer lo que no van hacer, y ellos lo saben. Los únicos cambios reales que no será promesas son aquellos destinados a proteger la actividad privada, a la Empresa Privada y a las inversiones privadas, nacionales y extranjeras. Ojalá por lo menos sirva para desengañar al pueblo chavistas de los felones del alto gobierno.