El niño y el muchacho son educados en la casa, sus familiares desean ver más adelante a unos hombres de bien y por eso le inculcan el ser virtuosos, y lo castigan cuando hace alguna cosa que los familiares consideran está mal, de manera que la educación en el hogar se basa en la búsqueda de obtener un descendiente preparado y adornado de buenos sentimientos; donde hacer el bien a sus semejantes sea la meta. En definitiva, el niño y el joven es criado en el hogar con la intención de que cuando sea grande desarrolle toda la capacidad corporal, mental y moral en beneficio de la patria.
Sin embargo, en la etapa en que el joven se independiza un poco de la tutela familiar, comienza a aprender “de sus amigos” cosas no muy santas y entonces algunos desde esa época cogen una senda de perversión y entran en el delito y el vicio; mientras que una mayoría de estos jóvenes afrontan ese terrible vendaval y son capaces de eludirlo, siguen adelante en sus estudios e ingresan a las universidades. En su actuar se ha impuesto las cosas buenas con que fue educado en el hogar y eso lo sigue incentivando en su buen comportamiento, estudiar duro y graduarse lo más pronto posible para poder ayudar a personas de bajos recursos económicos y pensando en ello se ve a él mismo realizando su labor en beneficio del prójimo; ello lo reconforta anímica y espiritualmente.
El bachiller en sus últimos años de la carrera universitaria va desarrollando una labor caritativa de ayuda a su gente en el área correspondiente a sus estudios, esto lo llena de satisfacción, y con esa conciencia social y ciudadana sigue hasta que obtiene su titulo; ahora se le presenta un obstáculo, está obligado a inscribirse en el colegio profesional respectivo y no tiene ninguna otra alternativa, tiene que hacerlo porque si no le es prohibido ejercer su trabajo para el cual estudió y se preparó durante cinco o más años. De manera que cada profesional universitario está obligado a formar parte del monopolio que constituye su específico Colegio Profesional, a menos que sea capaz de olvidarse de ejercer la profesión adquirida por su propio esfuerzo y el aportado por sus familiares; tan simple como eso.
Ahora bien, si a la fuerza los profesionales universitarios tienen que estar permisados para poder trabajar en las especialidades de: médicos, abogados, ingenieros, periodistas, arquitectos, etc., etc., ¿por qué a otros profesionales no se le exige este requisito para trabajar?, ¿será posible que las personas que se dedican profesionalmente a la mecánica automotriz, albañilería, plomería, carpintería, electricidad, herrería, talabartería, zapatería, etc., etc., puedan desempeñarse libremente y no se les obligue a inscribirse en su específica organización gremial, para lo cual simplemente bastaría aplicarles el mismo principio jurídico que se usó para los profesionales universitarios? No, no, esto no puede ser, es necesario que el gobierno revolucionario busque otra manera de llevar un control de la gente especializada en las diferentes profesiones, pero jamás tolerar que se les obligue a pertenecer a un gremio, sabiéndose que con ello se vulnera el artículo 113 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, puesto que los Colegios Profesionales, por si, constituyen unos monopolios; además que burlan otros artículos enunciados en el: TÍTULO III. DE LOS DERECHOS HUMANOS Y GARANTÍAS, Y DE LOS DEBERES. Tales como son, el 20, 21, 94 y 96.
Y algo de vital importancia, cuando el recién agremiado, de conciencia sana, va a la sede de su colegio profesional, se encuentra con algunos colegas maulas que de inmediato y sin ninguna clase de escrúpulos le comienzan a envenenar la mente; y como expertos profesores le dictan la asignatura extra cátedra: CÓMO USAR EL TIMO EN EL DESEMPEÑO DE LA PROFESIÓN. Es de allí de donde salen los más grandes corruptos y los delincuentes de cuello blanco, y por ser ésto un secreto difundido a los cuatro vientos, bien vale la expresión que Simón Bolívar le escribe al general Páez el 23-12-1.826: A LA SOMBRA DEL MISTERIO NO TRABAJA SINO EL CRIMEN.