Sería extraño que todo en la vida fuera un conjunto de momentos calmos y monótonos, y no sólo sería extraño, también sería trágico y aburrido.
Todos sabemos que surgen acontecimientos que impulsan acciones o respuestas de emergencia, ello tiene que ver con el sentido de importancia que le damos a las personas, cosas y situaciones. De esta manera, por ejemplo, no vamos a reaccionar de la misma manera si nuestro hijo está aquejado de una gripe a si tiene una fiebre altísima difícil de controlar. En el primero de los casos acudiríamos a la farmacia en calma;pero en el segundo , lo más probable es que iríamos con apuro a la farmacia y hasta a la misma clínica u hospital.
Con lo dicho, dejo sentado que todos tenemos, o deberíamos tener ,una escala de valores que nos dicten -devenida, como dije antes, de la importancia que le demos a las cosas- qué es lo normal y cotidiano, aquéllo que podemos resolver con calma, y que es en cambio lo urgente, pues el sentido de urgencia va de la mano, obviamente, con nuestro cocepto de emergencia.
En este sentido, es innegable, y resulta una verdad de don perogrullo, que todos los niveles de gobierno carecen de sentido de urgencia. Desde el presidente Maduro, pasando por ministros , gobernadores y alcaldes, no tienen, no poseen ese sentido, o está en brazos de morfeo. Cabría preguntarse el o los por qués. Pregunta de difícil respuesta. Atrevámonos a esbozar unas posibles causas. Estarían presentes las siguientes: una olímpica, gigantesca e indescriptible ineptitud, que es algo gravísimo cuando se es gobernante, un profundo desconocimiento de todas las materias que atañen la gobernanza de un país, desgaste gubernamental, desgaste del sistema económico propuesto -aunque este gobierno no tiene ninguno-, una asfixiante corrupción que impide cualquier progreso, y una falta de empatía diabólica. Lo más probable, es que existan más causas, pero presumimos que esas están presentes -digo presumimos por no pretender que nos la sabemos todas, pero es casi seguro-.
Ante esta situación, constituye un magno crimen que se le siga hablando a la famélica -física y mentalmente- población de cuestiones netamente políticas, como por ejemplo, la posible intentona de hacer un referéndum revocatorio a los diputados de la Asamble Nacional. Es evidente, que quienes hacen eso no tienen hambre, no están mal vestidos, en sus casas no se va la luz, pueden inscribir a sus hijos en los colegios más caros con facilidad, sus estómagos y mejillas no dejan de crecer -sugiero ver las prominentes barrigas de los dirigentes del PSUV, como Diosdado Cabello, y la del mismo presidente Maduro-.
Los que creemos que lo humano es lo primero, debemos hacer,de alguna manera, que nuestros gobernantes nos escuchen. De forma que hay que establecer estrategias para que así sea, a fin de cuentas somos el pueblo real y el poder reside en nosotros, se lee en la muy vapuleada Constitución. Acciones como tuitazos, manifestaciones bien organizadas, escribir artículos de opinión y divulgarlos,utilización de todas las redes sociales, etc., son válidas hoy más que nunca.
La situación con la falta de sentido de urgencia es tan grave, que el país entero está protestando. Vemos la lucha de enfermeros, médicos, profesores, empleados y obreros universitarios, trabajadores de Corpoelec, hidroeléctricas, sector transporte, etc. Es decir, el país en gran medida está paralizado, pero se ha cometido un gran error, que el movimiento popular no se ha estructurado, no se ha organizado , no se ha juntado, está fragmentado y cada quien lucha únicamenmte por sus mejoras personales. Sería de otra manera si fuera una protesta conjunta, un movimiento popular robusto el que se hiciera sentir, en eso hemos fallado.