Las hienas de la Revolución

Las hienas de la Revolución, que son como el camaleón que cambia de color según la ocasión, ofrecen - hecho el pendejo - cualquier cosa al gobernante con tal de "coronar" un buen negocio. Son adulantes y regaladores de lapas y Rolexs. Presumen de revolucionarios y hasta se uniforman de rojo. Pero son los propios bichos. La esencia de la contrarevolución. No son revolucionarios por convición ni mucho menos chavistas de corazón. Lo de ellos es el billete. Más nada. ¡Fuera careta!

Generalmente. Cuando alcanzan la cima mandan "palca" a su mujer y a su familia. Ni que decir de los amigos. Sobre todo. A los de infancia. A esos. Los borra de su discoduro perseculan seculorum.
El poder que da el dinero permite a las hienas aceso a ramilletes de quinceañeras. A mises. A mujeres en plena flor. A capullos hermosos. Por supuesto que tan rutilante escenario, tan brillante candileja, tan deslumbrante teatro le embriaga, le embelesa de tal manera que le lleva a desvalorizar a su mujercita. A su esposa de toda la vida. A la que se comió con él las verdes. A la que ahora descubre - después de 30 años de matrimonio pelabola- que ronca y tira patada voladora de noche , tiene juanetes y mas arrugas que un acordeón italiano.

Las hienas de la Revolución son expertos en empresas de maletín y presumen de planificadores de cuanto negocio existe. Saben de todo sin saber un carajo de nada y son capaces de venderle un piano al diablo. No hay en el mundo de la comercialización un rublo que dicen no dominen. Sí se quiere. Resultaría un buen negocio comprar a un especímen de esta naturaleza por lo que realmente vale y venderlo por lo que dice que es. Claro. Esto es válido en el inicio de su película. Porque después se pierde de vista.
En su empeño por amasar fortuna meten en lios al gobernante más pintado. Y, la mayoría de las veces, se aprovechan de su ingenuidad.

Este tipo de hienas come sola y no le gusta el cambote. Entre ellas se tiran al codillo y no se soportan en su empeño por ganarse el afecto "crematístico" del gobernante.
Son exquisitos a la hora de reirse de los chistes malos del cuentadante. De verdad. Son los propios bicharracos.
La hiena de la Revolución es dañina y malea a los buenos con su dinero. En su afan por obtener grandes dividendos es capaz de traicionar a su propia madre y de sacrificar a su mejor amigo. Se han visto casos de casos.

Una hiena es una mancha para el Proceso. Las hay de distintos pelambres. Unas blancas, otras verdes, pomalacas. Y las hay hasta invislbles; son esas que están en todos los negocios con todos los gobiernos y nadie las mira porque se transmutan en buitres de alto vuelo que aterrizan full de dolares,- cuando le disparan los guaimaros de la anticorrupción -, en los paraísos de las fortunas mal habidas. De las que están reñidas con el valor moral de la riqueza.

Los bichos son habilidosos y enredan al más cauto. Tienen mucha cancha, una supermuela y suelen ir a los despachos de los poderosos acompañados con hermosas libelulas convertidas en seductores señuelos. Ante semejante belleza y tan señorial tentación el poderoso bisoño o el recienvestido s.v.d.c y firma cualquier documento. ¡Claro! Eso ocurre. Porque los eflubios del poder aflojan cualquier tornillo de la vanidad hecha gobierno! No hay resistencia a la provocación porque las defensas de los gobernantes son débiles, flexibles, talla única.

La capacidad de soporte de un hombre en función de gobierno sin formación ni plataforma moral es más fragil que un Yadroo ante las delicates del poder. Por eso son presa facil de las hienas de maletín.
La hiena de la Revolución no mide el daño que causa al gobernante si la acción emprendida llena sus alforjas.
La hiena penetra todas las esferas del gobierno. Se filtra como las sabandijas. Son una sangijuelas cuando apresan a sus víctimas.

En tiempos cuando mandaba La Canalla. Una de esos tipejos lavó el cerebro a un dirigente sindical adeco que ocupaba uno de los cargos de mayor importancia en el partido blanco llevándoselo para el Jockey Club de Miami y ofreciéndole un baño en una piscina llena de champaña rodeado de siete lindas rubias en cuero. Bueno. El modesto sindicalista, que nunca en su terrenal existencia había vivido semejante bonche, cuando llegó a Caracas dijo al partido que quería ser candidato a la Presidencia de Venezuela. Es decir se volvió loco é bola.

Las hienas manejan dólares y euros. Muy poco transan sus negociaciones en moneda nacional por considerarlo un pelo menos rentable..
Sus autos preferidos son los BMW, Audi, Mercedes. A las hienas chusmas les mueve el piso una Hoommer. Un chequeo médico en Houston.
El disfrute de la fortuna de las hienas no tiene tiempo ni distancia y es capaz de unir a las hienas de todos los tiempos, de todas las praderas. En cinismo y caradura no les gana nadie a la hora de lavar su billete. En eso también marcan la milla.

Las hienas de la Revolución tienen sus días contados con la aprobación de la Reforma Constitucional. Por eso le tiran al codillo..

americoarcadio@yahoo.com


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Américo Hernández


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