Los errores o ausencia de planificación en torno a las cadenas productivas son elementos que atentan contra el crecimiento y desarrollo de la productividad nacional. En el caso venezolano, el gobierno, a pesar de la guerra económica había mantenido en un bajo índice de desempleo, pero luego los empleados públicos y la mayoría del sector privado se convirtieron en un voluntariado nacional por sus bajos salarios. Adicional a la crisis por la pandemia y el propio bloqueo el sistema productivo nacional vio afectada su producción y su propia existencia.
Hoy día con los salarios más bajos de Latinoamérica, con impuestos insignificantes que no aportan ni el nueve por ciento (9%) del producto interno bruto (PIB) y con los servicios públicos gratuitos, es necesario replantear la discusión de la productividad en el país. Al respecto León Bendesky en su artículo La Improductividad Sistémica, señala que "Una cosa es la producción y otra es la distribución. Y los teoremas acerca de cómo la mayor productividad tiende a cerrar las brechas de los ingresos relativos del capital y del trabajo se derivan de ejercicios lógicos alejados del comportamiento del mercado y la contraposición de las clases sociales. Que cada uno de los llamados factores de la producción reciba la parte correspondiente de la productividad no es una consecuencia necesaria a la hora de la pugna para determinar las ganancias y los salarios."
En los países latinoamericanos, como un lugar común, las declaraciones sobre el tema de la productividad se repiten en cada gobierno, los planes se describen, los programas se formulan, los presupuestos se asignan. Los resultados son recurrentemente muy pobres. Nadie rinde cuentas de lo que ocurre, unos funcionarios van y otros vienen, igual ocurre con los líderes empresariales. A tal punto que en Venezuela es una moda el cambio de cargos que en la zona capital se ha hecho común la frase de saludo "¿a dónde estás ahora?", en referencia a que institución o puesto se encuentra laborando. Pero los índices de la productividad siguen siendo sumamente bajos. Se priorizan actividades inmediatistas, que en manos de un hiperkinéticos estresados desvían las funciones de las líneas gerenciales y del planes de gestión, concentrándose en el efectismo antes que en lo productivo. Vale la pena preguntarse ¿qué porcentaje del plan de la patria se ha cumplido y por qué no se ha cumplido?
El gobierno con certeza, desde el año 2016 trabajó la propuesta de los 15 motores de la economía productiva del país, esa medida, aunque ha tuvo relevancia por el acercamiento y el dialogo entre el sector privado productivo y el gobierno, era estratégica porque fundamentaba los ejes del desarrollo económico del país en base a su potencialidades. Pero no se mostró los resultados de su seguimiento, no se dieron balances de los alcances y cubrimiento de las metas trazadas y sorpresivamente, de acuerdo a nuevas coyunturas se fueron cambiando o migrando a otros ejes estratégicos pero no se reivindica todo el esfuerzo y los recursos puestos en los anteriores.
A este déficit estructural tampoco escapa la empresa privada, los altos precios de los productos nacionales son provocados por el déficit productivo de sus sistemas industriales, quienes recargan a los precios su insuficiencia o incapacidad productiva y trabajan a menos del 60% de su capacidad operativa. Eso hace lógico que muchos productos venezolanos sean más costosos que los importados a pesar de pagar bajos impuestos, mano de obra regalada y servicios subsidiados por el gobierno. En otros casos, los empresarios sustituyen la mano de obra por sistemas automatizados pero luego esos equipos se convierten en chatarras por el déficit técnico del mantenimiento, en el caso contrario nos encontramos que también la obsolescencia es muy alta y las máquinas tienen muy bajo rendimiento pero las empresas han eliminado hasta dos turnos de trabajo en vez de aprovechar las 24 horas diaria.
Se le suman a esta improductividad sistémica los elementos transversales o complementarios como la logística o transporte de carga, que ya de por sí eran ineficientes y ahora con la crisis del combustibles son también limitados. Vale preguntarse ¿Cuánto incide en el PIB del país el tiempo perdido en revisiones de alcabalas o los accidentes de tránsitos no levantados con celeridad que ocasionan demoras en colas viales? Así también se suma el mal estado de las vías o la inseguridad que hace que se desvíen las rutas o se tengan que transportar en horas determinadas. Todos esos elementos suman a lo que llamamos costos indirectos, los cuales se deben corregir para optimizar el proceso productivo y de distribución.
La burguesía nacional es tan pobre sistémicamente que sólo se le ocurre incrementar precios para compensar sus ingresos y no se proponen aumentar la producción, por ejemplo en el caso de la harina pan en febrero costaba 0.75 dólares y en la actualidad cuesta 1.4 dólares. A la improductividad sistémica no escapan los aspirantes a burgueses representados en los profesionales con servicios independientes; por ejemplo una consulta médica dolarizada aumenta sin razón alguna, porque es el mismo servicio, de un mes para otro al doble. En la medida que aumentan los costos de adquisición inevitablemente bajará el consumo y las posibilidades de subsistencia de empresas y servicios será cada vez más limitada y eso representa la contribución individual para cavar la gran tumba de la economía nacional.
Ante esto, la respuesta del pueblo consumidor, debe ser disminuir las compras o el uso de objetos o servicios especulativos mientras los sueldos o ingresos se vayan nivelando a estándares que les permita vivir dignamente.
En este proceso para la recuperación de la economía estas distorsiones y desidia deben evitarse y darle coherencia a lo que se ha venido desarrollando, por eso anteriormente se planteaba retomar la comisión de planificación que le haga seguimiento y control a las políticas públicas, así como a la gestión de las instituciones y empresas del estado.
Tratándose de producir y dignificar el empleo, el estado y la empresa privada están obligados a concertar un apoyo sinérgico, que los beneficie mutuamente y por supuesto a los trabajadores, el estado apostando la inversión productiva o en sistemas de servicios públicos que garanticen la disminución de los costos indirectos de los productos y servicios, como por ejemplo la culminación de la red ferroviaria del país, la gasificación de las ciudades y zonas industriales, en la gestión de empresas a través de los convenios internacionales y optimización de los procesos productivos de las empresas públicas. Mientras que los empresarios, invirtiendo en la investigación y desarrollo de nuevos productos, así como en la productividad e incluso en cerrar los ciclos productivos, por ejemplo, ninguna de las empresas de harina precocida siembra maíz lo que compromete el uso de las divisas del estado o del país ante el siempre déficit de producción en el país de la materia prima.
El gobierno nacional debe aprovechar la ventaja de tener gran control, acción y participación en el impulso de ejes productivos estratégicos, por ejemplo en el ámbito de la construcción, tiene la administración de las cementeras, en gran parte la minería no metálica, los insumos difundidos, la inversión necesaria, así como una política clara de viviendas y obras públicas. Análogamente sucede con otros motores como el petroquímico y así sucesivamente el estado controla la mayor parte del sistema productivo en los motores o ejes planteados, pero fundamentalmente la producción y asignación de las divisas. Ese éxito de gestión obtenido en la misión vivienda debe ser aplicado transversalmente a los demás ejes productivos del estado.
Ahora el estado debe cuidar, con todo ese aporte señalado, que el crecimiento que se tendrá, sea lo menos desigual posible. Se trata de evitar que se lleve un proceso sobradamente desigual en términos sociales, en el que se desaten las fuerzas del capital y los patrones de la acumulación expansiva y del dominio territorial.
Es necesaria una política agresiva de formación científico-técnico complementaria de nuestros profesionales que les permita gerenciar con eficiencia las empresas que el gobierno posee para así garantizar la productividad de las mismas. Pero también es necesario invertir en la producción de máquinas y herramientas, como el macro proyecto fábricas de fábricas del convenio con China, porque el conocimiento por sí solo no es suficiente si no se tienen las herramientas o los medios de producción.
El gobierno ha venido haciendo entrega de diversas empresas de producción a empresarios privados pero debe quedar claro en qué condiciones y qué beneficios le traerá al estado más allá de mejorar la producción, porque si no será para el inversionista como ganarse la lotería sin jugarse el boleto mientras que se abandona el proyecto de Hugo Chávez.
Finalmente, ante la falta de articulación entre las distintas instancias ministeriales, productivas y financieras en torno a una única política de producción, debe ser retomada la Comisión Central de Planificación, este es un elemento a tratar y definir para que exista un punto central y metodológico de inflexión hacia el nuevo modelo productivo.