"El Centauro de Los Llanos", aquel afamado patriota que puso su extraordinario ímpetu, sus fuerzas, su audacia y su propia vida, al servicio de lo que hoy es Venezuela, nos deja claramente definida su conducta y su moral a través de sus cartas que a lo largo de la Campaña Admirable Independentista dirigió en aquellos aciagos momentos al "Genio de América", al "Libertador de pueblos y Naciones", Simón Bolívar.
"Las Memorias de O´Leary", esa maravillosa obra histórica que refleja, a través de 34 tomos, las vivencias claras de lo que fue y costo desterrar de nuestro suelo patrio al imperio invasor de España, nos la presenta el "Edecán del Libertador" en una limpia recopilación de hechos históricos que por vez primera dieron a conocer con precisión y autenticidad todo lo ocurrido, hasta mucho después, del fallecimiento de esos grandes hombres que forjaron la libertad de nuestra nación.
De entrada O´Leary nos muestra con autenticidad las correspondencias del General José Antonio Páez con el Libertador, desde 1818 hasta meses antes a su fallecimiento, ocurrido en la hacienda San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830, en Santa Marta, allá en Colombia, como de todos es conocido.
En estas primeras correspondencias, dirigidas a Bolívar, Páez, en primer lugar, y no como lo señalan muchos historiadores, demuestra claramente su respeto y fidelidad al Libertador. Incluso, da muestras evidentes de lo honesto y pulcro que fue al manejar los recursos para comprar pertrechos a favor del Ejército Libertador.
Páez, sin duda, a través de sus escritos, demuestra obediencia, fidelidad y acato a la jerarquía del Padre de la Patria, cuando lo mantiene debidamente informado de todos los pormenores y detalles que se iban suscitando bajo su responsabilidad para enfrentar y vencer, al mismo a tiempo, al ejército realista español.
Siempre fue precavido, eso le permitió enfrentar en batalla con certeza y efectividad al enemigo. Prefería esperar, días, si era necesario, antes que dar pasos en falso y correr el riesgo de exponer a las tropas innecesariamente.
Pero además Páez, como buen estratega militar, no escatimaba esfuerzos para ofrecerle consejos y opiniones al Libertador, eso sí, siempre dejando en evidencia su respeto a las decisiones que en materia de guerra decidiera finalmente nuestro gran prócer.
Ya antes hemos dicho lo pulcro y honrado que fue Páez. En carta fechada el 5 de enero de 1819, en Caujaral, "El Taita, como también cariñosamente miembros de sus tropas lo llamaban, le refiere al Libertador lo siguiente: "Mis pasos son públicos y nada oculto porque nada tengo que temer. Con todo, siempre los Jefes se dejan prevenir de los primeros informes que da un enemigo, ó un hombre que no mira las cosas por la exterioridad"….
De seguidas Páez agrega: "Es ocioso que yo diga que nada invierto en mi beneficio de lo que pertenece al Estado; nada tengo y ni mi esposa disfruta de una prenda por pequeña que sea su valor, Si U. con justicia vindica y tiene en el concepto público la gran cualidad de desinteresado, creo merecerla también aunque no sea en el mismo grado".
La indisciplina para Páez no tenía cabida en sus tropas, por ello deja saber, en esa misma carta, la necesidad de actuar con mano firme y sin compasión en contra de los traidores. Veamos un fragmento en este orden:
"Antes de ayer fue pasado por las armas el Capitán de cazadores del batallón Páez, Felipe Alzuru, después de haber sido juzgado solemnemente por un Consejo de guerra, por los crímenes de inobediencia é insubordinación. El expediente que remitiré impondrá a U. de todo. Basta decir por ahora que faltaba este golpe para cimentar la disciplina del ejército que está más dócil que una seda".
En otra misiva, fechada el 24 de Mayo de 1819, desde Guasdualito, Páez informa al Libertador lo siguiente:
" Sobre los informes que se han hecho del coronel Nonato Pérez, aseguró a U. que son una sombra respecto á lo que yo mismo estoy presenciando. Mujeres, ancianos, jóvenes, todos, todos declaman contra sus hechos; el agente más eficaz de la tiranía no habría puesto en ejecución providencias tan violentas. Guasdualito y Arauca al paso que aún lloran sus padecimientos, tiemblan cuando recuerdan su autor; tal ha sido la conducta de este jefe. Después de tiranizar los pueblos con su genio déspota y orgulloso, quitó la máscara a su ambición, se declaró dueño exclusivo de todo, y cometió bajezas que no pueden creerse, extrayendo donativos, estableciendo un comercio ratero para concluir con el último medio de estos vecinos, etc. Por último vea U., qué jefe oculta setecientos caballos y mulas, y se pone a herrar mostrencos para ocultar?.
Yo exijo a U. –dice Páez a lo largo de esta correspondencia- que lo conduzca preso para escarmentarlo. U., me ha confiado esta provincia, y juro no permitir que un déspota exista en ella. U. conocerá los perjuicios que deban resultar de dejar impunes tales fechorías; nada menos que cometerlas peores, desacreditarse el Gobierno".
Páez, además, según reflejan sus cartas, fue un consecuente líder preocupado por sus tropas. Quizás esta virtud le valió para ser querido y estimado por sus propios guerreros. A lo largo de sus escritos deja saber su permanente preocupación por mantener a sus soldados bien dotados y alimentados. Ante las adversidades del tiempo y clima siempre procuró que contasen con buena ropa y caballos prestos para la batalla, los cuales él mismo, en varias ocasiones, se vio en la necesidad de atraparlos y amansarlos, tal como lo hizo siempre en su primer oficio llano adentro.
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