"Si por economía se entiende la relación práctica entre los hombres a través del producto del trabajo –justitian ad alterum est escribía Tomás de Aquino-, es esencialmente ética, litúrgica. La corporeidad, o mejor la carnalidad unitaria crea objetos, símbolos, pro-ductos a disposición del otro: ofrece al otro el fruto de su creación productiva (hadodáh en hebrero, diakonía en griego, trabajo, culto, sacrificio). La subjetividad creadora culturiza el cosmos y lo hace historia para el hombre. La producción es así carnalidad (no cogito de un alma desmaterializada previamente) unitaria hecha realidad en el nosotros servicial. Producción de la vida necesitada (muerte potencial) para ser vida resucitada en el goce, la satisfacción, la fiesta, la alegría del consumo: aniquilación de la objetivación humana como subjetividad humana renacida. Si el producto fue la objetivación del sujeto, la fiesta del consumo es subjetivación del objeto: siclo de la alegría de la vida" (Enrique Dussel, 1983, "Praxis Latinoamericana y Filosofía de la Liberación". Editorial Nueva América. Bogotá, Colombia. P. 140).
Pocos autores nos resultan tan arduos de entender y, a su vez, tan cautivante en su prosa ensayística como al argentino-mexicano Enrique Dussel (La Paz, Provincia de Mendoza, Argentina, 24 de diciembre de 1934); y que desde al menos 1978 se ha radicado en México porque dinamitaron su casa y en especial su biblioteca, lugar de sus creaciones intelectuasles. Así, solemos frecuentarlo a la hora de pergeñar un texto como el presente, a medio camino entre la crónica evanescente de lo actual y la denuncia política; dado lo que padecemos todos en la coyuntura actual en que los precios de la carne, el pollo, por ejemplo y las medicinas son elevadísimos cuando los hay, debido a una inflación de todos los demonios que se han tragado como un agujero negro todos los aumentos de salario decretados, con toda justicia, por el señor presidente Nicolás Maduro y el gobierno bolivariano, sobre el que caen todas las culpas. ¿Pero será eso una verdad o una mentira?
Se tiene, además, que el empresariado nacional y los comerciantes nacionales o extranjeros, se han convertido en soldaditos para el plomo en esta guerra inequívoca económica que padecemos y ya han cobrado muchas víctimas e infligido profundas heridas, donde, dígame en eso, árabes y chinos son los abanderados en eso de la especulación y la usura; se han convertido en un sector más bien de pocas iniciativas para aportar al bien común en el contexto de un entorno volátil y no reinvierten la ganancia. Se la quedan y traspasan a paraísos fiscales, será.
Todo lo contrario, se han convertido en los principales agentes económicos perturbadores. Todo lo cual hace pensar, de acuerdo a todos las evidencias y experiencias diarias, se tiene que las normas jurídicas y prácticas morales, típicas de la ética normativa expresada en la Constitución, leyes y decretos, son letra muerta, ¿dónde iremos a llegar? O, como decía una vieja guaracha no sé si de La Billo o Los Melódicos: ¿en qué parará la cosa, caballero, en qué parará, en qué parará? Cosa de la se ocupó ayer domingo no más José Vicente Rangel en su programa "José Vicente Hoy".
En esta incontrolada arena movediza que es la anomia dominante a lo largo y ancho del espacio que es hoy Venezuela, la relación justa entre quien produce, distribuye y consume se fue de viaje, como canta Giordano Di Marzo en aquella ya vieja canción de la novela de gran rating "Por estas calles", de RCTV en los años de 1990, por cierto, ¿alguien repetirá esa experiencia estética en los días actuales, cuando La corrupción ha permeado de manera tan brutal el tejido social venezolano?
Lo cierto es que, al no tener acceso a las proteínas, carbohidratos y carecer de medicinas, especialmente antibióticos y antihipertensivos, salarios que no alcanzan; todo lo cual nos ha afectado gravemente en lo personal y familiar en estos días más recientes, en Venezuela estamos amenazados de muerte. Y no es cuento chino. ¡Realidades vividas personalmente, confiando nada más en un Padre Nuestro y un Ave María! ¿A dónde se ha ido la ética en Venezuela y cuya experiencia moral se da principalmente en la relación económica? ¿Somos hijos más que de Simón Bolívar, del pragmatismo más ramplón y cuya "tesis" en esta acepción es sintetizada en aquella frase de un personaje de una serie de televisión norteamericana de los años de 1980, un tal MacGyver, que cerraba diciendo en plano americano "Funciona para mi"? Lo individual-individualista o grupal por sobre el interés general y aún la norma universal, ¿no se había avanzado bastante con Chávez en la creación de una nueva subjetividad creadora de cultura solidaria, los intercambios equivalentes, en la alegría del consumo porque hay más alegría en el dar que en el recibir?
Pues, parece que no. No hubo aprendizaje suficiente, ya que según la teoría psicológica asociativista, conectivista o conductista el aprendizaje es un cambio de conducta relativamente permanente. El presidente Maduro ha tenido que empezar de nuevo y con su equipo retomar muchas iniciativas o propuestas de solidaridad social introducidas por el comandante Hugo Chávez; de lo contrario estaríamos peor. Todo es culpa de Maduro, pero: ¿Qué todos no somos corresponsables? ¿En todo este verguero donde hay un pueblo en resistencia no son culpables también la llamada sociedad civil y principalmente el sector empresarial? Digo, es por una duda que tengo, como dice don Roberto Hernández Montoya.
Nota bene:
Sea lo que sea, el gobierno bolivariano debe hacer un esfuerzo extraordinario en eso de las medicinas, ¡que es gravísimo! Lo viví en lo personal estos días y uno comprende la molestia, por ejemplo, del padre Miguel Matos, sacerdote jesuita de larga data, músico, compositor y cantor cuando denuncia por su muro de Facebook que no convalidar la inhumanas actitud de ciertos funcionarios gubernamentales e insensibilidad y pide que abran rápido un canal humanitario según pide este cura poeta; que, por demás, hasta hace poco era más bien "chavista" y hablaba largamente por Radio Nacional de Venezuela en el programa sabatino de Fundalatin, institución fundada por otro cura jesuita Juan Vives Suriá.